Audios grabados por la víctima, prueba crucial en un juicio por violencia de género: "va a ser esto un puto infierno"
Por Natalia Puga & Mónica Patxot
La sección cuarta de la Audiencia Provincial de Pontevedra ha dejado este martes visto para sentencia un juicio contra el presunto autor de dos delitos de coacciones graves a su antigua pareja. El caso, calificado como violencia de género, tiene una prueba clave que no es habitual en este tipo de delitos que suelen producirse en la intimidad de la pareja: la presunta víctima grabó en audio parte de los episodios que han llegado a juicio.
Alguno de ellos se ha reproducido en la sala de vistas. Hay audios de distintas duraciones, al menos dos de ellos de más de una hora, y se reprodujeron tan solo algunos fragmentos, pero ninguna de las partes los ha impugnado como prueba, de modo que serán tenidos en cuenta a la hora de dictar sentencia. Todos ellos la presunta víctima los grabó sin ocultarse, sino que el acusado reconoció que sabía que los estaba recogiendo. Sin embargo, quiso minimizar su importancia y también que están "descontextualizados".
El acusado, Óscar José S.P., y la víctima mantuvieron una relación durante dos años y no llegaron a convivir, sino que él vivía en Lugo y ella en Vilagarcía con sus padres. Uno de esos audios se realizó durante una discusión un día de San Juan de 2018, mientras todavía estaban juntos. En ellos, se escucha que él le dice frases como "te juro por mi hijo que de aquí no sales y si sales, sales con los pies por delante", "mientras yo esté en pie, de aquí no sales", "me has jodido la vida", "vas a estar aquí mínimo hasta el martes" o "mala pareja, mala compañera".
Ambos trabajaban juntos en una base medicalizada del 061 en Lugo, ella como médica y é como técnico de emergencias, y ella solía quedarse a dormir en casa de él entre guardias. Ese día de San Juan salían de una guardia y estaban en casa de él. Según denuncia ella, y considera probado la fiscala del caso, Rosalina Carrera, le impidió salir de casa en todo el día cerrando la puerta y guardando las llaves. De hecho, su abogada incluso considera que es un delito de detención ilegal, mientras que la Fiscalía lo considera coacciones.
La víctima testificó detrás de un biombo y relató que él "se puso agresivo" y ella grabó una parte de la conversación "porque tenía miedo" y, así, si el pasaba algo, quedaría como prueba, y si no le pasaba nada, le quedaría como recuerdo para que no volviese a suceder. Reconoció que no intentó llamar a la Policía a pesar de que tenía su móvil y en la casa había teléfono fijo y que él se fue de casa un rato a comprar tabaco y no aprovechó para pedir auxilio a los vecinos porque "tenía miedo a que me hiciera daño a mí o se hiciera daño a sí mismo", ya que había amenazado con ahorcarse porque ella tenía una "fobia" personal a encontrarse con pacientes ahorcados.
Según explicó, "me sentía totalmente bloqueada, me sentía anulada (…) estaba completamente paralizada", por eso no pidió ayuda. Al día siguiente, él le abrió la puerta sin problema y se fue.
El acusado reconoció ese episodio y también su voz en esos audios, pero cuenta una versión muy diferente y en el juicio relató que ese día habían estado tomando unas cervezas en la calle y, al regresar a casa, se produjo la discusión. Durante el enfrentamiento, según él, ella amenazó con suicidarse e incluso hizo amago de tirarse por la ventana o de clavarse un cuchillo, por eso él empezó a decirle que también él se suicidaría, para hacerle ver con ese "ejemplo" que "si yo me matase qué pensaría ella".
También reconoció que no la dejó irse de casa y lo justificó explicando que había bebido y no quería que ella cogiese el coche hasta Vilagarcía y también que "amenazó con tirarse" y tenía miedo de que hiciese algo malo contra sí misma si la dejaba irse. Asumió, eso sí, que "mis palabras no fueron afortunadas".
La relación continuó, pero ella asegura que él le pidió perdón y él que fue ella la que se disculpó. Además, ambos señalaron que se querían. La presunta víctima rompió la relación en julio de 2019 y, tras esa ruptura se produjo una discusión grabada en audio que se escuchó en la sala. En ella se escucha que él le dijo a ellas frases como "explícame qué coño pasó" o " va a ser esto un puto infierno".
Según el acusado, eso fue "una mala palabra" que está descontextualizada porque se la dijo porque estaba preocupado por ella, al pensar que le pasaba algo grave. Profiere frases amenazantes que, según él, las dijo porque "repetía las palabras de ella".
La presunta víctima relató que el acusado le envió algunos mensajes y audios de Whatsapp para que volviese con él, cambió guardias para coincidir con su ex pareja en el puesto de trabajo que compartían y llegó a meterse en alguna ocasión en la habitación de ella en la base medicalizada del 061 para que ella hablase con él y pedirle explicaciones de la ruptura. El 1 de agosto de 2019, poco después de romper, al salir de una de sus guardias, le pidió tomar un café y, cuando ésta se negó, le quitó el teléfono. Cuando logró marcharse, y mientras ella se dirigía a Vilagarcía, él realizó un total de 33 llamadas al móvil de ella.
También relató que en dos ocasiones le fotografió en Vilagarcía pese a que vivía en Lugo, rondando su domicilio. El 27 de agosto, mientras ella corría por la playa, se aproximó y le dijo que quería hablar con ella. Tras su negativa, la persiguió corriendo por las calles de la localidad hasta el despacho de su abogada.
El acusado justificó las 33 llamadas de móvil "porque quería que no hiciera ninguna tontería al volante", que se encontró con ella en la playa "por casualidad" y que acudió a Vilagarcía ese verano para ir a fiestas o conciertos como el de Leiva o Víctor Manuel. También negó que no aceptase la ruptura o que quisiese volver con ella, simplemente quería hablar con ella porque "estaba preocupado" y aseguró con contundencia: "jamás la he vejado, jamás la he maltratado".
Por la sala de vistas pasaron las forenses y la psicóloga del Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga) que valoraron a la chica y confirmaron que ella relató "una situación de manipulación" durante toda la relación que fue mayor hacia el final de la misma y que él tenía con ella "comportamientos manipulativos y de control emocional".
Durante su declaración en el juicio, ella contó que "cuando estaba en público, él daba una imagen distinta" a la que daba delante de ella, que "tardé en denunciar porque sabía las consecuencias que podría tener y también por miedo" y que acabó rompiendo la relación porque "cada vez iba a peor, me sentía machada, era como si él me fuese haciendo cada vez más pequeña". Cogió una baja, tuvo que cambiar de lugar de trabajo y relata que sigue con ansiedad: "todavía hoy no he recuperado la normalidad en mi vida".
La fiscala solicita para él una pena total de seis años de cárcel, así como una orden de alejamiento que le impide acercarse a su víctima o comunicarse con ella durante tres años y que indemnice a la mujer con 10.300 euros por los daños físicos y morales causados.