Manuel Pérez Lourido
Codo de tenista
Me he pasado el verano peleando a brazo partido con una lesión: codo de tenista. Cómo he llegado ha lesionarme ahí ya es más difícil de explicar. No ha sido empinando el codo, qué ya veo venir a alguno. Tampoco jugando al tenis, porque yo no juego al tenis, ni he jugado nunca. Servidor jugaba "a las raquetas", y gracias. Solo la maniobra de lanzar la pelota al aire para golpearla y completar el saque suponía una complejidad indescifrable. No, me lesioné cortando una enredadera. Fue un asunto enojoso. No sé cuántas horas pasé hasta desenredarme y lograr salir de aquel atolladero victorioso. Pero fue una victoria pírrica: al día siguiente, lo que creí unas simples agujetas resultó otra cosa. "Epicondilitis" es el término médico, aunque dicho así parece incluso contagioso.
Pedí cita con el traumatólogo un mes después, por supuesto. Siempre hay que dejar que estas cosas se vayan como han venido; no prestrarles atención se nos antoja la mejor manera de que nos dejen en paz. No es un pensamiento racional, pero ¿quién es racional cuando tiene codo de tenista?
Cuando me planté en la consulta me dolía el codo solo con pensar en él. Versado en asuntos médicos, me abstuve de anunciar el diagnóstico que había obtenido vía google y dejé que el facultativo llegara a la misma conclusión. En cierta ocasión dejé traumatizado a un traumatólogo al explicarle que me había remitido allí una podóloga que me había detectado signos de fascitis plantar. El galeno torció el gesto, anunció que ni de coña (antes de examinarme) y finalmente escribió "dolor inespecífico" tras pautarme un tratamiento que, según me aseguró google cuando llegué a casa, es el indicado para la fascitis plantar.
Parece ser que lo primero que mi codo debería hacer sería rehabilitarse. Pedí vez en un lugar donde despachaban las sesiones pertinentes y, tras un mes en la cola, me dieron hora. Llegué allí con el codo dolorido y lo entregué a las fisioterapeutas como quien da un hijo en adopción (la misma cautela y desesperación). La epicondilitis es una dolencia muy común producida por acciones repetitivas que acaban inflamando el tendón. O por andar cortando enredaderas a lo bestia, de modo que tenía que reahibilitar una lesión sin mucho pedigree. Efectivamente, lo que me corresponde.
He terminado las sesiones y el dolor ha disminuido mucho pero sigue ahí. Volveré al médico, a llorar un poco. Mientras, me encanta la cara con que me mira la peña cuando le digo que tengo codo de tenista. Les enseño el codo y lo miran y luego me miran a mi, con expresión incrédula. Es muy divertido.