Fútbol sin premio de un buen Pontevedra con la pólvora mojada ante el Navalcarnero (1-1)
Por Ramiro Espiño & Diego Torrado
Pasarón votó y lo hizo con aplausos antes y después del partido apoyando especialmente a Luisito y a su equipo, pero el Pontevedra no encontró el premio que mereció frente a un Navalcarnero intenso y práctico, pero al que sólo la falta de acierto rematador de los granates le permitió arrancar un punto, con un gol obtenido en propia meta, al igual que el inicial de los locales, en su único balón a puerta en todo el partido.
Jugó mucho y bien el Pontevedra en el primer tiempo y también en el segundo hasta que encajó el gol del empate, que pesó como una losa en su ánimo y en su juego. Tuvo ocasiones no sólo para ganar, sino para golear a un rival sostenido por la sensacional actuación de su portero Isma Gil, pero únicamente logró un gol y tuvo que ser un rival quien lo lograse en propia puerta. Lo demás fue una exhibición de pólvora en salvas y la constatación de que al equipo le falta un hombre de área que no perdone.
Apostó Luisito de salida por un sistema con tres centrales, en el que Kevin Presa, Adrián León y Bruno debían dar contundencia a la zaga, dejando las bandas largas para Marcos Álvarez y Álex González. Por el centro Álex Fernández y Prosi se encargaban de la construcción, mientras Añón, Berrocal y Jorge se movían en las posiciones más adelantadas, siempre con trabajo extra en la presión sobre los rivales.
Los cambios de orientación eran la alternativa a la combinación en corto y con ellos especialmente los granates hicieron sufrir a la zaga madrileña, desbordada además por la velocidad tanto de Añón como de Jorge, Marcos y Álex González.
El Navalcarnero optaba por el más tradicional 4-2-3-1 buscando soluciones ofensivas por el sencillo método de explotar el fútbol directo con balones largos a la espalda de los centrales, que respondieron con seguridad sin dejarse sorprender casi nunca.
Con estas premisas, el Pontevedra tuvo fortuna en su primera aproximación y mala puntería en las restantes, tanto que con un poco más de acierto el partido pudo quedar sentenciado en la primera media hora.
Tan sólo iban cuatro minutos de juego cuando un excelente pase en profundidad de Añón lo aprovecha Marcos Álvarez para ganar la línea de fondo y poner un centro envenenado que buscaba a Jorge y encontró a Stevens, quien al intentar despejar lo introdujo en su propia portería.
El único susto para la parroquia local llegaba un par de minutos más tarde, cuando Adrián León a punto está de devolver el favor, elevando sobre Edu al querer impedir que el balón llegase a Édgar. El balón entró, pero el árbitro invalidó la jugada indicando fuera de juego previo del mismo Édgar.
Lo que vino después fue un rosario de ocasiones locales, especialmente tres muy claras. Jorge la tuvo a los 20 minutos, en un centro de Marcos Álvarez similar al del gol, pero estrelló su disparo desde el borde del área pequeña en las piernas del portero. Luego sería Marcos quien rematase en botepronto obligando a Isma Gil a emplearse a fondo para mandar el balón a corner. Y por último la ocasión fue para Añón, que se encontró también con el portero madrileño para impedir el gol.
La oposición del Navalcarnero se limitó a buscar alguna acción a balón parado, que nunca pudieron rematar, y a emplearse con contundencia, ayudados en el listón arbitral, poco exigente a la hora de la señalización de las faltas en acciones que en más de una ocasión rozaron el juego brusco.
Al descanso las sensaciones eran buenas. El Pontevedra había dejado una excelente imagen de lucha, compromiso y calidad, con ese único lunar de la falta de puntería para haber sentenciado.
La segunda parte comenzó como había finalizado la primera, con el Pontevedra mandando, jugando bien y perdonando. La tuvo Álex González, en una buena combinación con Jorge que finalizó con un disparo flojo, pero la más clara llegaba en una falta lanzada por Prosi que Bruno remató de cabeza (minuto 49). Se cantaba el gol pero allí apareció Isma Gil en una soberbia intervención para mandar el balón a corner.
Y tanto perdonar terminó pasando factura. El Navalcarnero que no había disparado a puerta ni casi llegado al área se encontró con un corner. Ónega lo puso cerrado al primer palo y Berrocal lo peinó ligeramente hacia el interior de su propia portería al intentar el despeje. El colmo de la eficacia y fortuna, en el primer y único balón entre los tres palos que mandó el conjunto madrileño en todo el partido.
El gol descompuso al Pontevedra. Tanto que, salvo un tímido intento en un remate de Añón que salió alto, el equipo se diluyó como si hubiese perdido fe en sus posibilidades y el Navalcarnero, sin grandes alardes, pasó a vivir un partido cómodo en defensa y atreverse un poco más a salir de su parcela. Así hasta el minuto 78, en el que los granates tuvieron dos increíbles ocasiones en la misma jugada. Primer en un remate de Iván Martín a centro de Álex González, que estrelló en los pies del meta, y luego en el posterior remate de cabeza de Etxániz ante el que Isma Gil voló literalmente para sacarlo mandando el balón a corner.
Lo que quedaba se consumió en un querer y no poder. Los granates habían quemado su pólvora en salvas y el Navalcarnero le había visto las orejas al lobo, dando por bueno un punto que no merecieron los madrileños.
PONTEVEDRA CF (1): Edu; Álex Fernández, Álex González, Adrián León, Bruno, Kevin Presa, Marcos Álvarez, Jorge (Etxániz, minuto 64), Berrocal (Iván Martín, minuto 72), Prosi y Añón (Mouriño, minuto 76).
NAVALCARNERO (1): Isma Gil; Stevens, José Antonio, Manu, Álex, Carlos, Ónega (Fran Santano, minuto 72), Cidoncha, Édgar (Alonso, minuto 90), Joaquín (Llario, minuto 80) y Barbosa.
Árbitro: David Jesús Pinto Herrera (Tenerife), auxiliado en las bandas por Manuel Muñoz Guillén y Jorge López Santos. No mostró tarjetas.
Goles: (1-0) Minuto 4: Stevens, en propia puerta. (1-1) Minuto 55: Berrocal, en propia puerta.
Incidencias: Estadio Municipal de Pasarón. Unos 2.000 espectadores. El técnico del Pontevedra, Luisito, fue recibido con aplausos por la afición en el momento en que se dirigía al banquillo antes de comenzar el partido, después de la agitada semana vivida.
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