Bernardo Sartier
Todos a la cárcel
Van a retirar mi estatua del museo de cera, lo que resultaría muy doloroso si mi estatua estuviera allí, pero yo soy un mierda a quien no le erigen ni retiran estatua alguna y eso, viendo lo que hay, hasta me alegra. La que ayer mismo se llevaron en carretillo, siguiendo el destino de la de Urdangarín y Marichalar, es la talla de la Pantoja. Debió ser de no perdérselo ver a un currela de mono azul conducir el carretillo con la cera cincelada de la "Panto": "¡abran paso que llevo al almacén a Isabel!".
Azcona y Berlanga no habrían pergeñado un guion más cachondo.
Las cosas empezaron a ir mal para "Izabé" el día que Julián se sacó la minga de su esclusa, en plan efebo de vejiga desbordada, para liberar aguas menores contra un carro rociero. Luego sacudió el pájaro. Ella le sugería "dientes dientes, que eso es lo que les jode" y él respondía "gitana ¿tú me quieres?".
Más que amor lo que allí había era el enamoramiento de la lejía, un cariño blanqueador conocido en términos financieros como amor Guadalpín. Quiero decir que Julián e Isabel convirtieron la affectio maritalis en affectio societatis. Fue cuando ella dijo no me vais a grabar más y se lio a hostias con una cámara. Entonces él pasó del marinero de luces taurofilo al camarero reconvertido en alcalde que cambió la bandeja por el cazo y el bastón de mando por las bolsas de basura cargadas con billetes de quinientos euros: "¿Qué es eso, Julián?", "nada, Maite, una propi de un promotor agradecido al que agilicé unos trámites". Ella daba por buena la versión y se iban a la de Olivia Valere de postureo.
Maite respondió en el juicio que lo único que había blanqueado en toda su vida era una pared, pero esto era mentirijilla porque la Zaldivar, en los tiempos que no eran los dorados de Marbella ya le lavaba los calzoncillos a Cachuli, y siendo Muñoz de segundo apellido Palomo, no puede descartarse que sus calzoncillos, con el tiro que se gasta, contuviesen algún indicio de Palomo menor, o sea de palomino.
Todo fue en aquella época en la que en Marbella, si te descuidabas, el dentista te asfaltaba el cielo de la boca aunque tú le hubieras dicho que a lo que ibas era a empastarte un premolar. Aquel tiempo en el que ya no se bailaban las sevillanas de los Marismeños sino el son descuidero y apandador de los golfos. Ahora van todos en cuerda de presos cantando una conga carcelaria que más bien parece una saeta de trena y llanto. El caso blanqueo es la mejor síntesis de que lo robado no luce. Por eso decía que mejor que le priven a uno de la talla de cera, porque al final te ves subido a un carretillo. Que qué diría mi madre, la pobre.
18.04.2013