Manuel Pérez Lourido
Duelo en Lisboa
Si tuviese que hacer un resumen del penúltimo partido del siglo comenzaría diciendo que Casillas salió a por uvas. Es algo habitual en "el mejor portero del mundo", luego reculó y al balón le caían los lagrimones mientras traspasaba la línea de meta.
El Atlético hizo, una vez más, honor a su nombre. Es un equipo que parece un anuncio de RedBull. Se desfondó durante noventa y pico minutos luchando por anular la mayor pericia futbolera de su multimillonario oponente. Y, sin su goleador, al que le falló el churrasco de yegua o lo que fuere. Diego Costa se ha acostumbrado a salir al campo a asustar un poco y a decir "aquí no estoy yo" antes del mutis. Simeone se lo consiente y luego le entra mala conciencia y se va a por Varane y a por el árbitro cuando en realidad lo que querría es tener un cambio más para reemplazar a Juanfran, que se mantuvo en pie de forma milagrosa pientas Marcelo le pasaba como un huracán.
El Atético ha ganado una liga con la lengua fuera y casi gana una champions de igual forma, pero se les cruzó el ansia de Sergio Ramos. Desde que mandó aquel penalty a la luna se dedica a rescatar balones por el aire para enviarlos a la red con la cabeza.
Luego, ya en un prórroga cruel, Bale siguió una testaruda internada de Di María para hacer olvidar de un cabezado unas cuantas meteduras de pata que prodigó durante el partido. Sigue pareciendo un caballito trotón que suelta coces al cuero y pobre del portero si van por dentro.
El mejor del Atleti, salvando los centrales (que no cuentan porque no vale jugar con extraterrestres) fue Gabi. Alguien debería presentárselo a Del Bosque, que lleva un par de temporadas haciéndose el sueco.
El punto de inflexión del partido lo puso Ancelotti. Sacó del campo a Kedhira y a Coentrao por Isco y a Marcelo. El mensaje se captó enseguida y los arreones del Madríd empezaron a darle la lata a Courtois. Ambos pusieron más intención que acierto, hasta que saltó Ramos, dijo "va por ti, Iker" y de ajustado cabezazo terminó con la esperanza rojiblanca. No le quedó al Atleti ni una miaja de fuerza para parar el vendaval blanco, y menos tras el gol del galés.
La obsesión del Madrid por la décima le ganó a la ilusión del Atleti por la primera.