Manuel Pérez Lourido
Las chicas de las canciones
De entre todas las preguntas retóricas que en el mundo hay, arrancamos hoy con dos muy cercanas. La primera nos la hemos hecho todos en un momento u otro, aunque ya más bien en otro, y la segunda es privativa de los lectores de este medio.
Cantaban Circodelia allá por los años 90 "¿dónde están las chicas de las canciones?" y decimos, a punto de finalizar el 2014, "¿dónde están los trolls de Pontevedra Viva?".
Casi vamos a olvidarnos de la pregunta de los madrileños (si acaso, respondo diciendo que me he casado con una de ellas) y entremos al ostentoso trapo de la segunda.
Cuando apareció este periódico digital, uno de sus puntos fuertes radicaba en la inmediatez y agilidad que proporcionaba internet. Eso podía traducirse en una fantástica capacidad de feed-back a través de la línea de comentarios a los artículos y colaboraciones. Como es sabido, una cosa es la libertad y otro el uso que se hace de ella. Amparados en el anonimato, una serie de comentaristas se dedicaron al modernísimo deporte del troleo.
Existe en wikipedia una interesante y discutible, por supuesto, catalogación de los trolls. Si atendemos a la misma, por aquí teníamos bastantes del tipo denominado "titiritero": aquellos que participan en un mismo debate con diversas identidades. A decir verdad, y sobre todo en lo que concierne a información u opiniones de cierto cariz político, los troles titiriteros se llevaban la palma en número de comentarios e intesidad de las descalificaciones, que al rato se cruzaban con otros trolls, iniciándose una vorágine en la que no eran infrecuentes los insultos y el posterior baneamiento de algún elemento. Casi todos los que hemos participado en la sección de opinión hemos sufrido las iras de algún trol. En ningún caso el autor de las lindezas vertidas consideraba conveniente identificarse con nombre y apellidos sino que se parapetaba tras un nick o apodo.
Esta situación solía desagradar o aburrir, o ambas cosas, a la mayoría de los lectores, e incomodar a quien escribía. Sólo se divertían los propios troles, a costa de los demás.
Pero héte aquí que una entente entre Facebook y Pontevedra Viva viene a echar por tierra el status quo de los simpáticos titiriteros. Para comentar hay que tener un perfil auténtico en la red social. Hay que registrarse. Hay que dar la cara.
Y así, de la noche a la mañana, desaparecen de las sentinas del sector comentarios sus anteriores moradores. Se pacifica el cotarro. Se desvanecen tensiones y la gresca es sustituida por un entorno amable regido por el respeto.
No es otro el fin de este texto que la celebración de este nuevo ambiente. Probablemente los trolls sigan leyendo este medio y poco a poco hayan asimilado la novedad. Ojalá. Pero confieso que, respecto a ellos, a uno le puede la curiosidad. Y se pregunta, como Silvio Rodríguez, "¿Adónde van?", ¿en qué emplean tanto tiempo libre?. ¿Cómo es la vida de un troll rehabilitado?.
Aunque la verdadera añoranza, la nostalgia en vena, es la de aquellos años en los que la pregunta era la otra, "¿dónde están las chicas de las canciones?".