Milagros Domínguez García
Refranes, sabiduría popular
Por reducir la vida a algo, se podría definir simplemente como existencia, esa en la cual nos vamos columpiando de circunstancia en circunstancia y de decisión en decisión. A veces pareciera tan difícil de ser vivida, pero que sin duda alguna se simplificaría notablemente si hiciésemos caso de los conocimientos de la cultura que no es materia universitaria, pero que ayudó a muchos antes de nosotros y que darían mil vueltas a algunos licenciados.
Cualquier situación podríamos sobrellevarla mejor atendiendo a lo que es sabiduría explicada de forma breve, concisa y sencilla.
Si bien es cierto que en ocasiones la vida se pone difícil podríamos recordar que no hay mal que dure cien años, aunque no menos cierto es que no hay cuerpo que lo resista, y que en cualquier caso el karma vendrá a juzgarnos y dirá eso de el que a hierro mata, a hierro muere, aunque yo lo he adaptado a mi rencor congénito y digo que el que a hierro mata, no puede morir a sombrerazos.
Si nos dejan podemos pensar que más vale solos que mal acompañados, aunque no se consuela el que no quiere y el mal de muchos, sólo consuela a los tontos. Si hacemos del olvido un deporte de práctica regular, deberíamos comer rabos de pasas que dicen son buenas para la memoria, o pensar con resignación, que el que no tiene cabeza tiene piernas, o quizá reflexionar en que abarcamos mucho y poco podemos apretar.
Que Dios provea es una posibilidad a tener en cuenta, pero, fíate tú de Dios y no corras.
Y ya dijo Aristóteles que no se puede ser feliz sino al precio de cierta ignorancia, que mi abuela resumió en un: ojos que no ven, corazón que no siente. Aunque ya les digo yo a estas alturas de mi vida, a Aristóteles y a mi abuela, que prefiero llorar con la verdad a ser destruida con la mentira, o sin salirme del tiesto; ojos que no ven, tortazo que te pegas.
Todos sabemos que del dicho al hecho hay mucho trecho y sin duda, el hecho comienza como todos los caminos, con un paso. Que al pan, pan, y al vino, vino, pero cuidado, que el que tiene boca se equivoca y que aunque la mejor palabra es la que queda por decir, más pronto que tarde surge el arrieros somos, y en el camino nos encontraremos. Cuando el río suena agua lleva, y si bien es cierto que a veces solo es necesario crear fama y echarse a dormir, no hemos de olvidar que en todos lados se cuecen habas y que para hablar de otros la boca bien limpia hemos de tener. Y de pecados capitales hablamos si decimos que la avaricia rompe el saco, y que ante la arrogancia de pedir está la virtud de no dar, aunque no olvidemos que los dones que provienen de la justicia son superiores a los que se originan de la caridad.
Los refranes bien podríamos aplicarlos a la política, mejor nos iría siendo conscientes de que no llueve caliente, simplemente nos mean encima. Y en un tema de tanta actualidad como la agenda 2050 podría pensarse que en la mente de los creadores está el más vale prevenir que lamentar, pero mi padre levantaría los ojos y diría: pero a ver, si no das hecho con una vaca, para que piensas en ser ganadero. Porque los políticos son así, y unos por los otros, la casa sin barrer y nosotros deberíamos, por precaución, arrimarnos a un buen árbol para que buena sombra nos cobije, antes de que sólo nos quede el de Dios nos coja confesados, o aquí no se salva ni el maestro armero.
Y no podría pasar por alto los que profetizan el futuro, mi abuela era de las que te decía que: ¡vas caer!, y sí, caía, y me levantaba escuchando que el que avisa no es traidor, muy recomendable este también para advertir de las consecuencias de algo, porque todos sabemos que donde las dan, las toman y si esa agua no quieres beber, déjala correr, pero fíjate si hay alguien sentado en la orilla del río, a esa persona seguro se le quemaron las barbas mientras otros las pusieron a remojo y ahora está esperando ver al cadáver de su enemigo pasar.
Y podría continuar infinitamente en este viaje sobre la sabiduría popular, casi olvidada hoy, salvo para los que tenemos una edad y mantenemos aún viva su esencia. Los que aún ponemos buena cara al mal tiempo y que madrugamos pensando que Dios nos ha de ayudar. Porque somos así, antiguos como el hilo negro, y hemos superado ya las secuelas de ese "mal" llamado juventud, y aunque hoy pareciese que lo sabemos todo, aún estamos aprendiendo, porque el saber no ocupa lugar y porque como me dijo alguien una vez ... nunca se es lo suficientemente mayor para soñar.