La bandera de Sanxenxo ondeará en la Antártida
Por Alejandro Espiño
Hay un gallego en la Luna. Al menos eso decía la canción. En la Luna, probablemente no, pero sí en otro de los lugares más remotos para la mayoría de los mortales. La Antártida recibirá muy pronto a Miguel Ángel Montes. Tiene 45 años y trabajará, por tercera vez, como cocinero en la Base Antártica Española Juan Carlos I. Allí estará durante los tres próximos meses. No volverá a pisar Galicia hasta marzo.
Llegará al continente helado el próximo 17 de diciembre. Pero su viaje ya ha comenzado. PontevedraViva habló con él horas antes de embarcar en avión rumbo a Santiago de Chile. Desde allí, le quedará un largo trayecto hasta Punta Arenas, capital de la Patagonia chilena. Será en esta localidad, poco más grande que Pontevedra, en donde coja el barco que le llevará a la Antártida.
Esta es la tercera vez que Miguel Ángel Montes se embarca con la Unidad de Tecnología Marítima del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en una expedición a la Antártida. La última, en 2008. Pero la ilusión la mantiene intacta. "Este año además es especial", explica este cocinero portonovés. La base española Juan Carlos I cumple 25 años y se ha renovado casi por completo. ¿Adivinan quién ha diseñado la cocina?
"Siempre te hace ilusión embarcarte en una aventura así, pero como aporté mi grano de arena en el diseño de la cocina de la nueva base, la ilusión es aún mayor", asegura Miguel Ángel. "Me gusta poder estrenarla, ver cómo queda y que todo esté en perfectas condiciones para los compañeros que vengan después de mi".
Y la estrenará a lo grande. Con más de 1.000 kilos de comida, que llegarán a la Antártida principalmente desde Galicia. "Voy a cocinar lo que quiero, el pedido lo hice yo", afirma orgulloso. "Van a saber lo que es comer bien". En el menú de los científicos españoles habrá algunos de los productos gallegos más exquisitos.
"Voy a cocinar lo que quiero, el pedido lo hice yo", afirma orgulloso. "Van a saber lo que es comer bien"
"Llevamos mucho marisco, sobre todo vieiras, almejas, bovagantes y cigalas, también bastante rape y rodaballo, carne de cerdo y todo lo necesario para hacer buenos cocidos: grelos, lacón, chorizos esas cosas". Y como reconoce entre risas, mucho vino, donado esta vez por una bodega de Meaño, Paco y Lola. De todo, menos carne de ternera. "Esa la compramos en la Patagonia, igual que el codillo y el cordero, allí tienen una carne de primera".
Con todo ello, y la ayuda de un par de doctoras que llegarán de Zaragoza, Miguel Ángel debe vigilar porque los científicos del CSIC lleven una dieta equilibrada, especialmente importante debido a las condiciones en las que trabajan. "Hay que meter mucha pasta y verdura, no podemos darnos al potaje como locos". Será un reto también otra de sus tareas, preparar comida para envasar al vacío. "Es para los que van destinados a las islas, allí están más aislados que el resto y así sólo tienen que calentarla y comer".
A pesar de la ilusión con la que emprende este viaje, sabe no todo es un camino de rosas. Sobre todo los primeros días. "El primer año que fui me costó muchísimo adaptarme, pero después se lleva mejor", explica. Lo peor es estar tan lejos de la familia. Miguel Ángel está casado y tiene dos hijos, una niña de 17 años y un niño de 10. "Ahora con Internet y las redes sociales se lleva mejor, es casi como estar en el salón de tu casa. En los primeros viajes sólo podía hablar con ellos 15 minutos una vez a la semana, se hacía muy duro", recuerda.
Sea como sea, sabe que va con una misión clara. Que la bandera de su tierra, de su pueblo, Sanxenxo, ondee de nuevo en la gélida Antártida. "Catalina y yo nos conocemos desde niños. Cuando le dije que me iba a la Antártida, me pidió que llevara la bandera y no lo dudé", recuerda Miguel Ángel. "Ahora no me separo de ella". Dice que la guarda como si fuera un tesoro. "Y la gallega, también", apunta. "Siempre que llego a un aeropuerto extranjero la pongo encima de las maletas, para que sepan todos que ha llegado un gallego".