Un pontevedrés en el epicentro del ecosistema emprendedor: “Lo que se hacía en Silicon Valley hace 50 años se empieza a hacer ahora aquí”
Por Natalia Puga & Mónica Patxot
Alejandro Acuña Rodríguez, experto en tecnología blockchain y startups nació en Pontevedra y se formó entre esta ciudad y Vigo, donde cursó Ingeniería Industrial. Con 32 años, este verano, tras años de idas y venidas y trabajo en remoto con Amsterdam, Londres, Nueva York o Miami, está ya afianzado en Crossmint, una empresa de ADN español basada en Estados Unidos llamada a revolucionar el mundo de los blockchain. Tiene su carrera focalizada cruzando el Atlántico convencido de que Galicia tiene mucho que ofrecer en el ecosistema emprendedor, pero está "décadas, literalmente, por detrás" de otras regiones.
Analizar ese ecosistema emprendedor desde la mirada de Alejandro supone abrir la mente a una visión optimista y llena de retos y oportunidades. Basándose en su experiencia de años en startups, afirma que lo que hace falta en Galicia, y en España, es un sistema educativo adaptado al mercado laboral y el mundo global, mayores facilidades de acceso al capital y apoyo de las instituciones.
Exportar modelos que funcionan en Estados Unidos, y en otros países europeos, como fórmula para evitar la fuga de talento actual. "Traer las cosas buenas que funcionan a nivel de emprendimiento y establecerlas aquí y facilidades para que la gente retorne y tenga oportunidades aquí porque las oportunidades van a generar riqueza", resume. Aunque reconoce que "se ha avanzado mucho", el sistema "está muy en pañales".
Ya hay ejemplos de startups de éxito en Galicia y otras gestándose, el ecosistema de inversión ha ido en aumento, pero muy lento. "Lo que se hacía en Silicon Valley hace 50 años se empieza a hacer ahora aquí", así que todavía queda mucho por avanzar y por eso un joven que cree que "Galicia tiene muchas ventajas competitivas" se vea obligado a cruzar el charco para desarrollar su talento.
Empezamos por el principio, la educación. "No funciona, tenemos que crear un sistema donde la gente que estudia y se forma tenga acceso a un mercado laboral potente". Para eso, hace falta "innovación, desarrollo, tecnología", pues en un contexto como el actual, en el que la economía se mueve a velocidades de vértigo, "no podemos tener una formación académica que se mueve a la velocidad que se movía el mundo hace 200 o 300 años".
Alejandro es un ejemplo de que algo no funciona. Formado como ingeniero industrial en la Universidad de Vigo, hizo ‘dropout’ o, lo que es lo mismo, dejar de estudiar durante un tiempo para buscarse un camino. "Me dejé dos asignaturas y me puse a trabajar".
Fruto de sus inquietudes, se formó de forma autodidacta en mercados financieros y contactó con los que se convertirían en sus jefes, que trabajaban para Goldman Sachs en Londres y Morgan Stanley, dos de los bancos de inversión más grandes del mundo, y fundaron juntos un fondo de inversión propio. Tras interactuar a través de LinkedIn, le invitaron a Amsterdam y empezó a trabajar en su proyecto de ‘family office’ entre la capital de Holanda y Londres.
Y así, "por casualidad" entró en contacto con el mundo de las startups y el emprendimiento. A priori, nada que ver con su formación como ingeniero, aunque, en realidad, tiene más relación de la que se podía esperar. "Ingeniería industrial es un perfil muy cotizado en finanzas. Es mucho más fácil enseñarle finanzas a un ingeniero que a alguien que haya estudiado ADE o economía enseñarle ingeniería". Por ejemplo, las ecuaciones de Navier-Stokes de mecánica de fluidos son las ecuaciones que rigen la modelización de una opción financiera.
Es un ejemplo pero, en realidad, "todo el marco mental que tú tienes como ingeniero lo puedes extrapolar al mundo financiero porque no dejan de ser matemáticas aplicadas". Su historia siguió escribiéndose a través de las redes de contactos que ha ido creando en ese ecosistema emprendedor. Le llevaron a una empresa de capital gallego, Arengu, y a otra también de la tierra, Optare Solutions, antes de acabar en Crossmint y en una realidad laboral en la que, a día de hoy, no ve necesario terminar esas dos materias que le faltan para lograr el título y se muestra muy crítico con la ‘titulitis’ actual en España.
Y es que considera que no se puede "medir lo bien o no que puedes hacer las cosas por un título". Y su empresa actual "está llena de ejemplos de personas que han estudiado algo radicalmente distinto a lo que acaban haciendo". Por eso es partidario de "dar un poco un golpe encima de la mesa en el mundo de hoy de que igual el sistema educativo está completamente obsoleto".
Más pruebas de que el sistema educativo no funciona las ve en los jóvenes que cada año se ven obligados a emigrar. Alumnado que se forma en Galicia y tiene "un pelín de ambición, de ideas" se ve forzado a trasladarse a Madrid, a otros países de Europa o a Estados Unidos porque la alternativa sería aceptar condiciones laborales y salariales no adaptadas a su formación.
Esto nos lleva al segundo punto, la creación de empresas adaptadas a este nuevo mundo, hay que crearlas y hay también que enfocar el mundo académico a su creación. "Los ingenieros españoles están hiper valorados por la capacidad de esfuerzo, por la dificultad de la carrera, por todo el conocimiento tan amplio que tenemos", pero su "ineficiencia" es que les falta ese plus de formación adaptada a la empresa y al emprendimiento. "Deberíamos convertir Galicia en un sitio donde se creen empresas", sostiene.
Sí hay iniciativas, hay fondos de capital riesgo y fondos de la Unión Europea que duplican la inversión que pongan los fondos de capital riesgo para empresas gallegas e innovadoras, pero "lo que necesitamos son más Arengu, más Crossmint, más startups, más innovación", una economía basada en la tecnología, porque "hoy en día el valor ya no se crea construyendo una puerta de un coche, se crea construyendo el software que igual rige al robot que monta la puerta del coche o se crea dando valor".
En definitiva, "dar valor a la sociedad y todo ese valor va a repercutir aquí de vuelta". Hay "una densidad de talento enorme", pero falta un ecosistema de soporte al emprendimiento, acceso a más financiación. En Europa o Estados Unidos se pueden conseguir más fondos y de forma más sencilla porque "tienen un ecosistema emprendedor que crea unos efectos de red donde todo va a suceder allí".
Para crear ese ecosistema también hay que trabajar desde las bases culturales, "ensalzar" la figura del emprendedor y también adaptar la esencia empresarial a la de las startups americanas de "hacer a todos partícipes de la empresa", que todo el personal tenga parte de la empresa, para que la sienta como suya. "Va a recibir una compensación de todos los esfuerzos y todos los resultados y eso crea una cultura en la que todos van a una; crea una cultura de excelencia y una cultura de propiedad".
Tras esos dos pilares, el académico y la cultura emprendedora, faltaría un tercero, el apoyo de las instituciones a la nueva empresa, que evitase las trabas burocráticas o los impuestos elevados en los primeros pasos del emprendimiento. "Lo que hay que poner son millones de semillas de startup en Galicia que creen productos de verdad que sean sostenibles por sí mismas porque eso es lo que va a traer la riqueza" a través de la innovación tecnológica. "Crear un ecosistema de verdad donde se innove y se cree".
Crossmint es un ejemplo. Empezaron "cuatro gatos" y, tras dos años y medio, son 60, tienen sedes en Nueva York, Miami, Buenos Aires y Madrid y clientes como la marca suiza de relojes de lujo Henry Moser, Mastercard, el club de fútbol AC Milan o Red Bull. Él ha estado en todo el proceso de escalar el negocio, crearlo desde cero y entrar en un mercado todavía emergente vinculado al conocido como web3, "un Internet donde tú no solo puedas escribir o leer, sino que puede ser el poseedor de lo que escribes y lo que lees o de lo que creas".
La tecnología blockchain actúa como un libro de registro digital y supone una revolución en cuanto a la trazabilidad absoluta de los derechos de propiedad, que pasan a estar perfectamente registrados en una red descentralizada e inmutable. Puedes identificar quién es el poseedor de cualquier producto digital y atribuir los derechos de autor, de royalties o de uso.
El mundo camina hacia ese Internet 3.0 y con su proyecto están ayudando a crearlo ofreciendo a las empresas la infraestructura para hacerlo de una forma sencilla, "simplificando" una tecnología compleja, "crear una capa de abstracción donde tú puedes interactuar con la tecnología de manera tradicional". El proyecto al que más cariño le tiene está relacionado con el arte digital y Refik Anadol, uno de los principales artistas digitales del mundo.
De su mano, y de otros socios como Soho House, crearon una colección destinada a recaudar fondos para la tribu del Amazonas yawanawá y consiguieron vender 4 millones de dólares, gran parte a través de Crossmint, para preservar su modo de vida y su entorno.
Otro proyecto consistió en ‘tokenizar’ las parcelas del estadio de fútbol San Siro del AC Milán, creando una copia digital del césped para venderlo por parcelas de tal forma que, todo lo que ocurra en su parcela, conlleva un premio para su dueño. Si marcan un gol justo en su trozo, por ejemplo, lleva una recompensa. De esta forma, se gamifica toda la experiencia de juego, una forma de proceder Alejandro Acuña señala que también "lo podríamos hacer con el Pontevedra".
La tecnología tiene "infinitas" aplicaciones y está llamada a revolucionar la forma en la que nos relacionamos con el dinero o cualquier operación donde haya un intercambio de propiedad o valor. "Gracias al internet 3.0 se va a poder eficientar", suponiendo un coto a la burocracia, la corrupción o la ambigüedad en los derechos de propiedad que tiene su origen en Satoshi Nakamoto, el creador de Bitcoin y los algoritmos de encriptación matemática. Alejandro augura que "en los tres o cinco próximos años va a haber un boom enorme para orquestar todas esas aplicaciones".
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