Alexander Vórtice
Memento mori
A veces llega a nosotros la extrañeza de escribir poesía, cual acto plagado de significado; en ocasiones, llama a nuestra puerta el alboroto de unos sentimientos que piden paz, guerra y días colmados de justicia que, al fin, ponga las cosas en su sitio.
Acaso uno comience a escribir por mera supervivencia, o por desazón vital. Si es así, les puedo asegurar que la tinta derramada siempre será veraz, doliente y eficaz a la hora de remover nuestros espíritus lectores y nuestras conciencias.
Hay un "servicio fúnebre" en todos nosotros, eso me lo enseñó la vida, la muerte, los años y los daños. Hay una hoja en blanco dispuesta a ser perfilada por las enseñanzas de una existencia que requiere de argumentos veraces y penetrantes para darle sentido al sinsentido de todos los días.
Ahora V. F. asalta sus miedos y nuestros cielos gracias a esos golpes de versos verdaderamente intensos, necesarios y enriquecedores. 'Réquiem', poemario publicado por la editorial Discursiva, es su ópera prima, y se nos presenta como una necesidad lectora, como una expresión de versos malditos y severamente vinculados a los problemas propiamente humanos y sociales, sin dejar a un lado el memento mori que todos nosotros debiéramos tener en cuenta como reflexión filosófica que pone y quita vidas, que cambia todo tipo de circunstancias o sentires.
V. F. se cobija en sí mismo y en sus vivencias a la hora de darle forma exacta a su poesía, a lo que le pretende transmitir al lector mediante un ritmo frenético y unas imágenes poéticas repletas de giros estilísticos. V.F. nos hace viajar de fuera para adentro, con alma o sin ella, con el dominio del autor que posee alas de espiritualidad y que también conoce a la perfección aquello que habita en lo meramente material, en lo mundano.
O expresado a la manera del escritor y poeta inglés John Donne:
"La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque yo formo parte de la humanidad; por tanto, nunca mandes a nadie a preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti".
Dicho lo cual, estimado lector, le invito a que lea o, incluso, relea este poemario de pan, sal y lapsos existenciales, antes de que las campanas nos farfullen -una vez más- que estamos aquí de paso, de prestado, y que solamente los sentimientos verdaderos y apasionados le logran proporcionar sentido a esta luz intermitente que decidió ubicarse entre dos grandes, lánguidas y eternas "nadas".