Beatriz Suárez-Vence Castro
Un hombre bueno
Voy a echar mucho de menos a Luis Vaamonde, vecino y amigo.
La figura negra de la guadaña la ha tomado este año con Chancelas, la playa que más quiero. En febrero se llevó a Antonio Lourido y el viernes pasado entró en casa de Luis, sin avisar. Sin darnos tiempo a nadie de asimilar que ya no está.
Luis era como Antonio, un hombre bueno. Cuando se mueren personas buenas, la vida se hace más complicada, porque la bondad es el valor más importante. Aunque actualmente cotize a la baja.
Con la trayectoria que lleva el ser humano, en breve, la bondad va a ser considerada como discapacidad. O como "capacidad diferente". Acuérdense del día que se lo digo.
Hay dos frases que odio: "Lo que no te mata te hace más fuerte" y" Es tan buena que es tonta". Lo que no te mata te va restando fuerzas y deja una huella de dolor en ti. Si acaso te hace más sabio, pero no más fuerte. La bondad es la manifestación más bonita de la inteligencia. La más pura. Otra cosa es que salga mal parada ante el egoísmo. Pero no confundamos conceptos, que diría Manquiña.
Luis, además de bueno, era un hombre sencillo. Le recuerdo siempre con un pantalón vaquero y una camisa de cuadros por fuera, al estilo Rodrigo Cota, pero sin gorra y sin barriga, que sé que a Rodrigo no le importa que lo diga. Este outfit, añadido a que estaba prejubilado por un problema de salud y tenía que pasear mucho, llevó a alguna mente rarapensante a concluir que estaba desperdiciando su vida.
En una ocasión, una señora que se lo encontró paseando por la calle, le dijo: "Qué pena, hombre, con lo que valen todos tus hermanos que tú no hayas hecho nada. Luis contestó: "Bueno, yo soy ingeniero de Telecomunicaciones". Lo dijo igual que si hubiese aclarado que era miope. Dándole el mismo grado de importancia. Era así.
Tan bueno era, que cuando Nora, la que luego fue mi perra, y antes cuidaron todos los vecinos de A Travesía da Praia- especialmente Ana, la mujer de Luis- tuvo que estar a tratamiento por una infección en la vista, condujo todos los días durante más de un mes de Pontevedra a Chancelas, solo para administrarle el colirio con antibiótico que la perra necesitaba.
Quien hace eso por un animal que no es suyo, se hacen ustedes una idea de lo grande que tiene el corazón. Aunque refunfuñe, porque todos tenemos nuestras cosas, y él era refunfuñón.
También enseñó a Nora a dar la pata, creando un monstruo sin quererlo, porque Nora pasó el resto de su vida dándole la pata a todo el mundo, viniera o no a cuento. Se lo había enseñado Luis y, para Nora, lo que hacía Luis iba a misa.
Cada vez que lo veía por Campolongo, aunque vivía ya conmigo, me dejaba plantada y se iba corriendo como una loca a saludarle dándole la pata, bailando y luego subiendo hasta casi poner su cara a la altura de quien para ella seguía siendo su cuidador y profesor. Los perros saben practicar como nadie el agradecimiento y lo hacen durante toda su vida.
Antes de haber conocido a Nora, Luis y Ana tuvieron perro propio, Teo, un Golden Retriever precioso, que, después de que Luis le diera clase, ayudaba a sacar la bolsa de la basura, porque su dueño, además de su ignorada ingeniería en Telecomunicaciones, tenía una conexión tremenda con los animales y sabía educarles igual de bien que a los tres hijos que tuvo con Ana. Teo habrá sido el primero en recibirle donde esté ahora, con Nora intentando abrirse paso con la pata por delante.
Luis Vaamonde hizo muchas cosas buenas en su vida, aunque haya señoras que no se lo crean porque paseaba mucho y llevaba la camisa por fuera.
Le ocurría algo parecido a lo que contaba en la canción Dejad que las chicas se acerquen a mí allá por los ochenta, David Summers, que había chicas que creían que era drogadicto porque llevaba unos "zapatos raros". Estaba tan harto que lo tuvo que cantar. A Luis, en cambio, le daba bastante igual lo que dijeran de él porque lo suyo era un nivel de sabiduría que no tenemos los demás.
Te voy a echar mucho de menos Luis, así que cuídame a Nora y al resto de la familia, que aquí vamos a estar muy pendientes de la tuya.
Y a ver si la guadaña nos va dejando un poco en paz a los de este lado de la ría, que el verano del 24 se nos está haciendo muy duro.