Milagros Bará
El mundo de los cainitas
La buena educación, entre otras rarezas, es como el titanio... "de eso" hay muy poco. Parece que vivimos en un mundo de hienas que se comunican a mordiscos. Últimamente son más agradecidos los perros que las personas, aunque dicen que con tanto cruce el perro es un lobo que han emparedado en una adolescencia permanente. Parece que por la palabra "gracias", alguien cobra por los derechos de autor cada vez que se pronuncia.
Rula por Facebook la frase del milenio "El mundo está lleno de gente sin medicar". Y sin diagnosticar también, como dice un amigo. Personas desequilibradas que buscan a quién traspasarle sus miserias. Personas sádicas que disfrutan con el sufrimiento ajeno. Es más... se alimentan de producir el mal ajeno. Por eso dar las gracias no entra dentro de sus planes.
Para eso la Biblia es muy ilustrativa y ya nos habla de este tipo de personas, Caínes, que existen desde que el mundo es mundo. Recordando el cuento del Génesis, Caín y Abel eran hijos de Adán y Eva, que por cierto fueron expulsados del Paraíso por ser incapaces de cumplir una promesa. Un buen día Dios les pidió que le hicieran una ofrenda y como al Señor le pareció mejor la ofrenda de Abel, Caín decidió solucionar el problema, ciego de envidia y celos, asesinando a su hermano. Así, sin más. Cuando Dios le pregunta a Caín por su hermano éste le dice que no sabe nada de su paradero y responde -¿Acaso soy yo el custodio de mi hermano?-.
Por lo que se ve, el problema es el mismo desde el principio de los tiempos... y es que Caín estaba sin medicar y sin diagnosticar. Y según esa leyenda todos nosotros somos hijos de Caín, como aseguraba el mismísimo Hermann Hesse. Nuestro mundo, hoy en día, se divide de igual manera, entre Abeles, personas trabajadoras, empáticas y con escrúpulos, y las que no, que serían los Caínes, que suelen ser las que medran más rápido a costa de los empáticos, que también podríamos llamar mindundis.
¿Y qué es un mindundi hoy? Pues una persona insignificante o de poca categoría, según el diccionario. Son los que dan las gracias, los justos con los demás, los que trabajan sudando la camisa, los honrados, los que tienen el dinero en un banco del país y no en un paraíso fiscal y los que pagan impuestos. Por eso la vida de un mindundi es siempre triste... gris, y no sabe que lo es hasta que "los clasificadores" lo señalan con el dedo.
El mindundi es "el Abel del Génesis", el cerdo facóquero que se merienda el leopardo en un documental de La2, el negro que muere siempre en las películas americanas de los años setenta, o el hispano con cara de psicópata que siempre hace el papel de malo, de esclavo, criado, bufón, retrasado o ladrón.
Con este panorama deberían cambiar hasta las leyes y premiar al ladrón, al estafador, aunque socialmente, en nuestro país, los Caínes fardaban de esto y más hasta hace muy poco. Todavía ahora un cuatro por ciento de Caínes sin medicar asfixian a unos cuatro mil millones de Abeles.
En resumen, que en el Paraíso había un matrimonio que metió mano donde no debía, una serpiente mala y venenosa, y fuera dos hijos; uno un asesino y otro asesinado. La realidad es incontestable: han ganado los malos por goleada y los demás estamos haciendo el tonto.