Jeannette Ramos Vega
27 días: Amanda
Con el pasar del tiempo enmudecí, me fui desgastando. Han pasado 30 años desde la última vez que respiré en la superficie y aún no toco el fondo de esta profundidad. No siento la arena debajo de mis pies. Ni siquiera sé dónde exactamente estoy. Siento mi cuerpo flotar al compás del vaivén de este sombrío océano que nunca me ofreció una bienvenida digna. Abro mis brazos para sentir si alguien llega a buscarme, estoy lista, pero no llega nadie, no llega nada. Ya se han despegado mis uñas y mi piel se convirtió en una arruga negra, papel mojado. Repaso una y otra vez todos los recuerdos, mis amores posibles e imposibles, el pasado, el tiempo usado, mi vida compartida con otros. Ya no siento los besos en mis labios como antes, quiero besar y que me besen. Los recuerdos son películas viejas, las mismas de siempre, no hay memorias nuevas.
Añoro sentir la brisa de los árboles y la frescura de los valles, aquel aire liberador. La lluvia que bañaba mi rostro y mis pies al mismo tiempo. Si. Deseo sentir el aguacero porque es agua diferente, sensaciones incomparables. Humedad amiga, no como esto que he vivido aquí abajo, esto es hielo, tanto así que no siento mis pulmones. Aquí no hace falta respirar.
Creo que me han desabrigado. Siento frío. Me olvidaron. Creen que ya estoy muerta. Vivo flotando, esperando, resucitando. Los días y las noche son mellizas, las horas y lo minutos igual de extensos, cortos, eternos. Salvarme dejó de ser la expectativa para los que aman. Encontrarme ya no es una meta posible, es el anhelo perdido. Soy remembranza para todos los que viven. Pero yo me siento hermosa de vez en cuando. Siento amor y odio por estas aguas que me rodean constantemente. Privilegiada porque aunque no son mías me han comprendido.
Necesito tocar fondo, quizás así pueda darme por vencida. La gente siempre me decía que había vida después de la vida, un limbo, un túnel, la luz brillante de la partida. Debo haber tomado el rumbo equivocado. No veo nada de eso. Nunca he visto un túnel, ni un ángel me ha venido a buscar, tal vez estoy viva.
Yo soy Amanda. Era un día de playa hermoso hace treinta años, el sol parecía querer enamorar la vida, era mi aliado. Para mí era el día perfecto. Me sentía enamorada. Eran las tres de la tarde cuando de pronto la fuerza de una ola gigante y poderosa me arrastró, arrancándome de los brazos del amor de mi vida. Lo amo todavía. Sé que el me está esperando parado en la orilla que me vio partir.
La ola gigante y yo bailamos unos minutos un tango apasionado y un bolero silencioso. No se escuchaba nada, solo un silencio silencioso.
Yo necesito tocar el fondo.