Manuel Pérez Lourido
Dormir bien o dormir mal
"Dormir bien está sobrevalorado". Estas son las palabras de un insomne impenitente, resignado como insomne y un poco jetas como buen impenitente. La gente que duerme bien no suele apreciar ese don, son otros los que se lo tienen que indicar, mirándoles con envidia desde el fondo de unas pronunciadas ojeras. Entonces es cuando se vienen arriba, lo cual le resulta fácil porque han dormido bien toda la noche y no tienen problemas para levantarse. Estos chistecitos son producidos por la falta de sueño, vale, ¿y qué? Los ricos también lloran y todo eso que ustedes ya saben o deberían. Los dormilones gozan de un estatus privilegiado a los ojos del pueblo porque el pueblo es un colectivo de costumbres y la costumbre de dormir se ha extendido a todas las culturas y también ha adquirido reputación (buena) la habilidad de hacer bien las cosas, de modo que quienes duermen bien han sido sobrevalorados por haber sido sobrevalorada su destreza, por llamarlo de alguna forma. Al mismo tiempo, se ha considerado desde antiguo como una desgracia la falta de ese talento (otra vez sustantivamos a lo loco). Pues ni una cosa ni la otra, ni tanto ni tan calvo.
Está bien dormirse bien, pero es algo en lo que poco mérito tiene que atribuirse el durmiente y además no es para tanto y no es es el fin del mundo si usted tiene problemas para conciliar el sueño. No importan lo que digan quienes se arrogan el título de especialistas en el asunto. Y, en el caso de que sí importara, lo mejor es hacer como que no. Y, por supuesto, hacer caso omiso de los apologetas del buen dormir. Alejarse de libros como "Por qué dormimos" de Matthew Walker, un best seller que constituye una autopista hacia la depresión para los pobriños insomnes. Estas iniciativas tan dañinas pueden ser en parte contrarrestadas trayendo a la memoria unos cuantos nombres de ilustres seres humanos que batallaron contra los problemas del sueño. Los Woodsworth, Borges, Hemingway, Scott-Fitzgerald, Sylvia Plath, Walt Whitman, Shelley, Kafka, Nabokov... y esto ciñéndonos al especto literario. Si usted se ve formando parte de esta prestigiosa familia, al menos en lo que concierne a este desgraciado destino, se sentirá más acompañado en las solitarias batallas nocturnas para cerrar los párpados sin esfuerzo alguno. O no: mal de muchos, consuelo de bobos.
Un estudio reciente cifra en un cincuenta y ocho por ciento el porcentaje de españoles que manifestaron "dormir mal" tras ser encuestados. Claro que habría que saber qué entendían que era "dormir mal". Como decía aquel: "yo si no duermo mis doce horitas, no soy persona". Con todo, es una cifra más que respetable: la mitad de las personas con las que usted se cruza por la calle han pasado una mala noche. Es que se viene uno arriba solo de pensarlo. Otra vez, mal de muchos consuelo de bobos. Y no hay cosa más deprimente que un bobo que duerme mal. Snif.