Bernardo Sartier
"Posiblemente lo merecían", dijo Capón
En el setenta y cinco Xosé Humberto Baena Alonso y José Luis Sánchez Bravo, de Vigo, fueron condenados a muerte en consejo de guerra sumarísimo, siendo civiles, y ejecutados a los pocos días. Antes, Sánchez Bravo estuvo meando sangre quince días a consecuencia de las hostias recibidas en la Dirección General de Seguridad. Baena pidió enseñar al tribunal, en la vista, los vestigios del "hábil" interrogatorio al que había sido sometido. Petición denegada. Sánchez Bravo, como se comprobó posteriormente, estaba en el momento del asesinato que se le imputó en Mazarrón.
Contra Baena, en el juicio, no pudo presentarse una sola prueba balística, dactilar, testifical o de reconocimiento físico que enervase su presunción de inocencia. En las diligencias policiales que se le instruyeron, las versiones respecto de la ropa que portaba el presunto asesino de un policía armado -y que se le atribuía- se contradecían: que si una camisa a cuadros, que si un jersey granate.
Baena escribió desde la trena una carta a la familia pidiéndole que convenciesen a su madre de que todo iba bien. Un día antes del fusilamiento los padres reciben una llamada comunicándoles que al día siguiente Humberto iba a ser ejecutado. Cogen un coche y viajan todo el día hasta Madrid, donde llegan de noche para despedirse de su hijo. Apenas un par de horas de conversación que produce escalofríos imaginar. Fin de la cita.
Una madrugada fresca de agosto del treinta y seis sacan a un detenido del hoy edificio de la Audiencia Provincial, cárcel entonces. Para hacer frente al frío, se sube las solapas de la chaqueta. Lo montan en una camioneta que se dirige a A Caeira y, delante de un pino, lo fusilan. Antes habían conminado a una lechera de Campañó, que con su suministro diario bajaba a Pontevedra, a detenerse para no presenciar el "espectáculo". Acto seguido lo suben a San Mauro. Allí pueden los familiares tocar su cuerpo caliente. Su delito, ser galleguista. Era Bóveda. Si les interesa, ver "Vida, Paixón e Morte de Alexandre Bóveda". Fin de la cita.
Noviembre del treinta y seis. La madre de un detenido solloza en las escaleras de su vivienda, en la Avenida de Marín, porque un guardia ha venido a comunicarle que de madrugada fusilarán a su hijo. En "Sin odio, sin rencor, pero el recuerdo vivo" Chalo Adrio explica cómo encaja un adolescente que maten a su hermano por haber sido gobernador civil y republicano. Fin de la cita.
Baena, Sánchez, Bóveda y Adrio tenían, respectivamente, veinticinco, veintiuno, treinta y tres y veintiséis años. Por eso me gustaría que el señor González Capón, que es verdad, pidió perdón, pero un perdón de perfiles difusos, que el señor Capón -decía- alcalde de Baralla y diputado provincial, tuviese los huevos necesarios para mirar a los ojos a los familiares de Baena, Sánchez, Bóveda o Adrio y mantener lo que afirmó en el pleno de su consistorio, o sea, que las ejecuciones de sus familiares, llevadas a cabo por el franquismo, eran merecidas.
15.08.2013