Antonio Berengua
Las sorpresas de nuestro tiempo
Tengo la impresión de que, en la vida política del país, crece un planteamiento que conduce a pensar que nosotros somos los ciudadanos votantes en las elecciones con la servidumbre de ser espectadores de una partida de ajedrez que juegan otros, que son los que nos van a administrar y con la percepción de que, una vez concluido el proceso electoral, nuestro cometido finaliza en las tertulias de café que no van a ningún sitio pese a las críticas que se puedan hacer contra algún partido político, y es que unas nuevas o repetidas elecciones, como se quiera decir, arrastran un cansancio que tiene como lema que "vayan otros" a votar. Creo que esto es algo que debe superarse porque de no hacerlo la sorpresa va a ser como salir del portal y encontrarse con una calle distinta ,en otra ciudad y otro país.
Es así como ocurren problemas evitables con un mínimo de atención del legislador. Me refiero al tema de la acción popular, que pese a las alabanzas respetables de algunos partidarios precisaba de una supresión unificando el principio acusatorio del Ministerio Fiscal, o como mínimo, al menos hacer una reforma que explicara la procedencia de la acción comentada para la apertura del juicio oral. Sólo se trataba de añadir unos párrafos al texto legal y no permanecer quietos frente a las conocidas como doctrinas Botín y Atuxa, respectivamente, porque se produjeron en los años 2007 y 2009, y ,desde estas fechas ya llovió como suele decirse, de modo que a la pasividad del legislador se unen las distintas opiniones sobre resoluciones judiciales, que aunque sean de indiscutible calidad no deben sustituir el principio de legalidad en el proceso. Cualquier persona debe soportar el proceso con la seguridad de que el legislador lo dice y no de una interpretación de una resolución pues puede aventurarse que en el caso más conocido- que se está juzgando- la sorpresa puede ser enorme, porque puede acabar como debía haber comenzado, si bien hay que esperar la respuesta del Tribunal y desde luego en la historia del foro semejante ejercicio de la acción popular tuvo escasa aplicación, y, todo hay que decirlo, se corre el riesgo de convertirse en un instrumento de utilización partidista que es lo menos deseable en un sistema parlamentario de equilibrio de poderes.
Lo mismo cabe decir con la falta de evaluación por el legislador de las penas aplicables. Por ejemplo, puede ocurrir y de hecho ocurrió que una persona que comete una falta de lesiones –ya desaparecida- pueda soportar una elevada condena si en vez de contra un ciudadano cualquiera comete la falta contra un concejal, pues en el primer caso nunca pasaría de falta pero en el segundo se ve sometido a una pena de uno a seis años por consecuencia de una agravación específica, y eso que se rebajó, porque con la redacción anterior del texto penal sería de cuatro a seis años. De ese modo el trabajador de Jaen con la reincidencia podría llegar a una pena de entre cinco y seis años, aunque ya con la de tres años y seis meses resulta desproporcionada y no se puede evitar que los ciudadanos comparen este caso y los restantes de huelgas con las tremendas corrupciones. Creo que la equidad impone una solución, y me sumo a su indulto.
La sorpresa esperada puede venir de que ocurra lo que decía un político, en sentido figurado, sobre que lo importante no es entrar con prohibiciones a las huelgas sino que lo esencial es coger la pancarta y llevarla por donde te interesa. Esto es, una cosa son los argumentos de todo tipo que puedes lanzar fuera del parlamento y otra muy distinta es que te cojan la “pancarta” y entres en el parlamento pues inevitablemente has entrado en el sistema. Creo que esto explica los quiebros que pueden observarse en Pablo Iglesias, desde que comenzó con la teoría de la acción, del “si se puede”,- como se lee en el libro conversación con Pablo Iglesias –si bien es persona con un gran poder de convocatoria, y dominio del medio, y sabe paliar las situaciones pues incluso, no es casualidad el color de la camisa, el escenario y la música que elige para su campaña. Desde luego va a contar con mucha juventud que no pasa por lo que para ellos son viejas recetas, pero pienso que no cabe desconocer que su pensamiento está fraguado en el marxismo y en un cambio de dialéctica, cosa que me preocupa como partidario del sistema parlamentario que puede desaparecer con una estructura piramidal, por más que se quiera identificar con el cambio. Las reformas que proyectan no se van a conseguir charlando y quizás sea así, pero son fácilmente previsibles los grandes problemas que pueden originarse, y no se trata en modo alguno del recurso del miedo, sino de reconocer un estado de cosas difícil de desmontar, aunque serán las urnas las que decidan las propuestas. A este respecto yo que tuve que participar en muchos procesos electorales y confío en una respuesta masiva de votantes desde primera hora, que es un índice de real voluntad de cambio en el sentido ideológico que cada uno quiera, porque de otro modo vamos a una “carretera al infierno” con el agobio del viajante conductor del turismo respecto al enorme camión que le seguía y que incluso con la pura ficción de la película se lograba transmitir al espectador.
Desde luego creo que debe meditarse sobre las páginas de nuestra historia, llena de vicisitudes desde hace siglos por su situación geográfica y, por tanto, asentamiento de civilizaciones, que es cosa sabida por todos pero no respetada. Desde mi perspectiva de modesto lector de muchos años siempre sostengo que una cosa es que no vuelva a repetirse el suceso y otra muy distinta es que todo se arregle con arrancar las páginas que no interesan, algo que recuerda la quema de libros por el cura y el barbero para sanar a Don Quijote, y de esto hace ya siglos.