Manuel Pérez Lourido
Anglofilia
Llegó cinco minutos tarde pero tuvo que esperar otros diez. Saludó al entrar, se sentó y empezó a hablar sin que le preguntasen. Soy anglófilo, dijo. Tengo treinta y cuatro años, estoy casado, un hijo de cinco. Gallego de nacimiento, siempre he residido aquí. Hablo y escribo en gallego y castellano, bueno, lo de escribir en gallego, regular. Y soy anglófilo, doctor. Perdido.
El médico, un hombre unos diez años mayor que él, de barba recortada y gafas de pasta bastante pasadas de moda, se echó hacia atrás en el sillón mientras recordaba el consejo de su padre, el teniente coronel Clavero, de que nunca, nunca, trabajase para la Seguridad Social.
Retomó la palabra para indicar que su nivel de inglés no llegaba ni al B1, que se había presentado al PET dos veces y nada, que escuchaba mucha música en inglés, eso sí, pero las series y las películas las veía siempre en versión doblada. Bajo mucho por internet, puntualizó. Casi no veo la tele. El doctor lo miraba de hito en hito, sin pestañear, aunque en realidad estaba a cientos de kilómetros de allí, presentando sus respetos a su progenitor y reconociéndole que sí, que tenía razón, otra vez más.
Siempre he pensado que los anglosajones son una raza superior. Gibraltar está muy bien como está. La libra esterlina es una bendición para la economía mundial. La Thatcher nunca me cayó antipática... su perorata fue cortada con un gesto con la palma de la mano por el facultativo.
Vamos a ver, ¿usted por qué está aquí? Ya se lo he dicho: soy anglófilo. Y quiero dejar de serlo. Quiero ser gallego y español solamente. No es que tenga nada contra el Reino Unido, los Estados Unidos, Australia... Sí, ya,ya, le interrumpió, desesperado, el médico. Pero esta querencia por todo lo de ellos no es natural, doctor. Me desespera, you know.
El médico se agarró la cabeza con ambas manos, pensando. Tres segundos. Luego le pidió el talonario de recetas y escribió el nombre de un placebo. Tómese una por la noche durante un mes: mano de santo.
Satisfecho, quiso leer el nombre escrito en el papel, pero claro, era letra de médico. Se levantó de la silla. Le estaba tendiendo la mano al doctor para despedirse cuando se volvió a sentar de golpe.
Otra cosa, doctor, muy importante ¿Es normal que, en ocasiones, encuentre atractiva a mi suegra?.