Sara Castro
Ser Humano en tiempos de Covid
Me crean o no, siempre me he cuidado mucho de dar opinión firme, sentencia o juicio sobre ciertos asuntos. Tanto es así que frecuentemente me acusan de “no querer mojarme”, o mejor, de no tener personalidad ni criterio propio. Pero no es la mía una cuestión de hidrofobia o de narices (que a la vista verán que la tengo bien puesta, la nariz); únicamente me cuesta plantar la mirada en una sola perspectiva y echar raíces ahí.
Sin dificultad suelo comprender las distintas posiciones y posturas, los argumentos, los motivos, las causas de cada quien. Viajo de un punto a otro como una ráfaga de viento ―que no como una veleta― y sé que siempre todo tiene su verdad, su dificultad y su propósito.
Tampoco creo a pies juntillas ni rechazo de lleno la información que sale en los medios de comunicación, pues conozco de primera mano cómo funcionan, cómo se utilizan y qué flujos pretenden generar en la Opinión Pública en cada momento. Aprovecho para decir, ya que estamos, que la Opinión Pública es esa única e inmensa Fuerza que en verdad mueve nuestro mundo, y que todavía la regalamos ―inconscientes de nosotros― a unos pocos… justo a esos pocos a los que precisamente poco le importa la opinión pública. Qué curioso.
En fin, huelga decir que no soy ni “antivacunas” ni “negacionista”, aunque tampoco soy provacunas ni afirmativista. Lo único que sí hago activa y afirmativamente en cuanto a la actual situación pandémica es procurar que el miedo no nuble mi juicio, ni disipe mi humanidad, ni ciña mi mirada a su antojo.
El miedo nos hace seres irracionales (literalmente cuando sentimos miedo utilizamos el cerebro límbico inhibiendo el neocórtex, que es la parte racional), nos hace cometer actos atroces, injustos e impropios de la hermosa categoría y privilegio de Ser Humano. El miedo nos hace perder nuestra humanidad, perder el amor por el otro, la confianza, la hermandad…
Pese a esa sobriedad templada que les comentaba al principio que suele caracterizar mi juicio, justamente hoy reflexionaba sobre unas cuantas cuestiones de esta nueva situación histórica que me tienen profundamente ocupada, y que comparto aquí abiertamente con ustedes, por si también les gusta pensar. A saber:
Hecho 1: Según las investigaciones y datos oficiales, la vacuna Covid no da inmunidad frente al virus, pero sí atenúa los síntomas de la enfermedad en caso de padecerla. Entonces, aunque me vacune puedo seguir contagiándome y puedo seguir por tanto contagiando a otros, estén o no vacunados ellos.
Reflexión: ¿Por qué entonces las personas vacunadas se enfadan tanto con los que no quieren vacunarse y los tachan furiosamente de egoístas? ¿Cómo puede algo que no me protege de contagiarme si me lo pongo yo, protegerme si se lo pone otro? Si vacunarse solamente sirve para uno mismo, para pasar la enfermedad más ligera en caso de contagio, ¿por qué voy a estigmatizar al que no quiere vacunarse? ¿Qué me importa? ¿Es correcto criticarlo, vilipendiarlo, marginarlo, quitarle sus libertades fundamentales, o incluso odiarlo?
Hecho 2: Para entrar en restaurantes, ocio, cines, etc., podemos hacerlo con un pasaporte Covid pero no con un test de antígenos o PCR. El pasaporte Covid dice que me he vacunado, pero no dice que no tenga Covid en ese momento, y por lo tanto puedo estar infectado y contagiar a otros. El test de antígenos dice que no tengo Covid en ese momento y que, aunque no esté vacunado, no soy foco de contagio. Pero para entrar solo vale el pasaporte... (me toco el mentón con el dedo y miro al techo).
Reflexión: ¿Qué me he perdido en clase de lógica? ¿Es legal y moral “incentivar la vacunación” a costa de fulminar los Derechos Humanos Fundamentales que tanto esfuerzo y tantos siglos nos ha costado establecer como civilización?
Hecho 3: El 80% de la población está “completamente vacunada”.
Reflexión: ¿Ha mejorado la situación con respecto a cuando éramos menos vacunados? ¿Por qué aumentan las restricciones solo para los no vacunados, en vez de aligerarse para todos? ¿Es el 20% de población no vacunada la culpable de la actual situación? Cuando quede un 2% sin vacunar, si siguen los contagios y las olas ¿seguirá siendo toda la culpa de ese 2%? ¿Y cuándo no quede nadie sin vacunar, a quién le echaremos la culpa de todo lo que pase?
Hecho 4: Se pretende inocular la vacuna Covid a toda la población cada pocos meses, pues pierde su eficacia. Cada mes se comprarán miles de millones de dosis de una vacuna que hace más de un año que se erige como la “cosa” más lucrativa de toda la historia de la humanidad. Una vacuna cuyos efectos secundarios a largo plazo literalmente no ha habido largo plazo para conocerlos.
Reflexión: Vacunar a nuestros niños (que serán padres en un futuro) sin saber qué efectos posibles enfrentamos a largo plazo, ¿no es un poco irresponsable o arriesgado? ¿Somos conscientes de lo que podría pasar en el peor escenario futuro si la vacuna resulta tener algún efecto sobre la fertilidad o genética de las próximas generaciones? ¿Compensa el riesgo-beneficio? ¿Quién se beneficia realmente de esto? ¿Y quién se está haciendo de antimateria con la venta de estas vacunas? (la antimateria es la sustancia más cara del mundo, por cierto, el oro ha pasado de moda).
Yo no soy anti nada, lo prometo. No hablo de una trama conspirativa a nivel mundial (aunque pudiera haberla, quién sabe), no hablo de que el coronavirus sea moco de pavo, ni le quito importancia a la enfermedad, nada más lejos. Hablo de crítica reflexión, de ética, de moral y de inteligencia. Hablo de dignidad.
Ser Humano es un enorme e inmenso privilegio, un honor al que hay que responder con honor, con responsabilidad, con conciencia, respeto, bondad y valor. Hay que estar a la altura. Si no, si tomamos las mismas injustas decisiones del pasado, si cometemos los mismos actos atroces movidos por el miedo o por un aparente y loable bien mayor, ser seremos seres, pero ni por asomo Seres Humanos.
Sepan de paso que me dedico al mundo de la música, y que este hito pandémico ha supuesto a mis bolsillos decenas de miles de euros, como les ocurre a muchísimos otros profesionales y compañeros. Mi economía depende de que esta situación se solucione, y sería quizás una postura más que justificada, lógica e incluso más inteligente (aunque egoísta), querer que todo el mundo se vacune cuanto antes y acabar así con tanta penuria y restricción desmedida. Aun así, ni la necesidad ni el miedo deberían engendrar un criterio precipitado jamás, ni dejar que permitamos y participemos de injusticias tan manifiestas.
No admitir un test de antígenos que dice que no tengo Covid y sí admitir un pasaporte que dice que no sé si tengo Covid no es lógico, no es justo, no es ético, no es legal, no es constitucional, no es democrático, y no es Humano. Solo es un castigo y una extorsión indigna, un abuso de poder ante el cual parece no servir ya ni la Ley ni los Derechos Humanos, y del cual parecen rezuman sospechosas y hediondas motivaciones ocultas… Dios dirá.
Cada conciencia que disponga, pues, su posición o posiciones ante esta situación. Yo hoy sí que me mojo: digo NO al pasaporte Covid, esté o no esté vacunada, digo no porque hoy ha sido el día de los Santos Inocentes, y de otra forma sería culpable y cómplice de un agravio comparativo flagrante, ilegal e inmoral que mi conciencia no puede secundar.
Protejámonos del virus, por supuesto, pero sobre todo protejámonos del miedo, de la rabia, la ignorancia, de la desinformación, la irracionalidad y la inercia irreflexiva en nuestro pensamiento colectivo que conduce siempre a lo injusto. Seamos responsables.
Busquen, infórmense en fuentes públicas y privadas, dependientes e independientes, no crean lo primero que oigan, no crean lo último que oigan, y por supuesto no me crean a mí. Solamente reflexionen, extraigan sus propias conclusiones y mantengan siempre bien presente y por delante aquello que nos hace Ser Humanos: nuestra dignidad. No renuncien jamás a ella, pues resulta ser la mejor de las consejeras.
Tal vez dentro de 50 años este evento se estudie como aquella vez que casi perdimos nuestra humanidad sin darnos cuenta. Mientras tanto, mejor morir de pie que vivir arrodillado; eso es Ser Humano en tiempos de Covid.