Marga Díaz
La Ribeira Sacra ourensana: Naturaleza, arte y cultura
Galicia rezuma arte, belleza e historia por los cuatro costados: las rías que forman un paisaje único, el patrimonio plasmado en cada piedra, en cada rincón de los hermosos cascos históricos de nuestras ciudades, la grandeza indiscutible de la Catedral joya del románico, que convirtió a Santiago en lugar prioritario de culto mundial o la todavía, casi salvaje naturaleza de las Illas Atlánticas… a los gallegos nos sobran argumentos sin pecar de chovinistas, para presentar a nuestra tierra como una de las más bellas del mundo.
Pero existe además otro lugar, un paisaje único donde montaña, bosque y río se unen para configurar un entorno privilegiado, que durante siglos ha ido conjugando tradición, cultura y arte: La Ribeira Sacra es uno de los paisajes más interesantes de Galicia, que ahora aspira por méritos propios a convertirse en Patrimonio de la UNESCO. Tradición y oficios ancestrales perviven en la Ribeira Sacra: las cerámicas artesanales típicas de Niñodaguia y Gundivós o los interminables viñedos labrados y trabajados en socalcos con el Sil y el Miño como telón de fondo, suponen un valor añadido a la belleza del paisaje. Pero además la cultura y el arte se dan la mano y sobreviviendo al paso de los siglos, han dado lugar a la mayor concentración de arte Románico Sacro de Europa.
Si la Ribeira Lucense, dejando aparte el grandioso Monasterio de Ferreira de Pantón esconde sobre todo tesoros en forma de pequeños Monasterios y recónditas iglesias, el lado ourensano nos sorprende con espectaculares Monasterios rescatados del olvido hace tan solo unas décadas. Dedicar un fin de semana a perderse por estas tierras es una obligación para cualquier gallego viajero.
Una opción para empezar la ruta es dirigirnos al Concello de Nogueira de Ramuín para acercarnos al mayor y antiguamente más importante Monasterio de toda la Ribeira Sacra, hoy convertido en Parador de Turismo: El Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil, nos recibe con su impresionante estructura, con el aspecto robusto que caracteriza las construcciones románicas, aunque remodelado a través de los siglos resultando en una hermosa fachada barroca, y rodeado de un paraje que sobrecoge al visitante.
Su iglesia románica y sus tres claustros todavía hoy visitables, son motivo más que suficiente para dedicar al menos una hora a esta joya de origen medieval, hoy cuidadosamente restaurada.
El más antiguo es el llamado Claustro dos Bispos, de estilo románico aunque con elementos tardogóticos en su parte superior. Destacan así los pináculos góticos, y todas las representaciones de los capiteles, algunos de ellos con figuras mitológicas aunque en su mayoría con motivos de origen vegetal. Aquí fueron enterrados los nueve obispos que retirados en el Monasterio contribuyeron en gran medida a la fama del mismo, de ahí su actual nombre.
A un lado nos encontramos con el denominado Claustro pequeño, también llamado Claustro do Viveiro debido a que constaba de una antigua fuente de gran tamaño que los monjes utilizaban como vivero de peces. Finalmente destacar el más amplio de los tres, el denominado Claustro dos Cabaleiros de estilo renacentista, llamado también da Portería ya que es el que nos recibe al entrar al Monasterio. Comunicado con la cafetería del Parador, es muy recomendable esperar al atardecer cuándo las luces del espacio porticado que lo rodea recrean un ambiente casi místico, muy relajante.
Continuamos nuestra ruta por las serpenteantes carreteras que nos acercan a la siguiente parada, hasta encontrarnos con el Monasterio de Santa Cristina literalmente escondido entre castaños y árboles centenarios. Todavía se observa como la disposición de la tierra trabajada en socalcos contribuía a mantener su aislamiento pues facilitaba la recolección de las castañas que constituían parte fundamental de la dieta de los monjes. Por algo buscaban retiro y sosiego en un lugar que hoy día sólo es habitado por una pequeña y protegida colonia de murciélagos. El visitante debe conformarse con atravesar su hermosa puerta labrada a modo de arco, y con adentrarse en su antigua iglesia para visitar sus pinturas murales del siglo XIX, que aunque hoy se nos muestran ya muy deterioradas, nos advierten de una belleza y maestría ancestrales. Pero lo mejor está por llegar: en Santa Cristina el tiempo no corre, se ha detenido hace siglos en su claustro abierto al exterior y lamido por las hojas de castaños centenarios. Es recomendable, mejor dicho obligatorio, dejar pasar los minutos escuchando el silencio y el sosiego que destilan sus muros.
Una vez salidos del trance podemos continuar nuestra ruta, atravesando bosques y miradores y buscar otro de los Monasterios que salpican la Ribeira Sacra:
Desviándonos unos cuántos kilómetros llegaremos a Montederramo, un agradable pueblo que acoge al monasterio que lleva su nombre. Quizá éste no se encuentra entre los mejores pero cuenta con una bonita fachada y dos interesantes claustros visitables.
Después de dedicarle una breve parada continuamos ruta y nos orientamos en dirección al concello de Xunqueira de Espadanedo, que acoge un Monasterio que sin ser de la espectacularidad de Santo Estevo, interesa por algunas peculiaridades, pues si bien en la actualidad parte del Monasterio acoge las oficinas del Concello y otros edificios administrativos, todavía podemos detenernos a visitar su iglesia destinada aún al culto, declarada Monumento Nacional, y su claustro de gran valor artístico y que contiene dos curiosos relojes de sol tallados en la piedra.
Terminadas estas breves visitas ya podemos enfilar hacia lo que a mi juicio es uno de los puntos de mayor interés de la Ribeira Sacra: El antiguo cenobio de San Pedro de Rocas. En el interior de sus dependencias se encuentra el centro de interpretación de la Ribeira Sacra, motivo por el cual tal vez podríamos haber comenzado por él la ruta, sin embargo dado que es uno de los lugares con más encanto creo que merece la pena dejarlo como broche final y terminar allí nuestro viaje.
El cenobio de San Pedro de Rocas es uno de los más antiguos no solo de Galicia sino incluso de Europa, que conserva hoy día gran parte de su estructura original que se remonta al siglo VI. Además de su antigüedad, el encanto de este lugar reside en su ubicación y su emplazamiento de carácter rupestre, ya que la roca es protagonista de toda la construcción.
La diminuta iglesia está formada por tres pequeñas naves a modo de cuevas, donde se conservan casi una docena de sepulcros antropomorfos que hasta finales de los 80 permanecían sin descubrir recubiertos de tierra y polvo. También se conserva en la iglesia aunque bastante deteriorado por el tiempo un antiguo mapamundi dibujado en la piedra, de gran valor histórico. Las capillas excavadas en la roca conservan sus primitivos altares con forma de mesa. Todo ello junto al misticismo del lugar nos traslada a una época lejana.
Fuera de la iglesia encontramos algunos sepulcros más, excavados en el suelo de roca y recubiertos de musgo pero que conservan muy bien su antropomorfismo.
También destaca el campanario en forma de espadaña que data del siglo XV, y que a pesar de ser de factura bastante posterior a la iglesia, conserva un aspecto casi primitivo al estar también levantado en plena roca.
Los alrededores del Monasterio merecen también una visita: hacer el sendero del llamado "Camiño Real" y sobre todo descender por el camino hacia la Fonte de San Bieito, a la que se atribuyen propiedades milagrosas, adentrándonos en lo que a la luz del atardecer parece ser un bosque encantado. Así al dejar la Ribeira Sacra ourensana nos iremos con la sensación de haber viajado en el tiempo…
Con todo, no debemos olvidar al auténtico protagonista de esta historia, el río Sil y sus cañones, y así debemos ir alternando las visitas de nuestro itinerario con paradas en los múltiples miradores que salpican nuestra ruta, para admirar la profunda cicatriz que según la leyenda hizo la diosa Juno a esta tierra, airada por la admiración que en Júpiter despertaba… Desde los "Balcones de Madrid" o "Cabezoas" las vistas a los cañones son impresionantes. Pero no hay mejor manera de honrar al responsable de tanta belleza que metiéndonos en sus entrañas y desde el embarcadero de Santo Estevo tomar la ruta con la que el catamarán nos muestra otra perspectiva diferente de esta tierra, adentrándonos en la profunda grieta, para apreciar desde abajo sus escarpadas paredes y los empinados viñedos casi imposibles que dan nombre a esta viticultura "heroica".
En la parte lucense nos esperan otras sorpresas: coloridos y casi inaccesibles viñedos, iglesias alzadas sobre hermosas vistas al Miño y pueblos celosos de sus tradiciones, que dan pie a otro viaje a estas hermosas tierras, pero esa ya es otra historia.