José Antonio Gómez Novoa
Ventana indiscreta: La delgada línea roja
En el milagro de los panes y los peces, cuando Cristo multiplica cinco barras de pan y dos peces para dar de comer a toda una multitud, pide a sus discípulos que tomen una barca para ir a la otra orilla, dónde él se reunirá con ellos. Mientras cruzan el canal, los discípulos ven un espectro que se aproxima a ellos por el agua. Este párrafo del nuevo testamento recrea en una fantasía, una solución tan sencilla y a la vez compleja como dar de comer a una multitud que tiene mucha hambre.
Pues bien, esas ideas alternativas sencillas en tiempos de crisis, de polarización, que plantea la extrema derecha y que ha asumido en parte la derecha tiene éxito entre los votantes. La promesa de proteger al pueblo y a la soberanía nacional de las serias amenazas reales que provienen del exterior: la noción de que Europa está siendo “invadida” por los extranjeros y que representan una amenaza real a la unidad nacional y cultural, evidentemente cala en la sociedad.
Sin ir muy lejos, tenemos el discurso antiinmigración de Orbán que se centra en proteger a Hungría de “los invasores musulmanes”, que según él acabarán destruyendo su identidad y cultura, a pesar de que sólo representa el 0,4% de su población.
Resulta curioso igualmente el malestar profundo entre los jóvenes, la clase media tradicional y la clase trabajadora, que ha ido aumentando su apoyo a la extrema derecha. La apelación a lo nacional para los nacionales, a los supuestos problemas sociales causados por los inmigrantes, la invocación a la ley, el orden, el fervor entusiasta a favor del pueblo (el campo, trabajo) y en contra de las élites, ha atraído su voto.
Pero intentemos hacer una lectura positiva de las elecciones al Parlamento Europeo del pasado domingo y pensemos que los europeístas (populares, socialdemócratas, liberales y verdes) sostienen la mayoría. Veremos cómo resuelven los responsables del partido popular europeo la encrucijada, mantenerse en el centro o dejarse llevar por los cantos de sirena de la ultraderecha. Es decir, hacerse un Von der Leyen (el centro resiste) o un Feijóo (sus alianzas explícitas en las municipales con Vox).
También es indudable que la socialdemocracia y la izquierda social no está encontrando las claves para responder a las inquietudes de la ciudadanía. No sólo se trata de comunicación o de los desencuentros entre ellos, sino que estamos ante algo de más calado. Hace falta un discurso, acompañado de hechos más creíbles y fundamentados.