Lametones terapéuticos en la residencia de Campolongo
Por Natalia Puga & Mónica Patxot
Senda llega despacito, sigilosa, sin un solo ladrido y, sin embargo, su presencia es de todo menos discreta. Nada más entrar por la residencia de mayores de Campolongo, empieza una pequeña revolución. Acude cada lunes y se convierte en la mejor terapeuta para estimular a los residentes. Les anima a moverse, a socializar, a mejorar la postura corporal, a sonreír y, en definitiva, a mejorar su estado psicológico y físico.
Senda tiene 8 años y es una perra labrador color chocolate que, con su mejor amiga, Ana Martínez Fontúrbel, realiza una intervención asistida con perros contratada por la residencia a la asociación Ramalladas. Interactúa en general con los 97 usuarios actuales del centro, si bien se centra en aquellos con mayores necesidades.
Aprovechando sus habilidades caninas como recurso para la atención y mejora de la calidad de vida de personas en situación de dependencia, fragilidad o con necesidades especiales, trabajan con los residentes en función de sus necesidades y los resultados son ya palpables nada más empezar.
"Con Senda consigues estimular a residentes que de otra forma no eres capaz, sobre todo, con los que tienen más deterioro cognitivo, con ella están más receptivos, más activos", explica Sonia Reboredo Taboada, terapeuta ocupacional de la residencia. Ana Martínez, que acompaña a Senda en su terapia, añade que "produce beneficios más fácilmente que otra tipo de estímulos".
Las visitas semanales de Senda no son siempre iguales, sino que el ritmo lo van marcando los propios residentes. Ana llega con ella y, nada más verla, ya hay usuarios que la paran y la saludan. Otros se cruzan en su camino y se paran a darle una manzana y otros, simplemente, quieren acariciarla.
El día que las acompañamos, la primera interacción tarda apenas unos segundos. Lola, una vecina de Tomeza de 83 años, guarda en su andador un trozo de manzana para ella. Rechaza una invitación a pasear con Senda y Ana porque "me duele un riñón" y se detiene a acariciarle, a darle besos, a darle la mano y a hablar un rato con ella.
Aunque puede parecer una interacción inocente y sin mayor repercusión, no lo es. Senda ha animado a esta octogenaria a socializar y, además, le ayuda a ubicarse temporalmente, pues ya la aguardaba ansiosa con su manzana en el andador porque sabía que era lunes.
La terapia no siempre ha sido en lunes, sino que antes se realizó en viernes o incluso hubo épocas en que había dos veces a la semana. Sin embargo, lo de menos es el día, lo importante es que sea siempre el mismo, pues sirve de referencia temporal para los usuarios y, en el caso de aquellos con algún deterioro cognitivo, les permite ubicarse.
Uno de los beneficios de estas terapias con Senda es que "ubica a las personas personalmente, temporalmente y por ubicación". Ana lo fomenta, pues a cada usuario con el que interactúa le anima a decirle quién es, quién es la mascota que la acompaña, dónde están y qué día es.
Ana y Senda llevan ya años de terapia en Campolongo, al igual que en otros centros de personas mayores o con discapacidad de la provincia. Al principio de cada temporada, establecen con Sonia Reboredo una serie de objetivos a trabajar con cada usuario y, en cada visita, trabaja como ellos. Muchos se van adaptando a medida que avanzan las semanas o se actualizan con la llegada de cada residente, pues lo importante es que el trabajo con Senda complemente a otras terapias que se siguen.
El trabajo se enfoca, principalmente, a nivel emocional y funcional. A modo de ejemplo, Sonia explica que hay usuarios que tienen una postura encorbada que logra corregirse cuando interactúan con Senda porque, al peinarla o darle de comer, tienen que mejorar su postura corporal y estar más erguidos.
Cada visita de Senda dura alrededor de dos horas y media, en las que interactúa tanto con los usuarios con movilidad que están en las zonas comunes de la residencia como con aquellos que están encamados o en plantas más delicadas como la cuarta, reservada a aquellos con daño cognitivo.
En la cuarta planta están J. y J.M., dos varones a los que preservamos la identidad. Senda va su encuentro en una sala común de esta planta y, nada más verla, se les alegra la cara. J.M. tiene afasia como consecuencia de su alzheimer y no logra comunicarse, de modo que sus opciones de socialización son reducidas. Sin embargo, Senda logra arrancarle un leve gesto que en realidad, es una gran sonrisa. Avances muy leves y poco apreciables que son, sin embargo, una gran mejora para su situación general.
J. conoció a Senda cuando no era capaz de relacionarse con nadie de su residencia y, gracias a los avances con ella, incluso ha empezado a hacer visitas a su pueblo.
Con J. y J.M. salimos a pasear. La cogen de la correa y bajan en el ascensor. Antes de salir de la residencia, falta una nueva parada, con Pilar, que está en una de las salas de espera. "Hola, Sendiña, sube, Sendiña, ay, qué guapa estás". Son las primeras palabras que le dedica, previo a compartir besos, caricias y lametones.
Los tres van turnándose para llevar la correa, y con la ayuda de Ana, comienza el paseo. El paseo más terapéutico que podrían hacer, pues a J. y J.M. les ayuda a socializar y a Pilar a ubicarse y a moverse, pues tiene problemas de movilidad y también algunos problemas para ubicarse especial y temporalmente.
El buen ánimo se contagia nada más encontrarse con Senda y no tardan en llegar las canciones. Pilar le canta y le sonríe y, con esta interacción, se logra otro de los beneficios de esta terapia, la mejora de la autoestima de los usuarios.
"Ayudar en los cuidados básicos de la perra como asearla, darle de comer, beber... mejora la autoestima, lo notamos al momento", explica Ana.
Senda es siempre un complemento a otros estímulos y tiene la ventaja de ser multisensorial, ayudando a las personas a generar emociones y recuerdos y, de paso, a evocar recuerdos y sentimientos que, de otra forma podrían parecer olvidados, abriendo paso a una interacción mucho más completa y terapéutica.
"Muchas personas mayores, en su vida, han tenido perro y estar con Senda les recuerda lo que les hacían sentir y abren la puerta a trabajar, les evoca sentimientos", señala Ana. Les hace más receptivos a cualquier otra terapia y estímulo.
Tal y como explica Sonia, "Senda genera un vínculo muy importante para propiciar la interacción", siendo especialmente efectiva para dar la bienvenida a nuevos residentes que tienen problemas para adaptarse a la residencia o socializar con sus compañeros. Incluso han tenido casos de una persona que en toda la semana tan solo interactuaba con sus compañeros durante la visita de esta terapeuta peluda.
Senda les ayuda a "mantener el nivel de alerta". Josefa, de 87 años, y María, de 86, se encuentran con ella en una de las salas de espera y lo confirman. "Senda es amiga de todo el mundo que está aquí", explica la primera. "Nos divertimos con ella", dice la segunda .
No hay nadie en la residencia, ni trabajadores ni usuarios, que no sepa su nombre. Algunos la esperan como agua de mayo, como África, que compra una manzana cada lunes para dársela y, cuando no va por cualquier imprevisto, se pone triste. Para otros es la clave para realizar con ánimo los ejercicios de fisioterapia, "tenerla enfrente, les sirve de motivación para caminar". Y, para todos, marca la diferencia para "mejorar un día triste, les anima, les relaja". "La clave creo que es la motivación", resume Ana.