El pediatra Ricardo Santolaya y el centenario hotel Terraza, premiados con las Cebolas de Ouro
Por Redacción
Sanxenxo ultima los detalles para la celebración de la XXIII Feira da Cebola, un evento que tendrá lugar el próximo viernes 4 de septiembre. Y como viene siendo habitual, en el marco de esta fiesta se entregarán las Cebolas de Ouro, unos premios que reconocen la trayectoria de personas o empresas que se han significado por su labor continuada en el municipio. En esta ocasión, será el centenario hotel Terraza y el pediatra Ricardo Santolaya.
Ricardo Santolaya, jubilado el pasado mes de julio, fue el primer pediatra que tuvo Sanxenxo. Nacido en Cuenca, llegó al municipio en 1982 y estableció su consulta en un austero inmueble de Portonovo. Lo hizo porque le gustaba el entorno, el paisaje, el clima y la proximidad con una ciudad que disponía de un hospital, aunque recuerda con cierta nostalgia que tuvo que costearse él mismo casi todo el material.
Con él, llegó a Sanxenxo la posibilidad de que los niños no tuviesen que desplazarse a Pontevedra para recibir sus vacunas. "Yo las traía y las guardaba en la nevera de mi casa. Puse los jueves como día de vacunación y ese día las llevaba al centro médico", recuerda.
Eran tiempos en los que los médicos de la Seguridad Social, que no tenía servicio de urgencias en sus centros, imponían la obligatoriedad de estar localizables las 24 horas del día. "Y en la puerta de mi casa había siempre una nota que informaba de donde estaba cenando o tomando un café". Siempre localizable y dispuesto a atender cualquier urgencia o dolencias sin mayor gravedad. Y su humildad para hacerlo le granjeó la simpatía de los vecinos de Sanxenxo.
Dos generaciones han pasado por su consulta. Cuenta por miles las atenciones realizadas cada año, con una media de 33 por día con picos que superaron los 60 niños atendidos en una sola jornada. Pero esa intensidad no le agobió jamás. "Lo único que yo he hecho ha sido cumplir con mi trabajo y, la verdad, es que me gusta mucho ejercerlo. A otros corresponde juzgar si lo hice bien. Yo me siento satisfecho y enormemente agradecido", afirma.
HOTEL TERRAZA, CIEN AÑOS DE ACTIVIDAD
Por su parte, un siglo de vida y de trayectoria empresarial han convertido al Hotel La Terraza, inaugurado en junio de 1915, en el otro galardonado con la Cebola de Ouro. El gobierno local quiere reconocer así el trabajo continuado de la familia Alonso, que ha sabido transmitir a través de varias generaciones el buen hacer empresarial con la vocación turística que ha permitido a Sanxenxo consolidarse como un destino vacacional incuestionable.
"Si hemos podido llegar a cumplir 100 años es gracias a los fundadores, a las personas que construyeron las edificaciones, a los que nos ayudan a llevar los negocios, a los vecinos que compraban en la tienda, asistían a las sesiones cinematográficas, al bar, a los bañistas, veraneantes, turistas y a Sanxenxo", explica Jaime Martínez, gerente del establecimiento hotelero hasta hace dos años.
Francisco Alonso Prieto, nacido en Oteruelo-Astorga y Filomena Romay Padín, natural de Lores, Meaño, fueron los fundadores del primer edificio, con una tienda de coloniales en la que se vendía un poco de todo y unas habitaciones destinadas a viajantes y bañistas. No existía en aquel entonces carretera para ir a Portonovo (se terminó en 1937), simplemente un camino que transcurría a lo largo de la playa.
En los años 20 decidieron añadir otra edificación de dos plantas, destinada a bar y sala de proyecciones cinematográfica, así como unas habitaciones en la planta superior. A principios de la Guerra Civil, concluyó una planta más sobre el comedor, destinada a habitaciones. La guerra cogió a varias familias veraneando en el hotel, dos de ellas tuvieron que permanecer en el establecimiento hasta que finalizó en 1939.
A finales de los años 40 se añadió la última edificación en donde se montó un cine y más habitaciones. A principios de los 50 añadieron la actual terraza del bar y trasladaron la gasolinera para la esquina en el arranque de la calle de Oriente. Poco después se hizo la reforma del comedor -última gran obra-, instalándose los primeros tubos fluorescentes de Sanxenxo, regalados por una de las familias que pasó la guerra en el hotel, uno de cuyos miembros era representante para España de Westinghouse.