Carlos Regojo Solla
Odisea
REACCIÓN POR SIMPATÍA
La parte negativa de un problema, que pueda condenar a éste a que sea irresoluble, es enfocarlo de forma errónea.
Preparando por libre la superación de una reválida, junto con un reducido y privilegiado grupo de compañeros, recuerdo el buen quehacer de un profesor de matemáticas, prácticamente particular, al que tanto debo, que nos hacía “desayunar” a diario con la resolución lógica de un teorema: enunciando una hipótesis, proponiendo una tesis y comprobando una demostración.
Una vez abiertas las seseras con este vuelo intangible, al llegar a la resolución de ejercicios, nos decía que para resolver un problema con un tiempo limitado (pongamos una hora), dedicásemos la mitad de ese tiempo a una lectura minuciosa, pausada y reiterada del texto; un cuarto para resolver, reservando el cuarto final para repasarlo todo. Ensayando el procedimiento una y otra vez, hasta adquirirlo como hábito de trabajo, en la práctica, los resultados finales de cada planteamiento nos demostraban fehacientemente la eficiencia de la lectura pausaba de un texto que pasaba de ser un lío inteligible a un proyecto claro de fácil resolución. Aquel profe nos enseñó a pensar y discernir sobre el caminar de los problemas matemáticos y de como la resolución pasaba por el análisis reposado de las partes para llegar a la comprensión global de lo que se demandaba.
Podríamos aplicar la técnica a otro tipo de problemas? Acaso el proceso no es otro que racionalizar el agobio de algo (cualquier cosa) que represente una dificultad?
De poco más de “una hora” dispone la administración educativa en general, para planificar un nuevo y atípico curso escolar que trae una problemática nunca antes sufrida, tal es la reducción de una ratio, ahora inasumible, y la ampliación consecuente del espacio vital por alumno, dentro de un aula, en educación infantil y primaria. Esto obligará a conjugar los elementos disponibles en el comienzo, controlables hasta marzo pasado, haciendo encajar de forma nueva todas sus piezas: espacios, alumnado, profesorado, material, currículo, agrupamientos, comedores, transporte higiene, ...
Se trata de una administración enrocada en solucionar el problema partiendo de la base de mantener el sistema dentro de unos vetustos edificios, que no hace tanto derrotaron el viejo sistema de las unitarias porque los tiempos así lo exigían, creando con ello, y como consecuencia de los agrupamientos masivos, dos nuevas y costosas rémoras de gasto económico considerable, tales son los comedores escolares y el transporte escolar.
Esta forma de agrupamientos, necesaria en su momento, es hoy por hoy muy discutible a tenor de las necesidades que conlleva la pandemia del coronavirus. Parece que lo justo en estos momentos sería separar en núcleos de menor entidad al factor humano y puesto que las unitarias han desaparecido, en una acertada política de autogestión, toda la comunidad educativa debería considerar recuperar espacios cercanos y habilitar el proceso educativo al trabajo celular en estos.
Hay profesorado suficiente en activo, e incluso en prácticas (nunca mejor momento para éstos), bien incentivado, con sus dietas de traslado diario correspondientes, capacitado para una movilidad de guerrilla.
Nos hemos prodigado en la adquisición de espacios dispersos por doquier propiedad de ayuntamientos y asociaciones culturales y vecinales que bien podrían ser aulas potenciales útiles para agrupar el alumnado de proximidad, desconectándolo de la dependencia maximalista del C.E.I.P. o C.P.I. de obligada referencia, en estos momentos, precisamente, la representación más clara de la masificación que se quiere evitar, pero que servirían perfectamente para absorber su cuota de alumnado correspondiente así como ejercerían de centros de control telemático del proceso.
Los servicios de catering multiplicarían su movilidad, o incluso llegarían a no ser necesarios según distancia domiciliaria. Una sencilla restructuración del currículo y un transporte escolar personal conciliado con el trabajo de los padres, junto a lo anteriormente expuesto, podría hacer viable una adaptación a las necesidades provocadas por el Covid-19.
Se trata, claro está de un sueño, una utopía, que para eso tiene la administración sus técnicos. Lo que sí parece es que no son éstos momentos de reivindicaciones profesionales ni políticas.
Parece un buen momento para comenzar, con nuevos criterios unificados y autogestionados a nivel local, un nuevo sistema educativo.
No me puedo sustraer al recuerdo de lo experimentado en el campo de tiro a las afueras de Viator, durante mi período militar. Allí, luego de lanzar las amorfas PO III, de baquelita ( no he visto cosa más fea en granadas de mano, el cine me inspira). Al rematar los lanzamientos, mas de uno de estos engendros quedaba sin explotar y, pese a disponer cada pieza de un seguro de recogida, era labor de artificieros reunirlas todas y pegarles un tiro. Claro está que el disparo, normalmente afectaba solo a una de ellas y las demás explotaban por simpatía. Es el mismo principio que utilizan las pirotecnias al separar las casetas donde se trabaja con el fin de minimizar las consecuencias del agrupamiento en caso de una pandemia; perdón, quiero decir una explosión
Esperemos a septiembre, ese mes tan mágico, con olor a libro nuevo, que esta vez puede traer síntomas de marceo.