Alexander Vórtice
"The show must go on"
Siempre que un año llega a su fin una especie de emoción desbordada de nostalgia se apodera de casi todos nosotros. Acaso sean los residuos de los años que van pasando a velocidad de vértigo o la prontitud de una tortuga artrítica, siempre dependiendo del calibre sentimental de cada uno.
Conozco a más de una persona que gusta en recibir el año viendo una buena película, un clásico, quizás porque este acto siempre es una buena manera de poder evadirte durante unos minutos de la realidad vigente. Hay otras personas que no le dan importancia alguna al paso de los años; éstas son personas en apariencia mucho más curtidas, que cuando les felicitas el año nuevo te observan con cara rara, al tiempo que sabes que por dentro están murmullando algo así como "pobre animal". Después está el devoto fiestero que ve la insana oportunidad de festejar el año con litros de alcohol, un matasuegras en la boca y un traje con corbata negra que sin duda- acabará tirada poco antes del amanecer en cualquier papelera, al lado de dos vomitonas y unas bragas rojas casi sin usar.
Por lo demás, suma y sigue, o dicho de otra manera: "the show must go on". Y es que esta última frase no la digo yo, que bien pudiera expresarla incluso sin importar el contexto, sino que la puso sobre la mesa el bueno de Bernardo Sartier el día 30 del mes pasado (ya rozábamos el 31 y el frío oprimía) cuando, en un intento vano por mi parte a la hora de respaldarle en el tanatorio de S. Mauro donde se velaba a su padre recién fallecido, la pronunció sin más ni más, como dando ánimos a los que no los necesitábamos en aquel preciso momento. Porque la vida también es eso, oiga, un tanatorio con un fallecimiento inesperado de un familiar que jamás volveremos a ver físicamente por motivos de mortandad.
Luego, el día 1 de Enero, alargando ya su mano pueril el año 2015 por las calles de Pontevedra, Sartier y yo hablamos sobre la lealtad, que es un tema que a mí últimamente me trae la cabeza rota o al menos un tanto malherida. Bernardo afectado, lastimado, apesadumbrado, lleno de todo y de nada, confiriéndome consejos como buen amigo y mejor maestro que él es y así fue que supo aclararme un par de cosas sobre el género humano que aún ahora llevo dentro de mí, para masticarlas y valorándolas en su justa medida, para crecer algo como persona, o al menos no decrecer y (sobre) vivir entre zopencos.
Y es que, en resumen, estas son las cosas esenciales del individuo por mucho que se empeñe uno en hacer aspavientos intentando gobernar utopías: lo fundamental pasa por ser agradecido, leal, noble, fiel a uno mismo y muy fiel a las personas que en verdad sabes que te estiman. Los individuos que no hacen esto no son más que muertos en vida, zombis carroñeros a los que no les importa el paso de los años, ni siquiera los cominos.
Por lo demás, Bernardo, mi más sentido pésame y muchas gracias por tus lecciones de vida.