Jacobo Mesías
Divorcio: ¿me puedo ir de casa?
Hace unos días entró un señor por el despacho, nos sentamos, y comenzamos a charlar sobre sus circunstancias. Está casado desde hace una década, tiene un hijo de 7 años, y ha decidido divorciarse. Al parecer, hace tiempo que se acabó el amor, y la convivencia se ha ido recrudeciendo hasta extremos insalvables: no comparten tiempo juntos, no se hablan, y hasta se evitan mutuamente.
Le expliqué pormenorizadamente los pasos a dar para tramitar el divorcio, pero los plazos no le encajaban. Él lo quería para ya, pues decía no aguantar más tiempo bajo el mismo techo que su esposa. De hecho, la situación incluso le estaba afectando en el ámbito laboral.
Yo le pregunté si se había planteado la posibilidad de mudarse, a lo que él respondió con sorpresa: "¿Pero eso no es un abandono de hogar?"
Entonces, le expliqué que podía cambiarse de vivienda sin ningún impedimento, y pareció ver la luz al final del túnel.
El "abandono de hogar", como tanta gente pronuncia, no es más que una de esas creencias profundamente arraigadas en la sociedad, y que persisten al paso de los años pese a carecer de fundamento. De hecho, en nuestro Código Penal ni siquiera se contempla tal denominación. A lo sumo, podríamos hablar de "abandono de familia", que puede sonar parecido, pero no es lo mismo. En palabras de Mariano Rajoy, "un vaso es un vaso, y un plato es un plato".
Afortunadamente, en España no existe la obligación legal de convivir con el cónyuge (mal nos iría si así fuese), por lo que cualquiera puede hacer las maletas cuando lo considere oportuno.
Sí existen, sin embargo, determinadas obligaciones alimenticias entre familiares que no pueden quedar desatendidas, pero obviamente, no implican convivencia. La razón es evidente: evitar que una familia quede desamparada por la repentina y deliberada ausencia de uno de sus miembros.
Por esta razón, en ocasiones conviene tomar ciertas precauciones antes de abandonar el domicilio familiar, especialmente en aquellos casos que puedan dar lugar a un desequilibrio económico entre los cónyuges, o cuando existen responsabilidades comunes, tales como hijos o un préstamo hipotecario.
En definitiva, el señor se sintió aliviado, y a estas alturas ya estará buscando una nueva vivienda a la que trasladarse en tanto se tramita su divorcio.
El casado (como el divorciado) casa quiere.