Manuel Pérez Lourido
La liga es del Barça
El Barça va a ganar la liga. Me baso para hacer este inaudito vaticinio en la estadística, en mi profundo conocimiento de la industria futbolera pero, sobre todo, en el sentido común.
También pudiese ocurrir que Messi, Neymar y Suárez pillasen una gastroenteritis por ingesta de ganchitos en malas condiciones y quedasen fuera del partido. Y que Florentino resolviese ponerle un piso en Marbella a cada jugador del Granada si empatan. Y que el árbitro, enajenado, pite tres penalties a favor de los andaluces y expulse a Piqué un par de veces. Aún así, uno confía en Luis Enrique, ese hombre casado con la adversidad que se partió la cara contra los italianos en el Mundial del 94. A Tassotti le cayeron, de oficio, 8 partidos y al árbitro lo premiaron con la final. El fútbol es así de grande (y de raro).
El tema es, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? El Barça iba camino de ganar la liga en Febrero; le llevaba 200 puntos de ventaja a sus perseguidores, ¿qué ha pasado? Esta preguntas son las que hacen del fútbol lo que es, aunque nadie lo sepa exactamente (qué es). Voy a explicar mi hipótesis, porque además de dotes de adivinación también exhibo insólitas capacidades analíticas. Veamos.
El Barcelona arrasaba justo cuando el fervor nacionalista se propagaba por Cataluña como un fiebre del dengue (sea lo que sea el dengue). Lo cierto es que apenas llegó a afectar ni a la mitad de la población, pero hacían mucho ruido. Tanto que Rajoy tuvo que reaccionar con la mejor de sus paradinhas delante del balón: una paradinha de meses que duró hasta que el árbitro pitó el fin de la legislatura y el partido se terminó sin que nuestro presidente en fundiciones hubiese chutado a puerta. Mientras tanto, Messi & Co. goleaban como poseídos por el vicio de propinar tremendas malleiras a los contrarios y asustar a las viejas. A los viejos también, que conste.
Cuando las últimas maldiciones situaron en el Parlamento a una ensalada de siglas y borraron del mapa a lo que quedaba de CiU (ya CDC), el ímpetu independentista empezó a diluirse entre calendarios, amagos y amistades peligrosas. La atención mediática se situó en el nuevo éxito de cartelera: En busca del pacto perdido también llamado Encuentros en la tercera fase, por lo que tenía de eso y de ciencia-ficción, como al fin resultó. Y mira tú que, desinflado el ardor independentista, se desinfló también el Barça. A Luis Enrique se le puso gesto de Tata Martino y Messi comenzó a deambular por el campo como buscando por el césped un papelito con citación de Hacienda. Llámenme desconfiado pero todos los últimos ataques de melancolía balompédica del astro argentino han coincidido con sendos episidios de problemas fiscales. Neymar estaba resacoso y sólo Súarez era capaz de seguir mordiendo, en el buen sentido.
Se consumó el descalabro en Champions: el fútbol viril del Atlético y un árbitro que saca una mano fuera del área, los apean. Sólo queda la liga. Mientras Alves entra en nueva fase maníaca hasta en los entrenos, Suárez anota goles de puro aburrimiento e Iniesta dicta lecciones, el equipo se va recomponiendo.
Este domingo se acaba todo. Auguro una gran victoria del Barsa y una reactivación del procés. Si no fuese así, auguro la misma reactivación del procés. Hagan sus apuestas.