Milagros Bará
Casos sin resolver
Cuando tu asesino anda suelto...
... España se lleva la palma. Aquí los casos se resuelven cuando veinte años después aparecen unos restos, cuando alguien llama y da un soplo o cuando el delincuente canta. Pero resolver lo que se dice resolver, estamos hablando de poca cosa.
Del crimen de los marqueses de Urquijo lo mejor que sabemos es que no se sabe casi nada, como tampoco el de los menores Rosario Isabel Sayete, Francisco Valeriano y Pilar Ruiz (descuartizada con una sierra eléctrica), ni de la menor Cristina Bergua, la bibliotecaria Helena Jubany (envenenada y tirada desde una azotea para que pareciera un suicidio), Sheila Barrero, Susana Acebes (el asesino preparó la escena), el soldador Isaac Martínez Jiménez (abatido a tiros por un encapuchado), el kiosquero Fernández Gómez (decenas de puñaladas), el de la menor Marta del Castillo y un larguísimo etcétera.
De los asesinos de las gallegas Elisa María Abruñedo y Sonia Iglesias tampoco sabemos nada. Menos mal que el caso del asesinato del párroco Adolfo Enríquez, en poco menos de un año, ha culminado con la detención de dos ciudadanos croatas. Ahora habrá que ver si las pruebas son sólidas y una vez llegado el juicio son condenados porque efectivamente son los culpables.
La huella del caso Juan Holgado ya es para nota... porque acaban de identificar a su propietario... después de veinte años. Se han sentado dos veces en el banquillo tres sospechosos, y lo más asombroso es que los han juzgado dos veces por el mismo caso y han sido absueltos por falta de pruebas, de tal modo y manera que aunque la huella fuera de uno de ellos (que no es el caso) ya no se podría hacer justicia. El caso es que el verdadero propietario de la huella lleva muerto varios años. Hay más huellas, trece, además de ADN.
El de Eva Blanco, asesinada con diecinueve puñaladas, parece que también se resuelve después de diecisiete años. Gracias a la intervención de Universidad de Santiago se ha podido determinar la procedencia geográfica del dueño del ADN hallado en la escena del crimen y ponerle nombre y apellidos, aunque éste, una vez detenido, se suicidó en su celda.
Cuando ves casos, en otros países, que se resuelven "tirando del hilo", por ejemplo de la huella parcial de un zapato, parece de novela de ciencia ficción. Algo tendrá el número veinte que tanto atrae a los procesos de instrucción e investigaciones en España.
Me da la impresión de que los métodos policiales están fallando, cuestión que también denuncia públicamente el criminólogo Francisco Abellán. En casos evidentes se invalidan pruebas por falta de diligencia en la instrucción y se han llevado al banquillo a sospechosos con pruebas insuficientes para su condena, y como no se pueden volver a juzgar por el mismo hecho, pues nos quedamos como estamos.
El que nos toca más cerca es el de Sonia Iglesias, que por lo que parece se trata del crimen perfecto porque, aunque se sospecha algo, no hay ninguna prueba. Un asesino anda suelto entre nosotros, en Pontevedra, y no creo que se resuelva "así que pasen veinte años".
Dejando a un lado el corporativismo, a la policía no le vendría nada mal una mayor especialización en sus métodos de investigación, porque una cosa es seguir los casos por la prensa y otra muy distinta verse afectado directamente.