Beatriz Suárez-Vence Castro
La Botica
El ambiente cultural de esta Pontevedra nuestra a la que Antón Sobral ha bautizado como la pequeña Atenas, es difícil de creer si no se vive. Mucho arte junto, que diría un andaluz que estuviese de visita en la ciudad de la Virgen Peregrina.
Arte en la belleza de su casco viejo, en su Facultad de Bellas Artes y, lo que es aún más estimulante: en la gente, en cada esquina, en una agenda cultural a la que es difícil resistirse.
Hemos encontrado una asociación interesantísima entre la cantera de artistas y el Pequeño Comercio que espero sea una vía para revitalizarlo. Tiendas y bares son ahora lugares que albergan exposiciones de pintura y fotografía, escenarios de conciertos. Presentaciones de libros por el propio autor en las librerías son también habituales. Da gusto decir que Pontevedra está viva y se mueve.
Una de las últimas iniciativas para establecer sinergias entre arte y negocio local está a punto de salir a la luz. La Botica de la Plaza de España cumple 125 años y no es una fecha que se pueda celebrar a la ligera. No quiero dar más datos, como una spoiler cualquiera, pero si les anticipo que algo se está cociendo en la rebotica y en la cabeza de su actual propietaria, Fátima Martín, para que los pontevedreses puedan rendir homenaje a una farmacia que forma parte de nuestro paisaje urbano desde hace tantas generaciones.
Los amantes de las fotos antiguas y aquellos a los que le guste escribir historias, reales o de ficción, harán bien en pasarse por allí durante este mes y el siguiente, por si Fátima o alguien de su equipo quisiera adelantarles algo. De cualquier modo, la visita no será en balde porque el otoño es época en que bajan las temperaturas y las defensas y nadie mejor que ellos para aconsejarles algún remedio que ataje ese dolor de garganta que amenaza con amargarles la vida o algún producto de la selección de cosmética que es de las mejores que se encuentran por estos lares.
Sé que tocaba escribir de Pedro Sánchez pero una no siempre escribe de lo que toca. Escribe de lo que le toca, es decir de lo que le llega adentro, que es cosa muy diferente.
Además, el susodicho, me produce una pereza terrible. Y la pereza no es buena compañía. Debo contarles sin embargo, porque me parece de justicia, que en la última campaña electoral nacional de cuya fecha ya no quiero acordarme, una brava vendedora de cupones de la Cruz Roja, de las que también abundan por nuestra ciudad, se acercó para venderme uno y, cuando escogí el número me dijo que Alfonso Guerra se había llevado el mismo que yo, pero que Pedro Sánchez había preferido otro. No se crean que me sorprendí; me pareció lo más lógico, porque no tenemos los mismos gustos. Admito que lo de Alfonso Guerra me dejó un poco más descolocada pero gracias a este pontevedresismo que me recorre las venas, enseguida me repuse. Lo que de verdad me gustó fue el desparpajo de la vendedora para colocarles el décimo a ambos y a mí.
El que compramos Guerra y yo no salió premiado, lo que me entristece mucho más por mí que por él que, supongo , se habrá ido de la vida pública bien servido . Si a Sánchez le ha tocado, es una información que no puedo darles, pero con la suerte que tiene últimamente, me da que no. Pero para arte, arte, el de la vendedora.
No me digan que pasear por Pontevedra no merece la pena y, si el paseo lo terminan en la botica de la plaza de España este otoño, ahí sí que hay premio seguro.