Manuel Pérez Lourido
A los lectores fieles
Hay gente que lee estas columnas de opinión, por extraño que parezca. Hay incluso a quien le gustan, aunque sean como los pimientos de Padrón y unas piquen e outras non. Hay incluso quienes disfrutan haciéndolo, igual que si comiesen pimientos de Padrón. Y luego está todo lo contrario. Sobre los que se adscriben a esto último, que se den con un canto en los morros con ser mencionados. Los que dedicamos un rato de nuestro valiosísimo tiempo a escribir estas cosas, sacrificando el que podíamos estar invirtiendo en procurarnos fortuna (hablo de pasta gansa, de miles de euros, de doblones de oro, de...) sabemos apreciar a los lectores fieles. Les somos fieles a los lectores fieles. Los amamos como a una ola y bebemos los vientos y los vinos de los furanchos en su honor. En serio, con respecto a ellos, el afecto va por dentro, como una procesión de sensaciones gratificantes, pero va.
El lector fiel es la rosa de los vientos para el columnista. Esto no sé qué quiere decir pero mola un cacho. Decir "mola un cacho" en una cosa de estas es un guiño a los lectores fieles, un decir "eh colega, titi, aquí estoy yo para coleguear contigo y hasta soy capaz de deslizar vocablos redundantes para brindar por tu simpatía. No es que se caiga en el lameculismo, que eso conduce al servilismo y a las infecciones, pero se procura agradar al lector para que este diga: "mira como me quiere agradar este, venga, vamos a leerle un poco más".
No sé yo porque estoy confesando ahora los intríngulis de la crónica bufa e indigente, así como los bajos instintos que mueven a quienes la perpetran con regularidad desvergonzada con el fin de conseguir que un puñado de seres humanos arriesguen sus meninges en la degustación de sus pimientos de Padrón, teniendo en cuenta que a unas veces les salen churrascados, otras no tienen sal y en ocasiones quedan medio crudos. O se les atraganta un párrafo de medio metro, como el precedente.
En fin, que yo venía a sacarme el sombrero y a sonarme los mocos, emocionado y tal, ante los fieles lectores de estas columnas de opinión, que son como las meigas: habelos, hainos.