Bernardo Sartier
"Dos maricones y uno que escribe"
Hay un cierto tufo provinciano, sotanero y moralista en el escándalo "prietista", ya saben, la columna sobre "santakata".
Pontevedra Viva cocina cojonudamente el pensamiento de la ciudad: Antón se expresa libremente y los que no opinan como él rebaten sus argumentos con sus propios juicios. Incluso, por qué no decirlo, con algo menos aceptable: sus prejuicios.
Antón escribe como dios. Compártanse o no sus opiniones discutir su calidad literaria sería negar una evidencia, la bondad de una prosa asequible y rítmica bajo la que late una calidez casi poética de las cosas, calidez que, aunque a duras penas, se impone sobre un discurso un punto provocador y rebelde. Antón posee un don estilístico capaz de fluidificar asertos opinables como los que expresa en su última columna. La realidad es discutible, la buena literatura no.
Y ahora un recadiño a censores y prejuiciosos: ¿es que nuestra generación no se mamaba? ¡Qué si se mamaba! Claro que sí. Con saña. Y además se drogaba. Comparto con Prieto, por tanto, el rechazo a ese prurito moralista proveniente de algunos hipócritas que se la quitan con papel de fumar ante el comportamiento de nuestros jóvenes cuando, algunos de ellos, a pretexto de la cena de los sábados, se beben hasta el agua de los floreros.
Prieto ha hablado de beber con moderación, "proporción axeitada", dijo literalmente. Lo comparto. ÿl habla del alcohol como "desinhibidor mental" y yo como expansor de la conducta. Por eso no me rasgo las vestiduras con el artículo del compañero de digital sino que participo con él de ese vitalismo hedonista que me resulta irreprochable. Cuestión distinta es qué se pudo hacer para paliar los efectos indeseables del tumulto, que como dijo Ramón en su greguería, es un bulto que le suele salir a las multitudes. La turbamulta suele ser de suyo imprevisible y un sí es no vandálica y cochina. Pero eso es harina de otro costal.
Antón no ha incitado a emborracharse sino a disfrutar bebiendo con moderación, por eso no es él el malo de la peli. Esa condición le corresponde a quien enarbola la condición sexual de otro para criticar su escritura ("el marido del jardinero", dice con pedestre sarcasmo uno de los comentaristas). La condición sexual de la gente me importa un huevo de mico. Y traerla a colación por una columna constituye ruindad homofóbica propia de miserables que descalifica a quien lo hace.
Tampoco me agrada que se pretenda vetar la creación literaria -y la de opinión, de paso-, con el argumento de ser el creador un funcionario. Del concello, de la subdelegación o de una pedanía de Tomelloso. Porque ¿por qué Taín, porque es juez sí, y Antón, porque es funcionario, no?. Suerte que pasaron a la historia los tiempos que describía La Colmena, aquellos en los que se hablaba de la homosexualidad y la literatura en los siguientes términos:
- ¿Quiénes son esos?
- Nadie. Dos maricones y uno que escribe.
Suerte, repito. Porque con estos inquisidores de la condición sexual, con estos Torquemadas ¡joder! volvemos a la hoguera.