Miqui Otero, autor de la novela 'Orquesta': "No hay nada más punk que una verbena gallega"
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© Mónica Patxot
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Para Miqui Otero (Barcelona, 1980), su última novela, titulada Orquesta, ha sido una "especie de desvío que necesitaba hacer". Hasta ahora, sus historias se habían ambientado en Barcelona. "Era un territorio que ya tenía muy pisado", reconoce. Así que recurrió a sus orígenes gallegos.
Lo ha hecho poniendo el foco en una de sus tradicionales verbenas, que en una noche de agosto se convierte en el punto de encuentro en el que conviven los habitantes de un pequeño pueblo, que entrelazan sus esperanzas, sus frustraciones, sus amores, sus envidias o sus prejuicios.
"Es la novela más personal que he escrito. También la más arriesgada", explica el autor en esta entrevista con PontevedraViva, en la que relata qué ha supuesto para él escribir un libro que, según dice, está escrito "con honestidad y con mucho cariño, sin ningún tipo de paternalismo".
No sé si este libro en Galicia te cuesta menos explicarlo. Es decir, ¿la gente lo entiende mejor?
Me cuesta más. Me impone más. Voy con prevención por si piso algún charco o digo algo impreciso. Todo este entorno es una parte indispensable en mi vida y en mi paisaje emocional, pero no nací aquí. Es más fácil en el sentido de que partes de cosas que ya se conocen, pero es más exigente y tienes más miedos de cómo se va a leer aquí.
Es difícil encontrar a un gallego que no haya estado en una verbena...
Yo creo que es imposible. Pero en el resto de España hay otro tipo de fiestas y así se está leyendo. Lo que pasa es que las de aquí tienen una serie de peculiaridades muy interesantes.
¿Qué tenían las verbenas para que fuesen el mejor escenario para esta historia?
Lo primero que me atrajo es que, habitualmente, todo está segregado por edades o por gustos. Vivimos en un mundo dividido en nichos y veo que la literatura se está contagiando de eso. A mí me pasaba, sobre todo con mis anteriores novelas.
Y eso no me gusta. Prefiero que la novela sea más ancha y arrastre tipos de vida diferentes. Y cuando me puse a buscar en qué lugar sucedía eso, que todo tipo de personas convivieran de una forma festiva y lúdica pero al mismo nivel, solo se me ocurría una verbena.
¿Y por qué no ambientarla en una verbena catalana?
Aunque yo fui el primero de la familia que nació en Barcelona, esa verbena no podía ser catalana porque no las he pisado. Tenía que ser una verbena gallega, que es a las que he ido toda la vida.
Eso se juntó con un cierto hartazgo por mi parte de ambientar mis novelas en Barcelona. Puede ser algo claustrofóbico. Era un territorio que ya tenía muy pisado. No quería volver a hacer lo mismo. O ser una banda tributo de mí mismo. Por eso es una novela tan distinta a las anteriores.
En mi anterior novela, el protagonista crecía en un bar de emigrantes gallegos en Barcelona. Había muchos personajes que pululaban por el bar y cada uno tenía su forma de ser y sus frases chistosas y recurrentes. De alguna manera veo ahí la semilla de Orquesta.
"No quería volver a hacer lo mismo. O ser una banda tributo de mí mismo. Por eso es una novela tan distinta a las anteriores"
Como narrador, encontrarte con un escenario en donde confluye gente con diferentes personales y en donde las diferencias se difuminan me imagino que es muy atractivo, ¿no?
Para mí era muy sugerente porque, siendo muy distintos, todos tienen un apego concreto a un territorio. Sabes de dónde vienen, como esas abuelas en las aldeas que tienen el registro civil o el archivo diocesano en la cabeza y que saben absolutamente todo de ti.
Desde la página 3 todas las miradas, que en una novela como las que había escrito anteriormente había que construirlas de cero, estaban llenas de sentido o de significado de algún tipo. Ya fuera deseo sexual, una red de envidias o relaciones de complicidad, de rabia o de afecto.
Cuestiones y conflictos que luego permanecen, ¿no crees?
Las verbenas tienen algo casi coreográfico. Son casi siempre la misma fiesta un año detrás de otro. Hay como una elipsis narrativa de un año, que es cuando nos vamos los que no vivimos allí y se quedan los demás. La fiesta se acaba y arranca al año siguiente en el mismo punto en el que se quedó. Tú tienes que responder como el personaje que te han adjudicado.
Eso me parecía muy interesante y me permitía hacer el juego temporal que hay en la novela. Narra una noche de verbena reciente, pero por estas reflexiones me animé a rebotar en ella envidias remotas, cuentas por saldar o amores medio abandonados que tuvieron lugar en esa misma noche en muchas épocas remotas.
¿Es importante ese sentimiento de comunidad para la construcción colectiva?
Lo de las comisiones de fiestas en Galicia es algo casi punk. Siempre me lo ha parecido. Yo que vengo de subculturas en Barcelona, creo que no hay nada más "hazlo tú mismo" y más punk que una verbena. Sobre todo las de lugares pequeños en donde no interviene ni el ayuntamiento. Todo se hace de manera artesanal y levantado por los vecinos.
No me parece gratuito o extraño que las verbenas tengan ahora más fuerza que cuando yo era joven o adolescente. Hay una necesidad a día de hoy de pertenecer a algo. Creo que todo va tan rápido y vivimos tan hiperacelerados que de una forma intuitiva, quizás sin razonarlo, la gente tiene tendencia a replegarse y fijarse en las cosas peculiares que tienen cerca.
¿También en lo literario?
Desde luego. Me parece que puede generar más interés contar una verbena gallega que intentar hacer una novela que está ambientada en cualquier ciudad, que podría ser en Japón, en Londres o en París, en las que todo es lo mismo. Lo he visto con novelas mías traducidas. Lo que más les interesaba a esos lectores era precisamente lo más autóctono y lo más diferente.
"No me parece gratuito o extraño que las verbenas tengan ahora más fuerza que cuando yo era joven o adolescente. Hay una necesidad a día de hoy de pertenecer a algo"
Sin ser una novela autobiográfica, ¿este libro te ha llevado a escarbar en tus recuerdos?
En las anteriores era fácil preguntarme si el protagonista era yo. Lo era y no lo era. Había mucho de mí, pero yo no escribo novela autobiográfica. No me interesa. Y esta que es la más diluida y la más coral, me veo muy dentro. Es la más personal que he escrito. También la más arriesgada.
¿A qué te refieres?
Tiro de cosas que he vivido o sentido, de experiencias de mis padres o de conversaciones con paisanos de la zona de mis padres. He hablado con mucha gente de allí para intentar saber cómo eran las verbenas y las vidas de hace más tiempo. La suma de todo eso, aunque luego yo me diluya en todos los personajes, hacen que esta sea una novela muy personal.
Hablas de ese regreso al pueblo, a los orígenes. ¿Consideras que siempre es bueno volver?
En la novela hay una reflexión sobre eso y no es nada piadosa. Donde hay vida hay conflicto y este libro explora eso. Y en este regreso al pueblo era una de las prevenciones que tenía que tener. Que no fuera una especie de idealización absurda de la vida en el rural hecha por un urbanita. No hay cosa que de más rabia. Me parece muy tramposo, muy señorito y muy feo.
Es extraño, tramposo y falaz plantear el rural como un regreso al pasado. Me parece muy cutre satirizarlo sin matices. Es bueno explorar el pasado, pero la mirada no puede ser nítidamente nostálgica. En este país a los fascistas se les llama nostálgicos. Hay que ir con cuidado.
¿Y eso cómo lo resuelves?
Quería que hubiera un contraste entre lo hermoso, que también lo hay y mucho, y lo claustrofóbico que puede ser ese entorno, en el que tu vida está bajo escrutinio. Hay una serie de personajes que hacen, a través de sus recuerdos, pequeñas excusiones a la ciudad como espacio de libertad o de conocimiento para encontrar su identidad.
El contrapunto a todo este ambiente es ese urbanita que llega a la verbena, lo ve todo y trata de entender lo que está pasando a su alrededor. ¿Eso es lo que suele pasar?
Eso me parecía interesante porque parece que solo tienes que escribir sobre lo que conoces muy bien. La escritura también es intentar entender las cosas. Por eso muchas veces, aunque tengas la prevención de no parecer un paracaidista o un intruso, es interesante la mirada del que llega.
Pasa también con las novelas. Muchas de las más interesantes son cuando llega alguien de fuera e intenta entender los mecanismos y los privilegios de una ciudad o simplemente dentro de la misma ciudad cambia un barrio por otro y cambia de clase social. La mirada del que llega, del que no lo acaba de atrapar o del que no lo entiende todo, es muy interesante. Tanto como la mirada del que está dentro y lo entiende todo perfectamente.
"No quería que fuera una especie de idealización absurda de la vida en el rural hecha por un urbanita. No hay cosa que de más rabia. Me parece muy tramposo, muy señorito y muy feo"
¿El hecho de venir de novelas con un protagonista más marcado y enfrentarte ahora a una novela mucho más coral ha sido un reto?
Todas mis novelas son muy pobladas. Siempre ha habido muchos personajes secundarios. Pero sí, esta ha sido más compleja. Lo de antes era casi terrorismo emocional. Coger a un personaje con ocho años y dejarlo con cuarenta. El lector le coge cariño. No tiene que ver con lo bueno que sea la novela. Le cogen cariño por insistencia, porque eres un pesado.
Esto no lo tienes en algo como Orquesta. Te asomas a las vidas de cada uno de los personajes pero durante unas páginas. Y casi el personaje es el conjunto o el territorio. Es más complicado repartir el peso y que todos tengan un cierto interés, pero esa es la idea inicial de la novela. Se titula Orquesta no por el grupo que está tocando canciones sino por los que están abajo.
Del mismo modo que en una orquesta no tendría sentido aislar al guitarrista o al trompetista, en esta novela si aíslas a uno de los personajes no tendría el recorrido y la fuerza necesaria. La idea era que sonaran todos juntos y que sus experiencias se complementarán unas con otras. Que el interés surgiera del contraste entre las vidas de estos personajes.
Decías al inicio de la entrevista que te daba cierta impresión el hecho de presentar esta novela en Galicia, ¿tras pasar por Pontevedra qué sensaciones te llevas?
Ha ido muy bien. Creo que al leerla se ve que está hecha con honestidad y con mucho cariño, sin ningún tipo de paternalismo ni nada por el estilo. Creo que se ha entendido. Esa prevención que yo tenía era muy necesaria para hacerlo bien. Me lo tomé muy en serio. Luego escribí con absoluta libertad, pero la cocina de la novela fue muy rigurosa.
¿Y después de Orquesta, qué? ¿Ya estás trabajando en material nuevo?
Yo quería escribir esta novela desde hace tiempo y salir de mi terreno literario. Ahora probablemente toque volver a Barcelona. Ya lo tengo pensado. Ya tengo las libretas llenas, pero aún no he empezado a teclear, porque cuando hablo mucho de una novela me cuesta salir de ella. Tengo que frenar y estar preparado para escribir lo siguiente. Pero tengo claro lo que va a ser y a dónde voy a volver. Esto habrá sido como esta especie de desvío que yo necesitaba hacer.