Manuel Pérez Lourido
Pitagol y buenas compañías
Empieza 2024 y no ha vuelto el pitagol. Han vuelto algunas de las peores plagas para la humanidad: Operación Triunfo, los pantalones de campana, Netanyahu... pero el pitagol sigue desaparecido. Lo sé porque lo he buscado en Amazon y no lo había. Lo que no hay en Amazon es como si no existiese, como me temo que es el caso.
Por si alguien no lo sabe, el pitagol era un silbato hecho de caramelo que estaba en el mundo cuando este iba camino de convertirse en una porquería pero aún no lo era del todo. No había cambio climático, por ejemplo, la ciudadanía de los distintos países no elegía a frikis para que la gobernase y el ponían fútbol gratis en la televisión.
El pitagol era un ejemplo de las cosas bien hechas: tenías dos cosas por el precio de una. Jugabas con el silbato hasta que te cansabas de soplar o te daban un sopapo y luego te lo comías.
Aquellos eran los tiempos en los que los niños y niñas de Pontevedra jugábamos a "baranda" delante de la antigua delegación de Hacienda, al lado de la iglesia de san Francisco. Aprovechábamos el ligero declive del muro del edificio para subirnos a todo correr, ya que en el juego de "baranda" "el último que suba, panda". Al terminar de jugar íbamos al carrillo de María, en la Herrería, a comprar un pitagol. También jugábamos a "huevo, pico, araña". Era un juego muy divertido y muy físico en el que un equipo hacia una cola agachándose uno tras otro y el otro equipo tenía que saltar y montarse sobre la hilera de cuerpos agachados, sin caerse. Finalmente, el primer jinete hacia una figura con los dedos (huevo, pico o araña) y si el primer agachado del otro equipo la adivinaba, se cambiaban las tornas. Hoy en día nos llevarían detenidos a comisaría si nos pillaran jugando a eso: jugámos niños y niñas mezclados en los equipos y seguro que algo raro le verían hoy a tanto salto, tanto colisión corporal.
Junto al pitagol, eran famosos los palotes, los toffees, los chimos o las tiras de caramelos Seltz de sabor cola, pero la superioridad del pitagol radicaba en su versatilidad. Siniestro Total le dedica unos versos (o lo que sean) en "Rock en Samil": "Silbo rockabilly en mi pitagol / el cielo azul y brilla el sol / en el Vitrasa hacia Samil /hoy me voy a divertir."
A falta de pitagol, bueno es empezar el nuevo año con dos recomendaciones. El libro "El terapeuta y el algoritmo" del cineasta y pintor Mario Iglesias, una divertidísima novela que entrelaza drama y humor en una historia en la que la intriga hace de hilo conductor.
Y el nuevo artefacto sonoro del escritor y músico Luis Boullosa, "The Healing Wars Vol. 1: Enter the Meta-Pyramid ", segunda entrega bajo el nombre musical Digital Mother, un proyecto en el que el rock se sumerge en electrónica y en el que Manu G.Sanz suministra guitarras, teclados, saxo, batería y progamación para encargarse Boullosa del bajo, las letras y la voz.
Imposible comenzar el año en mejor compañía. Que lo disfruten.