Kabalcanty
Sobre los alienígenas más terrenales
Es requisito indispensable dar esa sensación de sumiso ignorante estafado para llevar una vida ordenada en estos tiempos que nos ha tocado vivir. Tal vez siempre fue así, tal vez la impresión de que tiempos pasados fueron mejores impere sobre este ficticio presente, o tal vez sea el colmo del hartazgo tras unos años de tregua, sea como fuere lo que aconseja la sensatez más estrecha es subsistir con el culo pegado a la pared y la sonrisa bobalicona de un majadero venido a más. No sólo se nos restriega impunemente por la cara el comercio desbocado con nuestro agua, nuestro aire, nuestro suelo, nuestro sudor, nuestros mares, nuestras casas, nuestra libertad, sino que es de rigor que aguantemos el rechinar de nuestros dientes y nos abalancemos, en privado, eso sí, contra la almohada de nuestra cama y la dejemos tiesa a dentelladas. Es imprescindible dominarse públicamente y seguir escuchando a los esbirros del poder cómo lo malo y lo bueno permuta de mes a mes. ¿Se parece su sonrisa victoriosa a nuestra sonrisa decepcionada? ¿Son sus límites los nuestros? ¿De qué realidad hablan? Mi padre dice que haber consumido tanta televisión ha dado paso a que las personas se crean alienígenas, extrañas especies que, aún aparentemente iguales a todos nosotros, parecen habitar un planeta lejano. Casi nadie comparte con ellos sus opiniones fruto de que nadie les entiende, hablan en otro estatus de la realidad (alien reality), pero se les teme ya que poseen un prodigioso cañón desintegrador que puede hacerte desaparecer o, en el mejor de los casos, amontonar tus despojos malheridos en el precipicio de la exclusión social, algo así como un limbo para los pobres con una monumental puerta de titanio infranqueable.
Pero fijaros, estimados y sufridos lectores, que he dicho "casi nadie", mencionando a algunas personas que sí llegan a comprender ese galimatías alienígena. Tuve un conocido que reprochaba a los afectados de las participaciones preferentes, la mayoría personas de la tercera edad que confiaban de pleno en el consejo de ese simpático y conocido comercial de turno que se sentaba en la mesa de la agencia bancaria de siempre o en ese director que también siempre tuvo el detalle de agradecer los ahorros de toda la vida con juegos de sábanas, ollas súper rápidas o televisiones de plasma con TDT incorporado, reprochaba este conocido, os decía, el no haber leído la letra pequeña del contrato a los ancianos estafados. "Joder, no tengo derecho a quejarme cuando he firmado el contrato legalmente. ¡Es que queremos todo!", decía mi conocido en total concordancia con la jerga alienígena. "¿La solución?", le interrogué yo, temiéndome lo peor. "Has jugado a ganar y has perdido, simplemente", me contestó con todo su aplomo.
Este conocido mío, al que ya dejé de conocer por estas y otras cuestiones, había estudiado una carrera de ciencias con éxito notable que culminó con un empleo mayúsculo. Pero más tarde, entre los recovecos de su razón, sintió la llamada de las artes y se hizo Aristóteles y Platón, Verlaine y Rimbaud, Matisse y Rembrandt, y hasta se flageló el cuerpo para la acción y se vistió de Che Guevara y Lech Walesa. ¿Habrá que poseer ese compendio de conocimiento, refinamiento y energía para conectar con la raza alienígena que detenta el poder?
Sobre estos términos trajinaba mi mente escuchando el run run del aparato de radio en la barra del bar Prieto. Entrevistaban a un exministro un grupo de afamados periodistas en una de esas tertulias tan en boga. Cómo no sabía de qué hablar este próximo martes en mi columna del periódico PontevedraViva, se me encendió la bombilla y me puse a rumiar el asunto dándole caladas y más caladas a mi nuevo cigarrillo electrónico.
- Mira que es ridículo verte pegar chupadas a esa estilográfica, K.
Me dijo, saboreando su copa de ponche, Pepe, el mecánico.
- Me imagino, Pepe, pero es que parece ser que fumar también es algo que está por encima de las posibilidades de algunos que cada vez somos más y con los bolsillos cada vez más "pelaos". Yo ya no puedo pagarme el tabaco.
- Y por no fumarte el pijo te fumas esa pipa moruna.
Agregó Pepe, enseñándome todo el esplendor del sarro de sus dientes.
Baldomero acertó con su paño a una mosca engolosinada en unos granitos de azúcar encima de la barra. Nos guiñó un ojo y se volvió a colocar el trapajo sobre el hombro con exquisito donaire.
- Luego secarás los vasos con ese paño, "peazo" guarro.
Le espetó Pepe, dándome con el codo por lo bajini.
- El tuyo lo tengo en un aparte, alérgico al agua y al jabón para esas manazas llenas de dedos y de mierda.
Pepe se rió y me hizo una mueca cómplice.
- Baldomero -me adelanté a cualquier acontecimiento entre los dos- ¿no crees que la mayoría de los políticos son alienígenas que sólo les entienden otros alienígenas?
- ¿Marcianos? -responde, escrutándome con toda la humedad de sus ojos azules- Estos lo que son unos vivos de toma pan y moja. Si dijeran la verdad limpia, ¿a quién coño iban a engañar? ¡Ay, K, a veces me da en la pituitaria de que acabas de caerte de un guindo!
Y enfiló hacia el otro lado de la barra.
- Y ahora vas y lo tuiteas.
Apostilló Pepe, el mecánico, y volvió a escucharse en todo el bar su risa estentórea, afónica desde los bronquios.