Pedro De Lorenzo y Macías
Caco visita a su familia en Fragoso
Llegó diciembre con mucho frío y lluvia; el jardín estaba lleno de hojarasca, aunque lo limpiaban a menudo. Muchos de los amigotes de Caco se habían ido de vacaciones, a otro clima más cálido.
Llegó la noche y cenaron todos juntos; Caco echaba de menos a la familia Cuervo, pues con sus parvadas se reía mucho; Micifú se lamentaba de que los pequeños cuervos le llenasen de caca, pues tenía un motivo para discutir y armar una de las suyas. Simón muy tranquilo expuso su estrategia.
- ¡Veréis!, Mamá Luisa y yo haremos un viaje al extranjero; no podemos llevaros con nosotros; pero hemos pensado que podéis ir a casa de Valentín; así estaréis con vuestros padres, hermanos y familia. También podéis ayudar a la Familia Cuervo.
- ¡Guau! ¿Nos quedaremos para siempre allí?
- Caco, como te lo dije la otra vez es, cosa tuya; cuando volvamos del viaje os iremos a buscar; si queréis venir con nosotros sería maravilloso, si no respetaremos vuestras decisiones y nunca dejaremos de quereros.
- ¡¡GUAU, GUAU!! Yo volveré con vosotros.
- ¡¡MIAU!! Yo también.
- Eso me agrada; pues para nosotros, sois una familia adorable y nos gustaría que viviéramos esta vida juntos.
Caco y Micifú hicieron caricias de agradecimiento, y que estaban de acuerdo con la decisión de Simón; pues así podía convivir un tiempo con su familia y recordar cosas de juventud. Micifú estaba más receloso, pues como siempre fue un gato metido, los animales del corral lo tenían de ojo.
- ¡Ay, amigo Caco! Me comen el rabo. Me tienen de ojo.
- No seas idiota. Antes eras pequeño y travieso; la gente de la granja lo comprende; lo peor es que no has cambiado en nada. Por eso te daré unos buenos consejos.
- ¡Qué sean buenos, sino me quedo sin rabo!
- Primero, no armes lío con Don Gallo, que yo ya tuve muchos follones con él; no te acerques a las gallinas ni a los polluelos. Segundo no le robes la comida a mis sobrinos que, aunque sean unos cachorros, tienen raza y, ¡Sí!, que te comerán el rabo. Si juegas con la cabra loca, no te acerques demasiado, pues puedes recibir un cornazo, que te dejará sin costillas.
- ¡Ay de mí! No puedo hacer nada.
- Si y mucho; haz lo que haga tu familia, pues ya tienen las labores designadas para cada etnia.
- ¡O sea! ¡Me tengo que comportar como un gato!
- ¿No eres un gato?
- Si. ¡Qué fastidio!
Ya diciembre entraba con muy buen pie; las montañas estaban cubiertas de copos blancos y resplandecientes; hacía frío, pero el paisaje era muy navideño. Todas las carreteras estaban heladas y había que circular con precaución.
Don Gallo se puso una bufanda para no tener problemas con sus kikirikis; quería estar en forma para no perder la autoridad de su corral.
Llegaron Simón y Mamá Luisa; Valentín y su esposa los recibieron con gran alegría; Caco les dio besos a todos, unos de despedida, otros de acogida, y se fue en busca de su familia.
Micifú, el mimoso, hizo la tragedia de quedarse sólo y todos se rieron de sus parvadas; pronto se esfumó como un buen gato.
Los dos matrimonios hablaron de sus cosas; Mamá Luisa contó que se iban de viaje, en crucero por el Mediterráneo, que visitaría Italia, Grecia y Egipto. Hablaron, charlaron de todo; pronto se despidieron. Simón dijo que sobre el veinte de diciembre estaría de vuelta. Valentín se ofreció a que ellos y su familia celebrasen la Navidad en su hacienda. Aceptaron.
Caco fue al encuentro de sus hermanos y hermanas; una ya se había casado; tenía unos cachorritos muy simpáticos; Esto de ser tío le hizo feliz. También estaban en la granja varios boxers, todos parientes; entre ellos, estaba Star, una cachorrilla muy maja y líder.
Pronto se escuchó un gran escándalo; gritos de guaus y miau. Fueron raudos. Micifú estaba acurrucado encima de un pino, el cual estaba rodeado por todos los cachorros.
- ¡Guaus! Baja, ladrón. Te vamos a comer el rabo.
- ¡¡MIAU!! El Rabo no, que manía.
- ¡¡Baja, baja!! Verás lo que te espera.
Llegó Caco y todos los animalitos; preguntaron qué pasaba con este número de circo. Pillín, que era el cachorro más avispado..........
- ¡Guau! Ese ladrón de ese gato nos comió toda nuestra comida y el muy cobarde se esconde en la cima del pino, pero cuando baje le vamos a comer el rabo.
- ¡Miau! El rabo, no; el rabo, no.
- Pues te colgaremos en la higuera como un ladrón que eres. En esta casa cada uno respeta lo de los demás.
- ¡Miau! Amigo Caco, he cometido un pequeñito error; probé la comida de los cachorros y estaba muy rica; sin querer la comí toda. ¡Ayúdame! Soy tu hijo; sé que no hice caso de tus consejos, pero no me dejes en manos de estos cachorros, pues tienen muy malas pulgas.
- Ya te dije Micifú que en el mundo rural hay unas leyes que cumplir, pero tú pasas de todo. Ahora veremos cómo arreglamos este problema. Lo más posible es que tengas que dormir toda la noche en ese pino.
- ¡Miau! No. Hace mucho frío y se me va a congelar el rabo y el pito. Me moriré de frío.
- Veremos lo que deciden los cachorros, pero mientras estás ahí arriba, vete pensando que aquí no hay mimos de Mamá Luisa.
- ¡MYAUUUU! ¡ME QUIEREN MATAR!!.
Caco y sus hermanos se reunieron con los cachorros; les dieron higos y empezó el juicio contra Micifú. Caco hizo de defensor y expuso que
Micifú es un gato bueno, pero un poco travieso; en vez de morderle el rabo era mejor castigarle sin higos durante dos días y así ellos tendrían
más higos.
Star intervino y manifestó que ante la comida todos los animalitos estamos tentados; que ellos podrían hacer lo mismo y no le gustarían que le diesen un castigo tan duro. Pillín consultó con sus hermanos y dijo.....
- ¡Está bien! Le perdonamos, pero durante cuatro días nos tiene que traer la ración de sus higos.
Llegado a un punto de acuerdo, Caco les dio las gracias a su familia y les pidió un poco de comprensión para Micifú; reconoció que era un gato
muy metido, pero que tenía un gran corazón, pues cuando él estuvo muy enfermo, no se apartó de su lado y que era como un hijo suyo.
El Clan Boxer, ante la exposición de Caco, decidió perdonarlo, pero que debía de cumplir las reglas sociales de la hacienda. Caco estuvo de acuerdo. Fue al encuentro de Micifú.....
- Baja, golfallán. Mis parientes no te van a comer el rabo ni darte las palizas que te mereces.
- ¡Miau! Gracias, Caco. Siempre fuiste un padre para mí.
- Eso lo saben todos. Acércate y deja ese dichoso pino. Ahora atento y grábalo en ese cerebro de mosquito. Aquí no hay mimos de Mamá Luisa, aquí hay un orden establecido de respeto, comprensión entre todos los seres de la granja. Tenemos unas obligaciones y derechos y debemos cumplirlos. Pero ya en el primer día armaste la de San Quintín, robar la comida a los cachorros.
- ¡Miau! Era rica y sin querer me la comí.
- Pudiste comer un poco, pero no toda, jetas. Ahora estaremos tú y yo sin higos durante cuatro días; este fue el acuerdo con mi familia. Voy hablar con tus padres sobre tu comportamiento.
- ¡Miau! Eso, no. No. Me vocearán.
- Tú te lo buscaste. Y yo me quedo sin higos durante cuatros días, como tú.
- Perdona, Caco. Te prometo que me voy a portar muy bien.
- ¡Ojalá! Habla con tus padres que son de la familia y te dirán lo que tienes que hacer; no hagas ninguna gatada más, sino el que te va comer el rabo seré yo.
- ¡¡FUUU! Estás de un borde político y además amenazante.
- Micifú, no mezcles la pierda política con la naturaleza; sabes que has hecho un acto delictivo y saliste absuelto, gracias a Star y yo.
- ¿Quién es Star?
- Pues una jovencita, creo que es de mi parentesco, pero muy lejano. Ella te defendió y tiene carácter, cosa que a ti te falta.
- ¿Estás enamorado?
- Bicho del demonio, vete con tu familia o te dejaré sin rabo.
- ¡Gracias, Caco! Me voy, pero estás enamorado.
- ¡¡GUAAUUU!!.
Amaneció con copos de algodón blanco: Valentín decidió ir a la montaña para ver cómo estaban sus bestas; Caco y Star se sumaron. Fue muy
difícil la ascensión hasta la cima, pues la nieve les retrasaba su ritmo; Caco sintió que sus pies se estaban congelando, pero Star iba risueña y
con mucha confianza; esto motivó a Caco, pues no quería que una fémina le ganase, aunque creía en la igualdad entre machos y hembras,
él debía demostrar que era más fuerte que ella.
Llegaron a la cima y todos los caballos, potros, estaban bien resguardados; Caco fue a junto de los potrancos y estos lo recibieron muy cariñoso; Allí estaba sus tíos, primos para defender los ataques de otras alimañas. Star y Caco jugaron con los potrancos a las carreras y lo pasaron muy bien.
Valentín dejó comida necesaria para varios días para las bestas y sus perros guardianes; después de las juergas entre sus amigos, los animales, bajaron despacio: Star y Caco iban jugueteando y Valentín exclamó: ¡Tenemos Boda!.
Al llegar a la hacienda, o masía, iban todos ateridos de frío; lo primero que hicieron fueron a la chimenea; se calentaron. Pero pronto se escuchó
un gran follón.
Eudosia era la esposa de Valentín y salía de la cocina, con la zapatilla en la mano, persiguiendo a Micifú que le había comido unos cuantos
jurelos.
- ¡Toma, gato maleducado!
Lanzó la zapatilla con tanta fuerza y el cabrito de Micifú la esquivó y ésta acabó agujereada por un cuerno de Doña Cabra, que montó un buen
jaleo.
Ya era la segunda metedura de pata de Micifú; Caco decidió hablar con sus padres y explicarles que estaba armando un lío al estilo de zapatero.
Los padres, hermanos, y la familia gatuna, nunca tuvo problemas con los habitantes de la hacienda; pues, aunque todos eran de diferentes etnias,
supieron acomodarse y respetarse.
Caco le expuso que Micifú era un gato muy mimoso por culpa de Mamá Luisa, que era muy caprichoso, y muy novato en la vida real, pero que
era muy buen gato, generoso y digno de tenerlo en cuenta. Pero que ellos le debían indicar, mientras estemos con vosotros, cuáles son sus obligaciones y lo que no debe de hacer. Hoy le había robado a la Mujer de Valentín varios pescados, y eso no está bien.
Micifu fue llamado por sus padres y por el clan gatuno; le manifestaron que ellos tenían unas obligaciones de vigilar la hacienda de noche, para
que las ratas, topos, serpientes que vienen a comer polluelos, no consigan sus propósitos.
- Tú te criaste con mimo, y aquí tienes que adaptarte a nuestra raza y cumplir con el convenio que tenemos todos en la hacienda: no robar, no fastidiar, colaborar con todos de la hacienda, pues, aunque somos de distintas etnias, hemos aceptado una democracia con respeto, compartiendo todas nuestras habilidades en busca de la paz y bien común. Hecho que no han conseguido los políticos de esta tierra. Micifú, no quieras ser un renegado, piensa y cumple con las normas que todos hemos aceptado.
Pronto se hizo de noche y todos se fueron a dormir; excepto los serenos, los gatos, que vigilaban todos los rincones de la casa y cobertizos. A
Micifú le tocó la ronda con su padre, pero este oficio no le gustó nada. Se emboscaron entre unas pajas; Micifú se durmió. Su padre pensó: "Pobre,
aún es pequeño".
(Continuará).
Pedro de Lorenzo y Macías.