Beatriz Suárez-Vence Castro
Sancho Gracia
Un español condenado a cadena perpetua por asesinar y desmembrar a otra persona con quien mantenía una relación es una noticia muy jugosa desde el punto de vista periodístico. Desde el punto de vista humano, es un drama de proporciones descomunales.
El peor parado es siempre, y obviamente, la persona asesinada, e inmediatamente después, su familia. Pero, independientemente de lo execrable del crimen, hay otra familia rota: la del asesino confeso.
El único culpable es quien ha cometido el crimen. Hacer sufrir más a su familia, su padre, su madre, sus tíos e incluso a su abuela, me parece una bajeza.
Todos tenemos derecho a opinar, pero cuando la opinión que emitimos tiene como único propósito hacer daño, perdemos ese derecho.
Demasiado se permite causar daño gratuitamente en este país. Demasiado.
Produce mucho morbo que el asesino sea hijo y nieto de dos actores tan populares.
Se ha llegado a decir algo tan grave como que Rodolfo Sancho había comprado la libertad de su hijo. A la vista está que no, porque ha sido sentenciado a cadena perpetua. Aun así: "calumnia, que algo queda."
Lo que también queda a la vista, del atentado sufrido por la estatua de Sancho Gracia en los jardines del balneario de Mondariz, es mucho resentimiento contra una familia que empezamos a conocer con el abuelo del condenado.
Además de por su trabajo de actor, Sancho Gracia fue conocido por relacionarse con personas influyentes de la época. Adolfo Suárez, presidente del país por aquel entonces, fue padrino de Rodolfo. El suegro de Sancho fue un importante político uruguayo. Todo esto, que es estrictamente personal, no debería contar ni a favor ni en contra de lo que opinemos del caso Sancho. Ni las amistades de su abuelo ni su ideología política, fuese cuál fuese.
Sancho Gracia no robó dinero, ni mató para labrarse su exitosa carrera. Su primer trabajo fue fregar platos, fue auxiliar de banca y acabó siendo uno de los actores más populares de España.
Pero el éxito en este país, no se perdona. Y no hay nada que guste más a muchas personas que ver caer a alguien que estuvo arriba. Cuanto más grande sea el leñazo que se peguen, más disfrutan. La envidia asoma los colmillos, babeando cuando se le presenta una ocasión.
Sin ese resentimiento, no se entiende que el busto que homenajeaba desde 2014 a Sancho Gracia, quien ahora ya no parece ser más que "el abuelo de Daniel Sancho", haya sido salvajemente vandalizado con pintura roja imitando sangre, tan incrustada, que necesitará ser restaurada. Supongo que en la mente de quien haya cometido el vandalismo, eso es justicia.
La escultura era una obra de arte realizada como agradecimiento del pueblo de Mondariz al cariño que el actor sintió y demostró por él.
Cuando su popularidad funcionaba como reclamo turístico, se colocó la estatua; ahora que su familia ha caído en desgracia sin que él haya tenido arte ni más parte que ser abuelo de Daniel, se la ataca.
Si los hijos no deben pagar por las acciones de los padres, también debería funcionar en sentido inverso.
Su mujer, Noela, viuda y con un nieto sentenciado a cadena perpetua por haber cometido, un crimen horrendo, tiene que ver cómo lo conseguido por su marido, se torpedea. Para Noela, Daniel es un nieto cariñoso que ha pasado de compartir piso con ella a ingresar en una cárcel tailandesa.
El temperamento humano no es plano. Tiene muchísimas aristas. Algunas de ellas tan peligrosas que pueden llegar a convertirlo en alguien repulsivo, en alguien con muchas zonas oscuras, que bajo presión explotan de la peor manera posible, cometiendo atrocidades como el macabro asesinato de Arrieta.
Otras de esas aristas, lo convierten en alguien tan cobarde como aquellos que volcaron la pintura en el busto, para atacar simbólicamente a quien ya no se puede defender y que no se hubiesen atrevido, seguramente, a atacar si estuviese vivo. Quien sabe cuántos le habrán halagado interesadamente cuando vivía.
Daniel Sancho es un asesino condenado a cadena perpetua. Su familia no ha hecho nada para merecer ataques como el ocurrido en Mondariz.
La Galicia noble, la que sabe reconocer a un trabajador infatigable como Sancho Gracia, no está representada en los que han cubierto con pintura roja la estatua de los jardines de un balneario tan reconocido en toda España.
Orgullosos de Mondariz, siempre. De este acto vandálico tan lleno de odio, nunca.