Milagros Domínguez García
Ultreia Menchu y Paula. Gracias por recordarnos lo bello que es vivir
Estos días habréis sabido, a través de los medios de comunicación, la historia de Menchu Román, una Guardia Civil retirada que sufrió en primera persona un atentado de la banda terrorista ETA y que, junto a su hija Paula que padece el síndrome de Rett, un trastorno que afecta al desarrollo cerebral y que lo padecen mayoritariamente las niñas privándoles de las habilidades motoras y del habla, están haciendo el camino de Santiago por tercera vez.
En cuanto me hablaron de Menchu y Paula sentí la necesidad de escribir sobre ellas porque creo que la más grata experiencia es nutrirse de las vivencias de otras personas e interiorizarlas como grandes acontecimientos, y cuando escribo sobre alguien me sucede eso, que me alimento de su espíritu, crezco y maduro, y además aprendo siempre algo. Pero en ocasiones me sucede que no es suficiente escribir sobre ellas, necesito verlas, escucharlas, y sobre todo, sentir esas vibraciones que desprenden que inoculan vida con tan solo tenerlas cerca. Con Menchu me sucedió, en cuanto la escuché por teléfono casi sin aliento mientras me explicaba que subía una pendiente empujando la camilla de su hija, tuve claro que quería estar con ellas aunque solo fuese un rato. Y eso hice, dejé lo que estaba haciendo y me fui en su búsqueda cual peregrina por los caminos trazados por donde tantos y tantos caminantes hacen camino dejando su huella hasta que las hallé.
Fue en Arcade donde gentilmente hicieron una pequeña parada para atenderme y donde pudimos cruzar unas pocas palabras, suficientes como para advertir un carácter enérgico, una personalidad que encandila por vivaz y ni un solo ápice de pesimismo.
En poco tiempo y en román paladino explica todo por lo que vive, lo prioritario que es para ella pasar tiempo con Paula, dejando claro que la pena no es opción y que no son bichos raros. Que deben salir y normalizar su vida en la sociedad, como uno más, teniendo acceso al mundo al que todos tenemos derecho y que una enfermedad no puede ser óbice para que vivan intensamente.
Desde luego, sólo hay que ver a Paula a los ojos para darse cuenta de que su mamá tenía razón porque en ellos se veía eso tan preciado, único y valioso: VIDA.
Un cuerpo puede no poder moverse pero eso no lo convierte en algo inerte ya que su piel siente y puede ser que una voz no pueda articular palabras, pero eso no significa que no exista en ella nada que decir. Cuántas veces quienes podemos hacer uso de la facultad del movimiento a nuestro libre albedrío no la utilizamos más que para trasladarnos de un lado a otro y nos privamos de llegar a donde ansiamos dando mil excusas y argumentando razones que, posiblemente, carecen de un contenido emocional y en cuantas ocasiones con esa voz que poseemos hablamos y hablamos sin decir nada, sin decir lo que queremos. Ahogamos aptitudes de las que deberíamos disfrutar como dones exprimiéndolas para ser y hacer eso que tanto mencionamos: vivir y poseyendo las capacidades necesarias no las utilizamos.
Deberíamos aprender de ellas, de ambas, porque juntas mueven el mundo. Menchu empujando con ahínco la camilla de su hija y Paula empujando fuerte el corazón de su mamá. Y en lugar de sentir pena, deberíamos preocuparnos de que puedan sentir alegrías y encontrar más tramos de vida adaptadas a sus necesidades porque hay muchas Paulas y Menchus que necesitan de todos nosotros y, a veces, no estamos a la altura de lo que deberíamos.
También, por qué no, hacer una crítica constructiva alentando a la mejora del Camino de Santiago transitado por miles de personas para que se vayan integrando elementos que mejoren el tránsito de aquellas cuya movilidad es reducida, ya que es importante que tengan la oportunidad de vivir esa experiencia, y como no, disfrutar de la belleza de las tierras gallegas.
En estas nuestras tierras, Paula cumple hoy, sábado, 19 años y desde aquí, en este pequeño y modesto espacio, quiero hacerles llegar mi felicitación y darles las gracias por el afecto y el aprendizaje que dejaron sembrado en mí.
Inolvidables quedarán siempre en mi recuerdo porque peregrinos somos todos en los caminos de la vida y nos cruzamos con otros que vienen a hacernos reparar en algo que estábamos pasando por alto.
Ultreia Menchu y Paula.