Bernardo Sartier
Las amistades peligrosas
A finales de los ochenta conocí en la discoteca Shiva a un tío majísimo. Era mi época noctámbula y etílica (todos tenemos un pasado). Con aquel rapaz entablé una relación cordial. Le perdí la pista al poco y a los quince o dieciséis años me enteré por los medios que había sido encarcelado por narcotráfico. Recuerdo que una vez le pregunté por su profesión: se dedicaba a la representación y venta de productos de limpieza, me dijo. Su nombre sonaría hoy a cualquier lector de prensa. Fin.
Con este introito pretendo razonar sobre una obviedad, es decir, que nadie es responsable del pasado ni del comportamiento de otro. Ni siquiera el presidente de la Xunta, por más que se haya apresurado a cursar unas explicaciones que él entiende imprescindibles pero que yo, contribuyente, no reputo necesarias. Ni creo que el resto de ciudadanos.
Dio la impresión Feijoó de actuar como el marido empalmado que, sorprendido en flagrante infidelidad, balbucea "esto no es lo que parece". Lo que choca de todo este enredo es que la política haya llegado a un estatus de bajeza moral tan considerable que imponga dar explicaciones por amistades de hace dieciocho años. Y que hayamos convertido el arte de la gobernación en una suerte de competición de poses y "postureos" en la que lo que prima es una estética de asepsia relacional.
Como administrado las amistades de Alberto Núñez Feijoó me importan un carajo. Las de ahora y las de antes. No, en cambio, que el Diario Oficial de Galicia adolezca, desde su última toma de posesión, de un estado de inanición legislativa preocupante. Eso sí me importa. Mucho.
Capítulo aparte, aunque relacionado, merece la actuación de Pachi Vázquez, acobardado para hablar claramente en su día de las fotos ("Feijoó e o narcotráfico andan ahí ahí") y advenedizo y oportunista ahora para propalar a los cuatro vientos lo mal chico que es Alberto, burdo intento de hacer leña de un árbol que ansía, claro, ver caído. En suma, tiró la piedra y escondió la mano y hoy se sube al carro del "ya decía yo".
Del resto de partidos tampoco se puede hacer prédica elogiosa: carroñerismo político en el vano intento de levantar en los despachos lo que se perdió en el terreno de juego electoral, ese que ahora intentan embarrar con un "manguerazo" evidente.
Porque la gestión política de Núñez Feijoó es opinable, faltaría más, pero relacionarle con el narcotráfico o el contrabando por una amistad del pasado es, a mi juicio, como comparar el culo con las témporas.
4.04.2013