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Fernando Lugaresi
Formación: Un Antídoto contra la pobreza Relacional
En nuestra sociedad local, donde la solidaridad comunitaria es esencial, es importante reconocer el papel transformador que desempeña la formación contra la pobreza relacional. En una era donde las relaciones humanas están en entredicho y deberían ser la base de nuestro ser social y colectivo, la inversión en el desarrollo de habilidades sociales debería ser un punto esencial en nuestro día a día.
Lógicamente, la pobreza se percibe en términos económicos, pasando por alto sus manifestaciones más sutiles pero igualmente devastadoras en el ámbito relacional. La incapacidad para establecer conexiones puede llevar al aislamiento, la exclusión y una sensación abrumadora de desconexión, ansiedad y depresión. Aquí es donde la formación tiene un papel fundamental.
Contribuyendo a que las personas de todas las edades adquieran habilidades sociales, comunicativas y emocionales, la formación no solo proporciona conocimientos, ya de por sí importantes, sino que también capacita para construir relaciones más saludables. Ayuda a aprender a escuchar activamente, desarrollar empatía y habilidades para la resolución de conflictos, entre otras competencias para la vida.
Por otra parte, la formación actúa como un vehículo para el fortalecimiento de la sociedad, ese entramado invisible pero vital que sostiene a nuestras comunidades. Se crean redes de solidaridad que pueden ofrecer un apoyo fundamental en momentos de crisis y dificultad.
Sin embargo, la importancia de la formación va más allá de lo individual y lo interpersonal. Al promover la inclusión social y empoderar a quienes normalmente quedan rezagados en nuestra comunidad, estamos construyendo una sociedad más justa y equitativa para todos. La formación se convierte así en un instrumento de transformación social.