Andrés Rivas Santos
Descansa, guerrera azul
Recuerdo 2007 como uno de los años más emocionantes que viví en Pontevedra. Tuve la oportunidad de participar, desde mi pequeña parcela, en un momento histórico del Leis 26 FS: el ascenso a División de Honor de fútbol sala. Y en poco tiempo el Municipal se convirtió, de algún modo, en mi segundo hogar. Aunque, siendo honestos, tal vez era más bien en el primero. Pero ojo, que esto quede entre nosotros, que O Gatañal es celoso por naturaleza.
Del día a día a pie de pista recuerdo con cariño la fraternidad entre las familias (en el sentido más amplio) del Leis y el Teucro, dos de los adalides en Pontevedra del deporte 'minoritario': esto es, en España, todo menos fútbol. Si hay algo que a los cangueses nos hace sentir como en casa es la pasión desmedida por el balonmano. Preguntad a Modesto Augusto. Y viceversa: ahí está para atestiguarlo Pillo y su apasionado romance con la hinchada del Frigoríficos, que casi ha dejado asegurada la permanencia antes de terminar la primera vuelta.
Aunque, siempre prudente, no quiera ni oír hablar de otra cosa que no sea la salvación, el entrenador pontevedrés es consciente de que en la cabeza de todos resuenan ya tres letras míticas: EHF. Y es que fue precisamente Pillo (el mismo que en aquel lejano 2007 devolvía al Teucro a su legítimo lugar, la Liga Asobal) quien tuvo el privilegio de dirigir al Cangas en su única participación en la competición continental, sucediendo en el banquillo a Don Alejandro López.
Cualquier incondicional del Frigoríficos (y, en general, cualquier amante del balonmano) siente aún hoy un escalofrío cuando recuerda al técnico vigués, que logró el hito de clasificar para el torneo europeo al club con el presupuesto más bajo de la Asobal. Fue tal su entrega al balonmano que, como todo santo genuino, cuando tuvo que luchar por su propia vida (contra un cáncer de pulmón), ya no le quedaban milagros para sí mismo. Falleció hace apenas tres años, a la edad de cincuenta y uno.
Así que siento decíroslo, hermanos teucristas: por más tiempo que pase nunca dejaréis de sentir ese escalofrío cuando oigáis el nombre de Elisa García, la guerrera azul por antonomasia, siempre dispuesta a dar -literalmente- hasta el último aliento para animar al equipo de su vida. De nuevo el cáncer deja mutilada a la familia del balonmano pontevedrés: primero se llevó al cerebro; ahora, al corazón.
Desconozco si, como cantó Lennon, Elisa llegó a perder la fe "en la magia () en la Biblia () en Jesús"... pero lo que sí sé es que siempre creyó en sí misma y en su excepcional y contagiosa fortaleza. Y en su Teucro, por descontado.
Descansa, pues, guerrera. Descansa, maestra, mamá, amiga. Descansa en paz o, si lo prefieres, descansa como viviste, en pie de guerra. Todo lo que con amor sembraste y alimentaste nunca se marchitará.