El comercio local, maniatado ante su Halloween más terrorífico
Por Manu Otero
El 2020 está siendo una película de terror. Para todos. Pero especialmente en estas fechas para una parte del comercio local. La cancelación de la Feira Franca fue un mazazo, pero la imposibilidad de celebrar la fiesta Halloween con normalidad puede suponer un golpe irreparable para las tiendas especializadas en la venta de disfraces y decoración para este tipo de eventos.
Al margen de las restricciones sanitarias que impiden celebraciones multitudinarias, el ambiente que se respira en estos comercios nada tiene que ver con el de hace un año. "A la gente se la ve triste", lamenta Loli Novás, de Caramelos Novás, tiendas de referencia de la capital para las fiestas temáticas con más de medio siglo de historia.
La caída de la contratación es el principal indicador de que no existe campaña de Halloween. "Solíamos tener cuatro empleadas, ahora estamos solo dos. Yo por la mañana y mi compañera por la tarde", resume Melissa González, la encargada de Party Fiesta. La situación es idéntica en el otro establecimiento de la calle Benito Corbal. "Teníamos cuatro empleadas con nosotros que llevaban aquí veinte años. No eran fijas pero enlazábamos una campaña con otra y estaban casi todo el año. Ahora no tienen trabajo", relata con preocupación Novás.
Los pasillos están desiertos, las estanterías llenas y las colas en las cajas, un fantasma de tiempos pasados. "Tenemos ofertas de dos por uno en disfraces, más ya no podemos hacer", detalla la gerente de Caramelos Novás. En Party Fiesta también han tirado los precios. "Cestas que antes valían 5 euros están ahora a 2. Tenemos disfraces por 5 y 10 euros", explican en Party Fiesta. Aun así los clientes siguen desaparecidos.
"A estas alturas todos los bares deberían estar ya ambientados", compara González con la campaña anterior. Sin embargo, las restricciones de aforo y de horario en la hostelería hace inviable cualquier tipo de inversión en este ámbito para los empresarios. Tampoco tienen constancia en estas tiendas de que vaya a haber celebraciones en los colegios. Solo madres y padres acuden a cuentagotas en busca de un disfraz para hacer fiestas en casa con sus hijos. "Los niños tienen que divertirse", reclama Novás harta de la nueva normalidad impuesta por la pandemia.
Pero la caída del volumen de ventas no es único problema que deben afrontar estos establecimientos. Los pedidos se realizan de un año para otro, por lo que los almacenes están llenos de una mercancía comprada antes de la pandemia. "Ahora nos lo tendremos que comer", asume González con resgnación. "Nosotros hacemos pedidos más pequeños ahora y algunas prendas pudimos devolverlas al proveedor", explica Novás.
Solo una prenda festiva cotiza al alza en este pavoroso Halloween: la mascarilla. Su uso es obligatorio y las posibilidades de adaptación a cualquier disfraz, casi infinitas. "Es lo que más se está vendiendo, con algunas diademas con formas de cuchillo, por ejemplo", se consuelan en Party Fiesta.
El protocolo de seguridad tampoco invita a curiosear entre los pasillos. "Por seguridad las caretas no se pueden tocar y los disfraces no se pueden probar", añade Melissa otro ingrediente al cóctel de la crisis en la que el coronavirus tiene sumido al sector.
"¿De verdad que vamos a terminar así?", se pregunta Loli Novás, angustiada por el oscuro futuro que se cierne sobre un negocio familiar que lleva abierto 58 años y varias crisis superadas. El puente de Halloween lo dan por muerto, la esperanza está puesta ahora en la campaña de Navidad.
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