Ramiro Espiño
Me gustan las tradiciones deportivas
Sí, no puedo negarlo. Llámenme antiguo si quieren o nostálgico, pero soy de esos a los que le gustan las tradiciones, especialmente las deportivas. Me gusta que se respeten hábitos y costumbres que conocimos de niños y que ayudan a que nos identifiquemos con los nuestros.
Me gusta que los equipos vistan sus colores tradicionales. Que sean reconocibles. Que en las gradas se vea el color de sus camisetas de siempre, no un collage de colores formado por la mezcla de modelitos cambiantes de cada temporada. Al fin y al cabo no todos los aficionados pueden permitirse el lujo de comprar una camiseta (o dos, o tres) al año para llevarla puesta a los partidos, y aunque así fuese me gustaría que alguien me explicase si de verdad el beneficio real para los clubs, generado por la diferencia entre vender la camiseta de siempre u otra distinta, compensa a alguien que no sean los que fabrican y venden las zamarras.
Y en eso entra también el siguiente me gusta, el del respeto máximo a las aficiones. Cuidando los horarios y los precios de las localidades, que siguen sin estar los tiempos para alegrías, diga lo que diga Rajoy. Me da envidia la Liga inglesa. No sé si alguna vez veremos por aquí que un partido se retrasa para permitir que aficionados atrapados en un atasco o en un retraso ferroviario puedan llegar a tiempo. Me da envidia porque allí se respeta al aficionado presencial antes que al televisivo y el resultado está claro, las gradas llenas incluso en categorías equivalentes a nuestra Segunda B o Tercera. Nosotros mientras tanto vemos cada jornada más cemento o plástico al descubierto y el fútbol modesto en el que son raros los campos que reúnen más allá de 100 personas.
Me gusta que se juegue (y sigo con los ingleses) en estas fechas. Que niños y padres hagan una fiesta del fútbol y vayan juntos a un partido. Eso es sembrar para el futuro. Aquí cerramos el chiringuito para que las estrellas mimadas por la fortuna nos obsequien con selfies de sus afortunadas (e inalcanzables para el resto de mortales) vacaciones.
Y no me gusta la falta de respeto por símbolos históricos, a los que algunos presidentes, llevados por un repudiable adanismo (aclaro, no vaya a ser que alguno lo interprete como ofensa: expresión acuñada por Ortega y Gasset, que bautizó como tal a aquel que piensa yo soy el primer hombre y el mundo empieza conmigo) se entregan para intentar borrar cualquier huella de sus predecesores que pueda hacer sombra a su insaciable ego.
Vuelvo con ello para cerrar el círculo, que no es cuestión de seguir enrollándose, a las tradiciones. Que se respeten los trofeos que rinden homenaje a la memoria de personajes históricos y que se haga sin maltratarlos, cuando corresponde, que no todo es mercantilismo. Por citar un ejemplo lejano y otro cercano: el Trofeo Bernabeu, que este año no se jugará por primera vez desde su creación en 1979, homenaje a quien construyó el mejor club del Siglo XX, se cae porque D. Santiago le hace sombra al adanista Florentino. Y nuestro Luis Otero. Que lo devuelvan a agosto, donde siempre o casi siempre estuvo, como homenaje al olímpico pontevedrés y fiesta de presentación de nuestro equipo a sus fieles.
Llegado a este punto, tradición es también hacer un pequeño balance del año transcurrido, y a ello voy con la esperanza de que no se hayan cansado a estas alturas de leer el ladrillo precedente con que les obsequio.
Se apaga el 2014. No es que haya sido un año para tirar cohetes en Pontevedra, pero sí que podemos considerarlo como un año de transición hacia la esperanza de un 2015 mejor en todos los sentidos.
No pretendo hacer aquí un recorrido por las diferentes modalidades deportivas, ni hacer mención individual a cada uno de nuestros clubs y representantes (sería tan largo que me llevaría a mí un espacio que no tengo y a ustedes un tiempo que seguramente emplearán mejor en otros menesteres).
Se trata únicamente de dejar unas apresuradas reflexiones y un deseo firme para el año que comienza en apenas un suspiro.
Empezando por orden, en función de su masa social y número de seguidores, con el Pontevedra, que un año más se quedó (esta vez en las puertas) con las ganas de salir del abismo de la Tercera División.
Vamos ya por la cuarta temporada (esperemos que sea de verdad la última) y quizás algún día sepamos de verdad a quién le corresponde el mérito de esta triste andadura, a ver si así, de una vez por todas, el responsable del desaguisado deja de tocar la pandereta.
Pero como estos que vivimos son días de paz y armonía (o eso dicen, que luego vienen los cuñados en la mayoría de las casas a tocar el instrumento de turno), no haré de Pepito Grillo que son ustedes mayorcitos para sacar sus conclusiones y la mayoría las tienen más que claras.
Pues en la casa granate hubo cambio en las alturas. Y un verano movidito. El advenimiento de Lupe Murillo se produjo en medio de más tiranteces de las que algunos piensan. De esas que dejan heridas sin cicatrizar, provocando tantas críticas privadas como silencio público de determinados personajes claves en el devenir de la SAD, y que aún deben ratificar en una Junta General de accionistas (sin fecha fijada todavía) una provisionalidad legal incomprensible.
De lo deportivo no hace falta decir mucho más. La salida de Manu Fernández, provocada por una situación convulsa e inestable creada desde dentro, dio paso a Luisito. Y con el técnico de Teo llegó una tranquilidad que llevó al equipo a ser campeón de invierno y mirar el futuro desde lo alto.
Pero ¡ojo! No nos engañemos. Quedar campeón no es el objetivo. El objetivo no es otro que el ascenso y ese se consigue en junio, después de un play-off en el que quedar primero en liga es tener medio ascenso en el bolsillo. Por eso que nadie saque pecho, que estamos en la Tercera División de más bajo nivel deportivo de los últimos tiempos, a pesar de lo cual detrás viene un cohete llamado Deportivo B, además del Cerceda, que se me antojan los únicos capaces de disputar el título a los nuestros.
Yo no tengo ninguna duda de que el equipo será campeón. Otra cosa es el play-off. Desde agosto lo vengo diciendo, a este equipo le falta algo importante: oficio y experiencia para cerrar los partidos, además de calidad en el centro del campo. Eso por no hablar de ponerle una vela a la Virgen Peregrina para que a Pablo Carnero no le pase nada, que hoy por hoy es el único jugador capaz de marcar diferencias.
Parece que en eso se está trabajando. Se habla de tres refuerzos para cubrir las bajas ya producidas y alguna otra que podría caer en enero. Falta hará acertar y no escuchar los cantos de sirena de determinados asesores que sólo dicen lo que a los que mandan (¿o quizás debería decirlo en singular?) les gusta escuchar.
Claro que otra batalla incluso más importante que la deportiva tiene el Pontevedra que ganar en este próximo 2015, muy prontito, y no es otra que la económica, especialmente la deuda con Hacienda, todavía sin solucionar desde la salida del concurso de acreedores.
Ese es el primer partido a ganar, a ser posible con luz y taquígrafos, para que los accionistas y abonados sepamos de una vez por todas cuál es la situación real de la sociedad y sus posibilidades de futuro.
El segundo partido a ganar es conseguir de una vez por todas la paz social. Aunar a los diferentes colectivos de peñas y aficionados que son el alma del Pontevedra y que siguen divididos o más bien distanciados de los actuales gestores del club, sin que se haya dado un solo paso para intentar limar asperezas. Que nadie olvide que puede que no sean los que más aporten económicamente a la entidad, pero que sin ellos, sin los aficionados, los que están y han estado siempre, no los que llegan únicamente al calor del resultado o en busca de la invitación del amigo de turno en época de bonanza para ir a presumir al palco, el futuro del Pontevedra sería no sólo muy triste sino también incierto.
¿Y el Teucro? Tras el susto deportivo del final de la pasada temporada, el Teucro bien, gracias. Con el mismo presidente, Carlos García Alén, y nueva directiva, que viene siendo la misma pero reforzada con incorporaciones que vienen a cubrir las bajas por desgaste de otros que se han ido, pero que siguen cerca. Todos ellos con el denominador común de trabajar por amor a la entidad, porque aquí no hay lugar para figurones.
Caminando hacia una salvación económica que parecía poco menos que imposible no hace mucho, y con el rumbo deportivo bien dirigido hacia altos vuelos, impensable también hace muy poco tiempo. De la mano de nombres y apellidos de la casa azul (porque el apellido Domínguez lo es y si va acompañado con el binomio Puga ya para qué contar), camina firme y apunta a la vuelta a Asobal. Con cabeza, con criterio. Sin volverse locos.
Es lo que tiene la crisis llevada al mundo del deporte, que permite que con menos dinero pero más sentido común, se pueda aspirar a las mayores metas sin poner en peligro el futuro. El parón liguero llegó en el momento adecuado para respirar, coger fuerzas y afrontar el nuevo año con toda la ilusión del mundo, la que ha llevado a un grupo de valientes a rebelarse a una desaparición que parecía inevitable.
De lo demás, en su línea la Gimnástica, seria, coherente, responsable, sin estirar más el pie de lo que puede tapar la manta. También llevada de hombres que sienten la veterana sociedad como algo propio, porque lo es. A ellos corresponde, como cada año, conseguir que Pontevedra tenga una despedida de año con una fiesta deportiva como la San Silvestre, que ya traspasa esa condición de prueba deportiva para convertirse en todo un acontecimiento social.
Enhorabuena al Cisne por culminar con brillantez el año de su 50 aniversario, especialmente a Rafael Sánchez Fis, que lo fue todo en el club, desde jugador hasta presidente, para terminar siendo el encargado de dejar para la posteridad un libro lleno de nostalgia y datos imprescindibles sobre un club familiar como pocos.
Y mi admiración a tantas y tantas personas que en su mayoría desde el anonimato hacen posible el día a día de nuestro deporte en sus diversas modalidades, especialmente con los más pequeños. Sin ayudas apenas, sin esperar recompensa alguna, enfrentándose a cientos de problemas y obstáculos cada día, pero siempre desde la óptica del amor al deporte y a quienes lo practican.
A todos, al deporte pontevedrés, a sus deportistas, únicamente desearles que el 2015 les permita conseguir todos sus objetivos, que proporcionalmente Pontevedra es la capital deportiva de Galicia y vamos a seguir demostrándolo con el esfuerzo de todos.