Manuel Pérez Lourido
El folleto anti-Lores
Como tengo en el taller la bola de cristal, me quedaré sin saber quién ha diseñado el espectacular folleto anti-Lores. En el que tengo en las manos aparece el susochido chimpándose en el Lérez con un estilo muy poco ortodoxo y unas bañador muy difícil de adjetivar. El texto informa a la ciudadanía de Pontevedra, una panda de lelos medio analfabetos, de que su alcalde no quiere empleo, bibliotecas, servicios básicos en el rural, circunvalación... uno se pregunta cómo no sale con capa negra, pelo engominado hacia atrás e incisivos prominentes: con un poco de Photoshop hacemos lo mismo que con los enunciados y andando. Además todo eso está escrito en gallego, el idioma por excelencia de los populares locales, que son quienes firman lo que dan ganas de denominar engendro. Habrá alguno que llegue a pensar que estos muchachos sacan el texto en gallego con intenciones cosméticas.
Ironías aparte, lo primero que se le viene a uno a la mente es que no puede plantársele al ciudadano un panfleto que es, en primer lugar, un insulto a su inteligencia. El ciudadano no es un anuncio de Media Markt con piernas, que deba apelar continuamente a que lo respeten un poco los políticos, cualesquiera. Esta propaganda que se basa en presentar como aberrante la propuesta contraria, exacerbar los puntos de discrepancia para que acaben pareciendo íes, ponerle pulpo con patatas a la demagogia para invitar a unas tapas... por ahí no se va a ningún lado.
No digo que los entrenadores resultadistas no consigan victorias a fuerza de obsesionarse con el contrario, pero seguro que conseguirían muchas más evidenciando las virtudes propias, mostrando sus bazas.
No creo tampoco en un tipo de oposición que niega al adversario el pan y la sal, por encima del sentido común. Porque resulta que la población si de algo suele ir sobrada es de sentido común.
Si el sátrapa irredento este de Lores lleva 14 años gobernando en una ciudad tan pepera y tan poco nacionalista como la nuestra, por algo será: eso es de cajón.
No es bueno desesperarse, pero es peor caer en la desesperación: te puedes levantar con un golpe en la cabeza y acabar haciendo tonterías en forma de blog y demás.
Para ejercer de forma honesta el sin duda imprescindible rol de oposición política parece más apropiado el trote elegante que la coz a mansalva. Es esa una carrera de fondo y las actitudes constructivas muestran mayor asertividad y son percibidas con mayor confianza que las meramente destructivas, que sólo ponen en juego lo peor que hay en cada uno de nosotros. La virulencia no conduce a ningún lugar confortable, ni en la política ni en la vida en general.