Manuel Pérez Lourido
Cuidado al abrir la nevera
El otro día, el tiempo en que suceden siempre todas las cosas interesantes, abrí la puerta del frigorífico, cogí un trozo de queso y la cerré. A mis espaldas escuché un gemido humano. No un gemido de esos, sino de los otros. Estremecedor, tanto que di un respingo. Hacía tiempo que no lo hacía y pensé, mira, un respingo. Pero en realidad pasé un segundo de miedo. Vi a Iker Jiménez. Escuché a Antonio José Alex en la medianoche, otra vez.
Nunca se me había pasado por la cabeza que la puerta de una nevera pudiese gemir como una persona. Me tomé el queso pensativo, que es una forma horrorosa de hacerlo, porque no disfrutas nada. He vuelto a nacer, me dije, exagerando para situarme a un paso del heroísmo que es donde siempre he querido estar. No más allá, porque le quiero bastante a la vida. Lo mío es ser un José Tomás de los días de descanso. Intenté pensar en el gemido solo para volver a estremecerme y lo conseguí. Pensar en el gemido, no estremecerme. Era, como he dicho, un gemido estremecedor, pero no lo era su recuerdo.
La mayoría de los recuerdos que tenemos son enternecedores, porque almacenamos en la memoria las experiencias que nos interesan y nos suelen interesar aquellas que posteriomente nos producirá ternura recordar. Sin embargo, yo debo tener averiado el filtro, porque guardo una cantidad de recuerdos desagradables que no es normal. Cualquier momento en que he terminado haciendo el ridículo o diciendo una tontería lo tengo archivado con copia de seguridad. A veces regresa uno de estos recuerdos y hablo en voz alta para alejarlo de mi mente, o me pongo a tararear cualquier cosa.
Tengo que apartarlo inmediatamente porque me resulta insoportable, ya bastante tuve con vivirlo en 3D como para revivirlo ahora en formato de cine convencional. Hay días especialmente nefastos que me los paso tarareando como un poseso. Es una batalla agotadora. La gente piensa que soy un tipo muy alegre, cuando en realidad estoy luchando contra la depresión continuamente en el campo de batalla de mi mente. Un último consejo: tengan cuidado al abrir y cerrar la nevera.