Manuel Pérez Lourido
Y nosotros con estos pelos
Vivimos tiempos revueltos, tiempos de lacón con grelos y tiempos revoltosos. Pasas por la Herrería cualquier día a partir de las 8 pm y hay una manifestación esperando para salir. Todo el mundo recortado, y gracias, claro. El otro día vi a un amigo de un colega dando saltos de alborozo porque había conseguido un "chollo": un curro con sueldo de mileurista. Hace nada le hubiésemos acompañado a poner una denuncia en alguna parte y gritado con él "¡Abajo la explotación!" detrás de una pancarta.
La reforma de la ley del aborto hace poner el grito en el cielo a más de media aldea gala. Se trata de intentar dalre laica sepultura, pero a mi me susurran que los productores de esperma no tienen vela en el entierro. No nos dejan decir ni mú, sólo amén. Es la leche.
En la Carrera de san Jerónimo debaten el estado de la Conmoción y en O Hórreo Beiras se instala en el vociferío y la alharaca como medio de sachar votos en las leiras del populismo de esquerdas. Martiño Noriega, tras desmarcarse por la banda, se cala la gorra y se cita con el futuro. Sestayo sale ilesa de un accidente a la entrada de un garaje oficial y los del PSOE se hermanan con los del PP por culpa de unos dibujos japoneses. Las corruptelas hacen no tan extraños compañeros de cama.
En el concello de Santiago no se mueve nadie, no vaya a ser que aparezcan en la calle unos cuantos y haya que reconstruir el chiringuito desde el principio y vaya usted a saber quien tiene los planos.
Los ciudadanos y ciudadanas esperan, a pie de los caballos, una serie de casualidades que les arreglen un poco los pelos alborotados y las medias de color: que no indulten a todos los jetas que están pidiendo el indulto, que los bancos aflojen el crédito, que la recuperación económica, que va por barrios y aún anda por los más altos, llegue a los suyos; que la luz y la gasolina desgraven en la declaración de la renta (o similar); y saber de una vez cuánto ha costado Neymar. Bueno, no, esto último es un deseo que obedece a veleidades estadísticas particulares.
Se muere Paco de Lucía, y nos ponemos flamencos de la noche a la mañana. Nos enteramos de repente de cuántos discos había publicado y a qué dedicaba el tiempo libre. Lo ponemos en youtube y sustituimos la ignorancia por orgullo patriótico. El último logro del gran guitarrista.
Lo peor de todo, llegados a esta línea, es que aún no sabemos de qué va ir Ravachol este año, y eso es algo que hace que la vida carezca de sentido. Seguimos en un sinvivir.