Manuel Pérez Lourido
El año más violento
1981 fue el año más violento, según las estadísticas, en la historia de Nueva York. La historia que cuenta A most violent year transcurre en esa ciudad, durante el invierno de ese año. Un inmigrante y su familia intentan sacar adelante su negocio, una empresa de suministro de combutible, mientras la violencia y la corrupción amenazan con echar por tierra su trabajo de años.
Estamos ante una película tardíamente estrenada en España (abril de este año) que es, ante todo, un drama de ambientes y un ensayo visual sobre los mecanismos de la corrupción. Es decir, que no podría estar más de actualidad. Abel Morales, un emigrante hispano, intenta regentar el negocio en el que comenzó de camionero y del que lleva las riendas tras casarse con la hija del anterior propietario. Pero su manera de hacerlo contrasta vivamente con los modos y maneras de su antecesor: Abel (el nombre no es casual) intenta no comprometer ciertas convicciones morales, que serán puestas en entredicho conforme avance el film. Se niega, por ejemplo, a armar a sus conductores, pese a que vienen sufriendo una serie de asaltos por parte de una "mano negra".
Cualquier producto de Hollywood caería en la tentación de montar un thriller grandielocuente sobre el sueño americano, que el protagonista ha alcanzado y trata de defender, incluyendo dircursos moralizantes sobre la ética, la integridad y los valores con mayúsculas. Pero en este drama que se cuece y se va revelando a ritmo lento no existen los héroes inmaculados ni las cosas acaban siendo como parecen. Se dicen grandes frases en lugares pequeños y en conversaciones cara a cara. Con todo, uno de los rasgos de gran cine que muestra esta película es que sus personajes terminan siendo definidos por sus actos, más que por sus palabras.
Hay violencia en A most violent year, nunca gratuita, sino todo lo contrario. Como en la memorable escena en la que el protagonista y su mujer atropellan una noche a un ciervo. Pero la mayor parte del tiempo la violencia sólo se insinúa, o se susurra, como cuando le dicen a Abel "no somos buena gente para pedirle un préstamo".
El aspecto visual es muy importante, salvo por los mensajes de la radio de la compañía, no hay mucho rastro de nombres que relacionen los escenarios con Nueva York. Podría tratarse del invierno de cualquier ciudad industrial norteamericana.
Abel, siempre de traje cruzado, siempre con un abrigo de piel de camello encima, recorre el metraje de la película con rostro impenetrable, intentando hacer las cosas bien, tratando de distinguirse de los métodos de su suegro y rechazando las sugerencias de su esposa de regresar a ellos. En su empecinamiento hay algo extraño, un porqué que no se desvela y que impide al espectador identificarse totalmente con este tipo de protagonista. Abel parece en todo momento haber desembarcado en esta cinta directamente de la saga de los Corleone, el mismo aplomo que un Al Pacino joven, pero para hacer un papel antitético."He pasado toda mi vida intentando no convertirme en un gangster" confiesa en un momento dado.
La réplica a esta actitud la tiene en su propia cama. Anna Morales (Jessica Chastain) lleva las cuentas de la empresa y no muestra las misma reticencias que su marido a la hora de combatir al enemigo con sus propias armas, literalmente. Un personaje que invita a la referencia de lady Macbeth, pero ciertamente complejo.
La película reúne un excelente trabajo actoral, un buen guión, a cargo del propio director, y un eficaz trabajo de este, J.C.Chandler, al que la crítica especializada no cesa de comparar con Sidney Lumet.
Autor de Margin call y Todo está perdido, con esta tercera entrega el cineasta de Nueva Jersey sube un buen tramo de la escalera que conduce a la excelencia.