El guardia civil más veterano de la Comandancia: 46 años de uniforme y la vocación intacta
Por Natalia Puga & Cristina Saiz
A partir del próximo 2 de marzo el comandante José Manuel Corral Peón dejará de acudir a diario a la Comandancia de la Guardia Civil, dejará sus responsabilidades al frente de la Oficina Periférica de Comunicación y como coordinador provincial del Plan Director para la Convivencia y Mejora de la Seguridad en los Centros Educativos y sus Entornos y ya no usará de forma habitual el uniforme que ha vestido los últimos 46 años, pero no dejará de ser guardia civil. De forma simbólica se podría decir que colgará el uniforme, pero la expresión no refleja la realidad, pues dejará de estar en activo, pero no puede ocultar la emoción cuando asegura que "lo voy a llevar en el corazón" y que "la condición de guardia civil es imposible que la pierda".
El uniforme no solo representa su profesión, sino que forma parte de su forma de ser. Incluso ya curtía su personalidad años antes de que lo vistiese por primera vez. Hijo de guardia civil, pasó sus cinco primeros años en el desaparecido cuartel de Codeseda, en A Estrada, y ahí empezó a perfilarse su vocación, cuando iba de la mano de su padre, le preguntaban qué quería ser de mayor y él respondía: "guardia, como mi padre" o cuando, aún sin permiso, se probaba el uniforme paterno y se llevó "más de una bronquita" por "jugar con cosas que no debía".
Corral no sabe en qué momento se dio cuenta de que quería ingresar en la Guardia Civil, pero rememora con brillo en los ojos aquellos primeros años en los que jugaba con el guardia de puertas y atesora grandes recuerdos de su primera década. Su padre falleció cuando él tenía tan solo diez años y, pese a la corta edad, mantiene intactos muchos recuerdos de infancia, evoca la imagen de su padre vistiendo de uniforme de forma permanente -como era habitual en la época- y se acuerda como si hubiese sido antes de ayer aquellos momentos en los que "cuando iba con mi padre de la mano me sentía inmensamente feliz, me sentía muy grande".
Cuando llegó el momento de elegir profesión, ese orgullo por la de su padre estaba marcado bien dentro en su retina y la vocación seguía igual de viva que cuando levantaba apenas un palmo del suelo y veía con orgullo que Vicente Corral llegaba a casa mojado y con las botas llenas de barro. Reconoce que "posiblemente la triste circunstancia de la muerte de mi padre pues a lo mejor me afianzó" y ahora que han pasado ya más de 46 años y está a punto de dejar de ser el guardia más veterano de la Comandancia de Pontevedra, incluso se ha reforzado en esa vocación, alimentada por más de cuatro décadas de servicio, las tres últimas en este mismo destino.
A las puertas de una jubilación que casi puede considerarse de récord por lo complicado que resulta que un guardia acumule tantos años de servicio -él entró a los 19 porque, como 'hijo del cuerpo' no pudo ingresar en la Academia ya antes de hacer el servicio militar-, PontevedraViva ha querido hacer un repaso por esa trayectoria que le llevó por localidades de Pontevedra, Lugo y Ourense y que deja en su cartilla de servicios logros como la operación Abuelo contra la pesca con dinamita, la detención de miembros del Grapo o acciones importantes en la lucha contra el nacionalismo radical.
Su modestia le impide hablar de expectativas cumplidas, pues cree que no tiene que ser el que haga balance y corrija su examen, pero sí llega a la jubilación con la tranquilidad de que "hice todo lo que pude y lo mejor que pude; si me salió mal es porque no lo supe hacer mejor y si me salió bien es porque también recibí muchas ayudas". En su caso, suscribe letra por letra la cartilla del Duque de Ahumada cuando sostiene que "El Guardia Civil no hace más que cumplir con su deber". Suscribe mucho más aspectos de esa cartilla, de la que estos últimos días como guardia recibió una edición con varias décadas, y siente como propio el lema que corona una de las entradas de la Comandancia pontevedresa: "el honor es la principal divisa de la Guardia Civil".
Tenía apenas 19 años cuando el 1 septiembre de 1974 llegó a la Academia de Guardias de Úbeda y si bien en sus actividades formativas vestían con una funda de trabajo, cuando salían de paseo en sus días libres, lo hacían con el uniforme. El primer sábado que salió a la calle con uniforme fue "verdaderamente especial" para él, como lo fueron aquellos primeros días de infancia en lo que jugaba a ser guardia con el de su padre y como cada uno de los que ha vivido desde entonces. Guarda especial cariño de los vividos en Redondela. Si su vocación nació en Codeseda, se afianzó en el cuartel de esta localidad, su primer destino y, como ocurre con las primeras parejas, el que más le ha marcado. Estuvo allí en tres etapas distintas y también pasó por Lobios, Vigo y un pequeño cuartel cerca de Burela, en Lugo.
Mucho ha cambiado todo desde ese primer destino, al que llegó todavía en la Dictadura, el 1 de marzo de 1975, y en el que vivió el cambio de régimen y los primeros años de la transición, una época de pocos medios económicos en la Benemérita, en la que pasaba más horas trabajando que en casa y vivió momentos como la llegada del primer coche para el cuartel -antes hacían las patrullas a pie o en sus coches o motos particulares por falta de medios- o la aprobación de la Constitución Española. Recuerda con especial claridad cómo se sintió la primera vez que, tras la aprobación de esta norma, tuvo que decir a un detenido que tenía derecho a mentir y también su suerte de que en aquellos años convulsos no estuvo destinado en el País Vasco.
En estos años ha habido satisfacciones y frustraciones, más de las primeras que de las segundas, o quizás su mente le ha hecho quedarse con esos buenos momentos y logros que con los momentos, que los hubo, por esa sensación de "impotencia" de ver cometer una injusticia sin poder hacer nada para impedirla. En especial se queda con aquella época de Redondela, en la que, además, a nivel personal, se casó y nacieron sus dos hijos; y también con la etapa final, los últimos cuatro años en los que coordinó el Plan Director.
Sus compañeros en este programa le han hecho llorar en no pocas ocasiones y fue realmente consciente de la importancia de la "sensibilidad que debe crearse en torno a la formación" como pieza clave para educar a las nuevas generaciones y tener una sociedad en la que no tengan cabida la violencia de género, el acoso escolar o problemas al alza como la ciberdelincuencia. "He trabajado en un ámbito muy distinto al que venía trabajando y he visto una perspectiva humana de la Guardia Civil que en mi faceta anterior me podía pasar desapercibido, esa labor social y humanitaria", destaca.
Desde su llegada a Pontevedra en el año 1990 ha estado en el servicio de información, como sargento, teniente, capitán y comandante, hasta que pasó a la reserva y le ha servido para tener un contacto directo con los medios de comunicación y también para realizar una labor más callada y de largo recorrido dentro del propio Cuerpo que le ha dado muchas satisfacciones. Ahora, esos años de experiencia, sumados al resto de su trayectoria, confía en poder dedicarlos a una labor social.
Todavía no se ha hecho un plan de jubilación, pero sí tiene claro que, en primer lugar, dedicará esta etapa a devolver a su familia las horas robadas durante años de plena dedicación a la Guardia Civil, cambiando el chip del trabajo, y luego buscará "alguna ayuda solidaria con algún colectivo o asociación" y, de forma totalmente altruista, "hacer lo que sé hacer". "Mi trabajo toda la vida fue ayudar y servir al ciudadano". Y así pretende seguir.
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