Pedro De Lorenzo y Macías
SAMAHIN: Origen de Halloween y sus mitos
En gaélico, Samhain significa «fin del verano». Los antiguos celtas lo celebraban como un puente del verano al invierno. Es una celebración milenaria, entre la noche última de octubre y el inicio de noviembre. Pensaban que se abrían las puertas de lo desconocido: el transitar entre el mundo de los vivos y de los muertos.
Ya habían recogido sus cosechas. Era época de la castaña, que la celebraban, asándolas en pequeñas o grandes brasas. El sol iba perdiendo energía, dando paso a la estación de fuerzas negativas: el invierno.
Su filosofía es panteísta. Sostiene como principios vitales el fuego, el agua, la tierra, el aire; unidos por una energía suprema, fundamentada en la naturaleza. Los griegos fueron los primeros estudiosos de la cultura celta. Sintetiza lo terrenal con los espíritus.
El aire representa, el saber; el agua, el atrevimiento; el fuego, el querer; y la tierra, el callar. Estos cuatro elementos están unidos al Espíritu que habita en el interior de las cosas. Respetan y buscan el conocimiento de las energías del planeta, de la naturaleza, de la luna y del sol. Estos últimos simbolizan La Gran Madre y el Gran Padre.
Destacamos la devoción por la Gran Madre, protectora de las diosas guerreras, lo que originó la igualdad absoluta entre la mujer y el hombre, olvidada por otras civilizaciones.
El día de los difuntos y Todos los Santos sigue en el Santoral católico. En el siglo XI, Odilon, abad de la Orden de Cluniacense decidió instaurar una jornada, dedicada a orar por la salvación eterna de los difuntos: el 2 de noviembre. En su inicio se rezaba por los monjes fallecidos en Cluny. Luego la Santa Madre Iglesia generalizó el rito, y lo hizo extensible a todos los fieles difuntos de la comunidad cristiana universal.
En el siglo XIX, escoceses e irlandeses la exportaron a Estados Unidos; fueron grandes emigraciones por motivo de las hambrunas de aquella época.. Este es el origen del Halloween actual (término derivado de All Hallows’ Eve, ‘Víspera de Todos los Santos’), una fiesta reimportada, luego, a nuestro continente en un intento de alienar nuestras tradiciones más arraigadas: precisamente aquellas que dieron origen y significado al rito actual de reverenciar a los muertos.
En nuestra tierra Meiga, su origen se remontan muchos siglos antes de Cristo. No tenemos enlace cuándo se hizo patente en ellos el culto a los muertos. Sintetizamos algunos rasgos.
"Las almas volvían en ese día a sus viejas moradas, para calentarse y comer junto sus familiares vivos, al lado de la chimenea. Solían encender una hoguera común con ramas de serbal o tejo, considerados sagradas. Con estas brasas encendían hogueras por todas las lareiras".
Durante esta noche nadie debía alejarse de la aldea; solo relacionarse con los vecinos. Correspondían a ellos y a sus antepasados. La muerte se vive intensamente. Durante este día su vida era una jornada de calma sostenida, sin tristeza. Se visitaban los familiares y amigos, haciendo las comidas tradicionales: el consumo de castañas. Elaboraban feroces calaveras en calabazas, en melones, colocándoles dientes con palitos y dentro una vela encendida. Era el rito para espantar a los malos espíritus (energías negativas), en esa noche de transición entre el verano y el oscuro invierno.
Antiguamente usaban los cráneos de los enemigos vencidos para iluminarlos. Los colocaban en los muros de los castros. De este rito, algunos defienden la tradición posterior de los cruceros, situados en las encrucijadas de bosques o aldeas despobladas; los rodeaban con piedras amontonadas, "llamadas milladouros" simulando calaveras.
En estos tiempos siguen el rito de depositar una piedra en algún cruceiro, solicitando un deseo a los espíritus que rondan el lugar.
Los druidas se internaban en los bosques; recogían bayas de muérgano, planta parásita que crece en las ramas de los árboles. Usaban una hoz especial, de material sagrado y considerado símbolo de pureza: el oro. Cocían las bayas en un pequeño caldero, elaborando pócimas curativas y mágicas. Los vecinos acudían a ellos para obtener sus vaticinios: casamientos, la suerte futura.
Un rito adivinatorio ha sobrevivido hasta estas fechas: "Pescar y pelar manzanas". En recipiente amplio, lleno de agua, se sumergía gran cantidad de fruta. La persona que lograse atrapar una manzana en primer lugar, sería la primera en contraer matrimonio. Se pelaba la manzana, cuanto más grande fuese la monda, mayor vida tendría el que la peló.
Las hadas y los trasgos eran libres de deambular por los caminos y las inmediaciones de la aldea. Se atrancaban las puertas; no se abría a los que pedían limosna. Algún valiente abría la puerta. ¡Era un hada! Suerte y fortuna para un año. Era un trasgo, maldiciones y calamidades y desastres.
Los druidas, al anochecer encendían hogueras con ramas sagradas, para ahuyentar a los malos espíritus y guiar a los muertos en la oscuridad. Los de la aldea se disfrazaban con pieles y cabezas de animales para asustar o despistar a los espectros. Era tradición efectuar sacrificios de animales, para aprovisionarse de carne y pieles para el invierno.
Este día celebraban el ocaso de un año y el nacimiento de otro. Por este motivo, buscaban en sus ritos qué fortuna tendrían en el año entrante.
Con el tiempo, debido al mezclarse con otras etnias, cultivaron la advocación hacia los muertos, dando origen de la Santa Compaña. Hay muchas versiones sobre esta leyenda. En el próximo ensayo, plasmaremos una. La que nos contó un amiguete: "El Mascarroñas".
¡A disfrutar de la noche! ¡Ojo con las "queimadas"!
Pedro de Lorenzo y Macías.