Manuel Pérez Lourido
El arco iris de más de ocho colores
Conocí a Alberto Martín "cuando teníamos quince años / y de nuestros hombros empezaban a colgar las camisas / tan bien como de perchas", como decía José Mª Parreño en un poemario que alcanzó un accesit del premio Adonais de 1980. Hicimos el bachillerato y COU en el Instituto Sánchez Cantón y formamos parte de la misma pandilla juvenil aquellos años y también los de la carrera. Un pequeño sector de aquella basca, agrupado en torno a nuestras aficiones literarias, decidimos edita una revista literaria en una época en la que lo se llevaba eran los fanzines, más sustentados en el comic y la ilustración en general. La llamamos "Nous Sommes" y la llenábamos con relatos y artículos propios y alguna colaboración ocasional. La página central la ocupaban nuestros poemas y allí fue donde leí por primera vez los de Alberto.
Escribíamos no como si no hubiese un mañana, sino como si, además de saber haberlo, nos perteneciese. Ahora estamos ya en el pasado mañana y a todo lo que sucedió entre medias (trabajo, matrimonio, hijos, más trabajo) se le suele dar un nombre por consenso: la vida. Pero prosigamos el relato de lo acontecido en los años 80: tan malos no debíamos de ser a la hora de escribir cuando uno de nosotros tuvo que desplazarse a Madrid cierto día para recoger un accesit de Premio Adonais (el más importante de este país para autores noveles). Sí, se trataba de Alberto, quien se hizo acreedor del mismo con "Biografía de un traficante de no sé" (Rialp, 1988).
Ahora Alberto acaba de presentar en sociedad "El arco iris de más de ocho colores" (Ediciones Rilke, 2024) un volumen de 44 poemas dividido en tres secciones principales: infancia-compañera-despedida, con un primer poema a modo de preludio.
A pesar del tiempo transcurrido, este segundo poemario mantiene las señas de identidad de "Biografía...", continuando con una apuesta por la imaginería anclada en el surrealismo y una riquísima paleta verbal, sobre todo en lo referente a sustantivos y calificativos, a la que se añaden juegos léxicos y fónicos y, aunque en esta ocasión se prescinde totalmente de los títulos, persiste la ausencia de mayúsculas al modo de las vanguardias antiguas.
En "El arco iris de más de ocho colores" despliega el sentimiento sus alas en forma de fuerza verbal, de imágenes audaces y con ellas se hace eco en la página para construir un grito sereno y sincero.
Defiende el autor la idea de que es este, a pesar de las menciones de la muerte, un canto de amor a la vida y así lo podrá comprobar el lector. Estamos ante una celebración de la vida en toda su plenitud y por tanto con todas sus aristas, asumiendo las pérdidas y festejando su gloria.
La gente que se hace acompañar por la poesía en su trayectoria vital, sea gozándola, creándola o las dos cosas, termina por aprender a andar un poco por el aire. Nunca del todo, pero sí lo suficiente como para que resulte imposible evitar que se note. A pesar de todos los años transcurridos desde aquel poemario del Adonais, Alberto Martín deja bien claro en este que durante todo ese tiempo no ha dejado de andar un poco por el aire. Eso explica perfectamente su visión del arco iris de ocho colores