José Antonio Gómez Novoa
Ventana indiscreta: Azar
Siempre inicio el otoño con un bajón importante. Me introduzco en la cama y soy incapaz de salir en varios días. Es tal el campo magnético del colchón, que mi cuerpo permanece en suspensión inestable en el espacio de lunes a jueves.
El viernes me planteo si estoy teniendo la vida que en realidad me merezco, y nadie alrededor me responde. Cualquier otro lo superaría pero yo no me recupero de la depre hasta el lunes.
El 30 de octubre, días antes de mi cumpleaños, decido acudir al homeopata/terapeuta/acupuntor chino Cai Fui Na, que me han aconsejado unas compañeras de gimnasio.
Entro en la sala, la enfermera o ayudante, ordena que me acueste y relaje en la camilla. Sin más preámbulos el susodicho me recibe cuál banderillero a puerta gayola, y clava las agujas de acero en varias zonas de mi cuerpo, con una profundidad que ríete de las prospecciones petrolíferas.
Las manipula y las hace vibrar de tal manera que el movimiento repetitivo produce en mi una sensación de traslación extrasensorial en la que se repiten varias veces el mismo número: 33.603, 33.603……..
Tomo conciencia repentina de la realidad cuando veo en la habitación al lado de un camelio artificial un buda enorme color oro que me mira y parece repetirme la cifra mágica.
Seré yo, las agujas, el terapeuta, buda, la constelación............ pero hoy que es el día de celebración de un año más conmigo, de asueto en Madrid, algo me hace soñar. He dormido en la puerta del Primark de Gran Vía, y llevo 10 horas de cola pasando frío confiando en que no se agote el décimo.