El impulso del tejido comercial en la Pontevedra del siglo XX conllevó incrementar la presencia de la mujer en el ámbito laboral urbano. Ellas eran fundamentalmente las que se encargaban, bien de la venta ambulante de verduras, frutas, tejidos, etc..., bien de atender tras los mostradores de los comercios. Sin embargo, esa visibilidad de la mujer en la actividad comercial, no era sinónimo de independencia económica, ni de igualdad salarial. Aquellas jóvenes pontevedresas tenían un salario que entregaban en casa, con lo cual seguían dependiendo de lo que luego les daban para un cine o un café. Y si después de casadas, tenían ocasión de continuar con aquella actividad fuera del hogar, éste seguía reclamando sus "obligaciones" totalmente en solitario.
Así lo relataba Mari Carmen "la emperatriz" en sus artículos para el Diario de Pontevedra, trabajos que como señala Ramón Rozas tenían un aderezo reivindicativo y feminista, excepcional prácticamente en aquellos años. Tan excepcional, como Dolores Trabado, la única mujer en España en la década de los 20 con carnet de conducir. Y otra Dolores, la "señora Lola", dedicada a limpiar la equipación y material del club granate.